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Nota escrita por: Ricardo Monetta
13 noviembre, 2025
Los Lugones: una historia de horror político, torturas, poesías y subversión
Por: Ricardo Monetta
Los argentinos, en nuestra historia, tenemos personajes que parecen ser sacados de obras del genial pensador checo Franz Kafka. Hubo una familia, los Lugones, que a través de tres generaciones atravesaron de un lado a otro el espectro político, militar y subversivo. Los Lugones se preciaban de ser una familia de antiguo linaje, y su ascendencia “criolla” se remontaba al Perú del siglo XVI.
6 min de lectura
Por: Ricardo Monetta

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Leopoldo Lugones, el poeta, pasó por todas las variantes —desde su juventud hasta su muerte— por todas las variantes extremas de la política: fue socialista revolucionario en 1896, cuando dirigió junto a José Ingenieros el periódico “La Montaña”; anticlerical y anarquista; luego apoyó la candidatura conservadora de José Quintana a la presidencia; y más tarde fue el “intelectual orgánico” de la derecha nacionalista argentina. En la revista “La Biblioteca”, dirigida por Paul Groussac, escribió capítulos de “La guerra gaucha”, donde relata la guerra de guerrillas de Güemes.

El éxito de dos de sus libros de poemas, “Los crepúsculos del jardín” y “Lunario sentimental”, marcó su viaje a Europa y, al volver, retomó su pasión por los temas argentinos. De vuelta a Buenos Aires escribe “El payador” y en 1920 publica “Mi beligerancia”, un “panfleto” doctrinario calcado del fascismo italiano y de los movimientos belicistas europeos. Lugones redactó la proclama, leída por Uriburu, del golpe que el 6 de septiembre de 1930 derrocó a Hipólito Yrigoyen. También fue el encargado de despedir los cadáveres de los cadetes muertos en esa jornada.

En ese acto expresó: “Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada. El Ejército es la última aristocracia, vale decir, la última organización jerárquica que nos resta entre la disolución demagógica”. (¡Con razón le gustaba a Mariano Grondona!).

El 19 de febrero de 1938 se retiró al Tigre para avanzar su biografía sobre Roca. Sintiéndose muy enfermo escribió: “No reprocho a nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos”. Luego se tomó un vaso lleno de whisky y cianuro.

Lugones, a la izquierda de Lisandro de Latorre y el presidente de facto, José Félix Uriburu. Foto: Archivo General de la Nación.

A él le sucedió su hijo Leopoldo, que se encargó de eliminar —no ya en el terreno discursivo, sino en el de los hechos— a los grupos odiados por su padre. Uno de ellos lo denunció: Juan Ignacio Irigaray, en el diario El Mundo de España, donde Telma Jara pasó con una “capucha” todo el mes de mayo, y entre tanto la llevaron tres veces más al sótano. La echaban desnuda y con los ojos cubiertos sobre un colchón de metal, atándole las manos y los pies.

Luego tomó su invento, una picana utilizada en el campo para mover vacas y cerdos; mojándole el cuerpo, con la picana de mango de madera y doscientos voltios recorrían su cuerpo, que hacían doler hasta los cabellos. La ventaja que tiene la picana sobre el verdugo es no dar olor a carne quemada. Lugones (hijo), que ya era comisario, fue el creador de dos tormentos que luego fueron replicados por la Dictadura del ’76: la ya citada picana y el “tacho”, o rebautizado como “submarino”.

Este hijo del poeta ultraconservador fue director del Reformatorio de Menores Abandonados y Delincuentes.
Tuvo también una estrecha vinculación con la embajada alemana en Buenos Aires durante el nazismo.

Tuvo dos hijas: Carmen, “Babú”; y Susana, la Piri Lugones, militante de Montoneros asesinada por la dictadura. La Piri, impactada por la figura del Che Guevara, viajó a Cuba y junto a Rodolfo Walsh integró Prensa Latina.
Fue secuestrada el 21 de diciembre de 1977, a los 52 años, y fue asesinada el 17 de febrero de 1978.

Como ven, en la familia Lugones hay de todo, como en botica.

Por último llegamos al “desaparecido en acción”, empresario de la salud y ministro privatizador que ataca a los trabajadores del Garrahan. Es nada menos que Mario Lugones, que desde los comienzos del gobierno libertario se lo señaló como “el ministro en las sombras”, porque nunca dio la cara. Este ministro, que lucra con la salud y embiste contra quienes se dedican a salvar vidas de miles de niños por un sueldo miserable, mientras la dirección del hospital tenía la suma de U$S 400 mil en un fondo de inversión.

Este empresario, Mario Iván Lugones, de 77 años, comenzó en los años ’90 durante el menemismo, siendo parte de la gestión del PAMI, y desde entonces ataca con todo a los derechos de los adultos mayores. Fue por esos años que quedó al frente del Sanatorio Güemes como titular de la empresa Silver Cross América Inc., que por entonces se dedicaba a administrarlo.

En el año 2002 creó y dirigió durante ocho años la Cámara de Entidades Prestadoras de Salud (CEPSAL). También es accionista de PRESAL (Cámara de Prestadores de Salud). Porque hacer negocios con la salud es su mayor virtud.

Desde hace décadas está conectado con un integrante de la “casta” política: Enrique “Coti” Nosiglia, o el burócrata gastronómico Luis Barrionuevo, quienes son socios de la Fundación Sanatorio Güemes, administrada por Lugones. A esto se sumó el vínculo decisivo de su hijo, Rodrigo Lugones, con Santiago Caputo, lo que fue decisivo para impulsarlo al frente del Ministerio de Salud (¡Qué casualidad cómo el viento político de los negocios los amontona, no!).

En clave gerencial fue realizando designaciones en el ministerio. Ubicó al exejecutivo de OSDE, Gabriel Oriolo, al frente de la Superintendencia de Servicios de Salud, y al exdirectivo de Modum, Claudio Stiveiman. Lugones, desde el principio, desreguló los precios de los medicamentos. Con el PAMI suspendió los descuentos de medicamentos que eran y son necesarios para los jubilados. También ajustó con énfasis en el sector de discapacidad, lo que constituyó un verdadero crimen social, además de cerrar varias direcciones. Concretó decenas de despidos en el Hospital Laura Bonaparte, etc., etc.

Por eso no es casual que hace pocos días, en el Foro Empresarial AmCham, el ministro haya aclarado su verdadero plan de guerra. Allí mismo afirmó que: “No podemos decir que todo el mundo tenga derecho a todo”, remarcando su carácter clasista, que yo, si fuera él, me preocuparía por ocultar.

Este personaje nefasto, fiel a su lógica de lucrar con la salud, es quien ahora se encuentra frente a los trabajadores del Hospital Garrahan, que alguna vez fue un orgullo en América Latina, para que venga ahora una casta parasitaria y depredadora en una actitud cuasifascista, en nombre del manoseado pretexto del “equilibrio fiscal”, a condenar a víctimas inocentes por el solo delito de ser pobres, ser privados de una atención médica que los devuelva a una salud perdida por el destino.

Fuente: Historia Argentina — Milcíades Peña

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