Desde su experiencia en el sector del transporte público, remarca que la costumbre de apedrear colectivos es un flagelo que sufren desde siempre, y entiende que no se trata ni de robo ni de querer lastimar a alguien por algún motivo. “Simplemente se convirtió en un deporte urbano como diversión de niños y adolescentes, pero que provoca un daño enorme en lo material, e incluso en pasajeros”.
En su rol como chofer, subraya que el foco siempre está en resguardar al pasaje: “Tenemos la prioridad de velar por la gente y prestar asistencia médica de inmediato si hay algún herido, que han habido y muchos por este mismo problema, además por supuesto de hacer la denuncia correspondiente”.
Según el trabajador, los hechos ocurren frecuentemente y en algunas zonas más que otras: “Se caracteriza mucho el Puente Alvear, calle Paula Albarracín, la zona de la vía, etc, y también he escuchado que pasa mucho en los Barrios Fátima uno y dos… toda zona más periférica”, resumió.
Tras ello, remarcó que las denuncias se hacen en tiempo y forma y la situación está judicializada, pero la falta de soluciones concretas sigue siendo alarmante. “Las autoridades están al tanto de la situación, incluso más que nosotros mismos, pero sabemos que mucho no pueden hacer”.
Frente a la falta de soluciones, Blanco propone al menos una medida paliativa: “Tal vez se podrían proteger las ventanillas del lado interno, con un film plástico o algo que evite que el vidrio estalle hacia adentro”. O sea, “algo como para buscar una solución por ese lado, ya que este flagelo no va a desaparecer”
Por último, deja en claro los riesgos que corren las personas cada vez que atacan un colectivo: “cualquier piedra a velocidad puede impactar en la cabeza de alguien y causarle un daño severo, como ya ha ocurrido otras veces”. Por eso, “lo ideal seria más seguridad y toma de consciencia desde lo externo, o poner film protectores en el interior del colectivo. Otra solución, no hay”, concluyó.