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viernes 13 de diciembre de 2024
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Director: Claudio Gastaldi
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Nota escrita por: Sergio Brodsky
domingo 4 de agosto de 2024
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En San Salvador hay salida

Ayer, 3 de agosto, tuve la satisfacción de participar en una caminata de concientización para la prevención del suicidio en San Salvador. La actividad fue organizada por una red de voluntarios llamada “Hay salida”, cuyos integrantes provienen de distintos ámbitos de la actividad social y se han comprometido a realizar acciones de ayuda a los vecinos con mayor vulnerabilidad psicosocial. Se movilizan por la salud mental de todos, buscando lograr un estado de bienestar biopsicosocial que siempre es dinámico e inestable, pero cuyo fundamento es la satisfacción de las necesidades humanas, es decir, el derecho humano a la dignidad. La salud mental de una comunidad se manifiesta en la participación, el compromiso y la responsabilidad en la búsqueda de la felicidad de todos. “Siempre somos responsables de lo que no tratamos de impedir”, decía Jean Paul Sartre.

Claro que la “felicidad” es un concepto complejo, pero no es una utopía aspirar a que cada miembro de la comunidad pueda realizarse individual y colectivamente. Esa aspiración es la esperanza, que no es, como decía Fromm, espera pasiva para que venga otro a resolver los problemas, sino la activa asunción del rol de cada uno para lograrlo, para construir un futuro que venga lento, despacio, pero que se acerque, para que el futuro real, “el mismo que inventamos, nosotros y el azar” (Mario Benedetti “Lento pero viene”), lo inventemos cada vez más nosotros y menos el azar, para que podamos creer en nuestras fuerzas y posibilidades, más en eso y menos en las dependencias de los poderes que frustran y limitan, con lo que no hay o lo que no se puede.

Tal vez sea demasiado, pero eso es lo que sentí con la movilización de ayer, con el afectuoso grupo de vecinos de San Salvador con el que marchamos juntos, bajo un sol denso, haciendo ruido en la siesta pueblerina, fastidiando el sueño para que despierten, batiendo palmas, rodeado de niños, de globos, de bomberos, de perros y de sueños, caminando juntos, meridiana metáfora del deseo compartido de un destino mejor. Esa meta es la salud mental. La salud mental es el imperio de la ternura. La ternura es –decía Ulloa- el miramiento, es decir, mirar al otro con interés, el buen trato, la empatía, la preocupación por el prójimo, por el semejante. Lo contrario es la crueldad, la indiferencia, el individualismo. Es perturbadora la codicia, la confusión entre ser y tener, entre tener y ser feliz, que –como en la paradoja del consumo– deja vacía el alma humana; cuanto más cosas se tienen, se acumulan, se exhiben en el mercado y la competencia del hombre.

No es casual que, además del suicidio, el consumo abusivo de drogas sea el síntoma social predominante, como símbolo de un vacío que se llena de ilusiones y farsas. No significa esta idea una renuncia al bienestar material que nos acerca al disfrute y el placer, sino entender que el hombre moderno se aleja, cada vez más, del valor de los afectos, de la amistad, del amor, sentimientos por demás gratuitos. Así llegamos a la Sala San Martín, donde me invitaron a dar una charla. Expuse allí mi convicción de que la participación de redes de voluntarios es una arista fundamental para abordar los problemas de la salud mental y la prevención del suicidio. La participación y la solidaridad son, en sí mismos, valores cruciales de la salud mental.

“Hay salida” ya está realizando bellísimas y eficaces acciones de ayuda a los vecinos de San Salvador. De a poco se van enlazando con las instituciones para enredarse en la tarea, sobre todo con el hospital. Ayer fue José, presidente del Centro de Jubilados, quien describió con notable lucidez las actividades socializantes para promover el deseo de vivir y el entusiasmo en los adultos mayores. Una vecina testificó sobre el bullying, grave fenómeno que las escuelas deben atender, expresión de las peores formas del destrato y la discriminación. Hablaron de la adicción a las drogas que arruinan a los jóvenes y su futuro. No es casual que en la franja que va de los 15 a los 24 años, la autoeliminación sea la segunda causa de muerte en nuestro país. Se trata de imaginar, entonces, oportunidades que promuevan el “gusto por la vida”, de realizar los sueños, de concretar proyectos.

Fueron pasando, en una jornada plena de entusiasmo, un sinfín de conflictos que abruman, que agobian, que hay que resolver. Que la participación ciudadana, que las acciones solidarias de la red de voluntarios sea una clave de la salud mental comunitaria no implica que sea de su responsabilidad la prevención del suicidio. Claramente, son los gobiernos del Estado quienes deben garantizar el derecho a la salud mental en todas las circunstancias en que tenga relación con el padecimiento psíquico y las conductas autodestructivas. El programa provincial de prevención del suicidio debe garantizar el cumplimiento de la ley 27.130 nacional de prevención del suicidio y el gobierno municipal promover acciones en la misma dirección. En todo caso, estos quijotes que ayer se movilizaron en San Salvador tienen por tarea recordárselo, solicitárselo, exigírselo. Mi gratitud y afecto para con ellos.

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