El sondeo muestra un derrumbe de los tories por todo el país inédito en décadas y una mayoría aplastante para los laboristas, que pueden lograr una victoria mayor que la de Tony Blair en 1997, hasta ahora la más significativa de su historia. El vuelco reflejado por este sondeo, que coincide con todos los publicados durante la campaña, es especialmente notable ya que los laboristas venían del peor resultado desde 1935 en las elecciones de hace cinco años que ganó Boris Johnson.
Los laboristas pasan de los 202 escaños que lograron en 2019 a 410 y los conservadores caen de 365 a 131, según esta proyección. La mayoría para gobernar en el Reino Unido es de 326 escaños, es decir, la mitad más uno de los 650 sitios de la Cámara de los Comunes. Los liberaldemócratas, el partido centrista, pasan de 11 escaños a 61, y la extrema derecha de Nigel Farage, de cero a 13 diputados. El otro partido perjudicado de la noche es el Partido Nacionalista Escocés, que defiende la independencia de Escocia y que pasa, según esta estimación, de 48 escaños a 10. El resto de escaños se reparte entre los verdes y los nacionalistas galeses (no hay datos sobre los partidos de Irlanda del Norte).
Si los resultados, que llegarán al amanecer, coinciden con esta proyección, esto significa que el Partido Conservador obtuvo el peor resultado de toda su historia y el Partido Laborista, el mejor.
El boca de urna de la BBC y las televisiones privadas ITV y Sky está basado en el trabajo de campo de la encuestadora Ipsos, que pidió este jueves a más de 20.000 personas en Inglaterra, Gales y Escocia a la salida de votar que rellenen una papeleta con lo que votaron y la entreguen a los encuestadores. Estos datos los analizó un pequeño equipo dirigido por John Curtice, profesor de Políticas de la Universidad de Strathclyde, en Glasgow, y que lleva haciendo este trabajo desde 1992. Ésta es la única encuesta a boca de urna, financiada por las tres televisiones, y que respeta el mismo método, volviendo a los mismos centros electorales, desde hace dos décadas con buenos resultados: en las últimas cinco elecciones generales, la encuesta a boca de urna mostró los escaños del partido ganador con un margen de error medio de cuatro diputados.
Vuelta de un laborista
Starmer, abogado de derechos humanos, fiscal y político tardío de 61 años, será el primer laborista en entrar en Downing Street como primer ministro desde la despedida de Gordon Brown el 11 de mayo de 2010, tras su derrota electoral ante David Cameron. El conservador lideró el Gobierno de coalición con los liberaldemócratas, e inauguró la era tory marcada por los recortes tras la crisis financiera, y después por el caos y el empobrecimiento que trajo el Brexit.
El resultado del referéndum también terminó con el segundo Gobierno de Cameron, que convocó la consulta, pero se oponía a la salida de su país de la UE. Desde 2016, se sucedieron en Downing Street Theresa May, Boris Johnson, Liz Truss y Rishi Sunak, el primer ministro actual y que recibió este jueves el castigo de los votantes. La cita de este jueves era la primera ocasión para acudir a las urnas en unas elecciones generales desde diciembre de 2019. Entonces Johnson arrasó, pero esto sucedió antes de la entrada en vigor del Brexit, la pandemia, el escándalo de las fiestas de Downing Street, el hundimiento de los mercados por el plan de bajadas masivas de impuestos de Truss y las múltiples crisis dentro del Partido Conservador. Truss y Sunak habían sido elegidos sólo por los miembros de su partido para sustituir a Johnson tras su renuncia.
De ‘Cool Britannia’ a ‘Broken Britain’
Starmer se encontrará ahora con un país que crece despacio después de unos meses en recesión, al que le está costando recuperarse más de la pandemia que a otras economías grandes y que sufre los efectos del aislamiento provocado por el Brexit. El estancamiento de los sueldos, la falta de inversión pública y privada en infraestructuras decrépitas y las listas de espera de millones para recibir tratamiento médico en la salud pública acrecentaron el enfado de los ciudadanos con la gestión del Partido Conservador.
El país en expansión en medio del optimismo tecnológico en el que ganó Tony Blair en 1997 poco tiene que ver con el que gobernará ahora Starmer, con apenas margen presupuestario, aislado de sus vecinos y sin acceso a los fondos de la UE. En 1997, el país era, o creía ser, Cool Britannia y los laboristas cantaban Things Can Only Get Better (“las cosas sólo pueden ir a mejor”); en 2024, los votantes hablan de Broken Britain, el país que “está roto” y donde “nada funciona”, y el cantante del que fue himno laborista no quiere que nadie use su canción.
Starmer afrontará unas cuentas muy ajustadas mientras la economía no crezca más -su principal apuesta- o el Reino Unido no vuelva al mercado único europeo, algo que dice no pasará a medio plazo.
Su programa es modesto y está centrado en mejorar la vida cotidiana del país: por ejemplo, promete aliviar las listas de espera de la salud pública con más recursos, dar más dinero a las escuelas públicas, construir más de un millón de viviendas y rellenar un millón de baches al año. El Gobierno laborista planea fundar una empresa pública para invertir en energías renovables, terminar con el veto para instalar turbinas eólicas en tierra y acercarse a la UE para un pacto de seguridad energética. Se compromete a reconocer Palestina como Estado al comienzo de un proceso de negociación y quiere firmar más acuerdos de Política Exterior y de Defensa con países de la UE. Sobre el Brexit, quiere hacer ajustes en los acuerdos existentes para que haya menos controles en la frontera o para que los músicos puedan ir de gira por Europa sin tanto papeleo.
El ánimo de los votantes
El ánimo ciudadano oscilaba entre el enfado con los tories y la esperanza del cambio, aunque sea modesto, este jueves en Oxford, una ciudad gobernada habitualmente por laboristas y verdes, pero que en las elecciones generales está dividida entre dos circunscripciones que incluyen pueblos de los alrededores algo más conservadores.
La salud pública y la lucha contra el cambio climático eran los temas que más se repetían en los comentarios de los votantes al salir de las urnas.
Esos son los dos principales factores que motivan a Sarah Miller, una trabajadora del servicio nacional de salud de 24 años, que vota en una iglesia en el norte de Oxford. Lo que ve todos los días en su trabajo es lo que quiere que cambie: “Muchas personas en largas listas de espera para acceder a la atención. No hay suficientes personas para brindarla. En Urgencias, hay gente esperando en camillas y en los pasillos porque no hay suficientes camas. No hay suficiente personal”. Miller cita también el cambio climático. “¿Esperanzada con el nuevo Gobierno?”, pregunto. “Creo que sí, quiero decir, no serán los conservadores”.
En esta circunscripción, unida a otras zonas del norte de Oxford, los liberaldemócratas suelen ganar al Partido Conservador y muchos laboristas recurren al “voto táctico” para aglutinar el frente contra los tories.
Es el caso de Sheila, profesora jubilada, miembro del Partido Laborista y cuyo principal objetivo es apoyar al partido que tenga más posibilidades de conservar el escaño contra los tories. “Me horrorizó el historial del Gobierno conservador. Y, para mí, probablemente lo más importante sea la acción sobre el cambio climático, que el Gobierno conservador no se ha tomado suficientemente en serio. También quiero más integridad y honestidad por parte de los políticos”, explica. Del próximo Gobierno, Sheila espera que tome más medidas contra el cambio climático y aplique “una fiscalidad más justa, con más impuestos para la gente rica que pueda permitírselo y redistribución de la riqueza”, según dice poco antes de agarrar su bicicleta para ir a otro centro electoral a ver si consigue votar en nombre de su hija, que está en Gran Canaria y le dejó el voto delegado pero no la encuentran en la lista de este centro electoral.
Cowley Road
En la otra punta de la ciudad, en la circunscripción de Oxford Este, el laborismo es el partido mayoritario y en las elecciones locales también suelen sacar buenos resultados verdes e independientes. Es un barrio de clase trabajadora, mezcla de vecinos de toda la vida descendientes de migrantes, jóvenes profesionales y estudiantes ruidosos. Se nota el ambiente relajado en la calle en este jueves sin lluvia y con algo de sol. Todos los votantes preguntados por elDiario.es delante de la iglesia metodista de Cowley Road, sede uno de los grandes colegios electorales del barrio, se paran dicharacheros a comentar su voto y el futuro del país.
“Fue un periodo muy largo con los conservadores. Es como si hubieran sido un muerto andante durante mucho tiempo”, dice Aneurin Ellis-Evans, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Oxford y que habla del buen trabajo de la candidata laborista en la comunidad y sabe de las dificultades para enderezar el país. “Llevábamos esperando esto desde hace tiempo, pero veremos qué pasa. Probablemente sea difícil. Hay muchos problemas muy grandes e intratables que no serán fáciles de resolver. Así que no espero que todo cambie repentinamente de la noche a la mañana.”
Ellis-Evans menciona con aire orgulloso que su nombre es el mismo del fundador en 1948 del servicio nacional de salud, Aneurin Bevan, un ministro de Sanidad laborista de Gales, de donde también viene parte de la familia del profesor de Oxford.
Los votantes, sean laboristas o no, parecen esperar una mejoría con los nuevos gobernantes. “Creo que serán mejores que los que están ahora en el poder. Quizás sea un paso en la dirección correcta”, dice Katie, profesora de yoga y cuyas principales preocupaciones a la hora de decidir su voto han sido el cambio climático y el alto el fuego en Gaza. Lleva puesta una camiseta que dice “Against perfection” (“contra la perfección”).
“Después de 14 años, queremos ver un pequeño cambio. Sé que los tiempos son difíciles, pero lo intentaremos. La salud nacional y los derechos de los trabajadores importan”, dice Zulfikar Khan, jubilado y vecino del barrio desde hace más de 50 años. Dice que no conoce “personalmente” a Starmer, pero que siempre fue laborista y que cree que es un buen partido “para la clase trabajadora y especialmente para el servicio nacional de salud”.
“Keir Starmer no es un idiota. Esto puede parecer snob, pero él tiene el título de sir, y esos no los reparten con nuggets de pollo. Fue un buen fiscal general. Es un tipo respetable”, explica Daniel Emlyn-Jones, que trabaja como tutor y que votó por los verdes, aunque dice que dudó con los laboristas.
Los principales asuntos que lo motivan en estas elecciones son la lucha contra el cambio climático y la oposición a la política migratoria del Gobierno tory. “Estoy asqueado con los conservadores. Todo el plan de enviar gente a Ruanda es simplemente inhumano. El Tribunal Supremo dijo que no se podía hacer esto. La Cámara de los Lores lo dijo unas tres veces y todavía insisten. Es repugnante. Están todas las otras cosas, pero cualquier pizca de respetabilidad que pudieran haber tenido desapareció por eso”, explica.
También cita la defensa de los derechos de los gays y los transexuales, el antisemitismo y la polarización que observa en su entorno. Cuenta que votó a favor de que el Reino Unido se saliera de la UE -aunque cree que fue un error convocar el referéndum y que irse “probablemente no fue una buena decisión”- y que por eso perdió a una veintena de amigos. “En Oxford Este me trataban como si fuera un asesino en serie”, cuenta Emlyn-Jones, cuya madre es holandesa y que vivió en Australia y Singapur. Ahora lamenta lo difícil que es hablar de la guerra de Gaza hasta en su club de lectura. “La democracia va de escuchar a los demás, de cómo le afectan las cosas a todos”, dice.
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