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El presupuesto de la crueldad

Un presupuesto convertido en arma: recortes que apuntan contra las personas con discapacidad, la universidad pública, la ciencia y el futuro mismo. Entre la crueldad planificada y la resistencia que nace desde abajo, la Argentina atraviesa un modelo de poder que pretende amputar el deseo y la esperanza de un pueblo que no se resigna.

Sergio Brodsky

28 diciembre, 2025

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11:31 am

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Y, desgraciadamente, como dice Vallejo, “el dolor crece en el mundo a cada rato, crece a treinta minutos por segundo…” (1), y crece la maldad al mismo ritmo. La espada ciega que mutila el futuro está bien afilada contra los inocentes. Con especial saña e insistencia ha descargado su filo sobre las personas con discapacidad. El artículo 11, maldito, maldicho, impúdico, pretendía borrar una ley de emergencia en discapacidad votada, vetada y vuelta a votar, para dejarlos desamparados, sin derechos a la salud, a la vida, para borrarse —quienes la empuñan— de su obligación de Estado. Para convertirse en sayones de los frágiles. Encerrona trágica, repite Ulloa, de los que dependen de sus verdugos para sobrevivir.

Fueron esos días en los que la vida nos “gusta mucho menos” (2), aunque siempre nos guste vivir, sobre todo cuando aparece Valentina Bassi y su ternura, Valentina y su coraje, su amado hijo, y ahí la “vida me gusta enormemente” (2), otra vez me convence, me conmueve. Tiene Valentina la fuerza de las Madres, le pulsa la vida por los poros. Aprende, enseña y descubre a su hijo, así, singular y mágico, único, tanto que abandona la idea de normalizarlo, reconoce sus miedos, asume su necesidad de ayuda, por eso pelea: para desarrollarse y ser feliz. Lisandro y todos, por eso hace red solidariamente. Pone la cara, lucha.

El encono enloquecido iba además contra las universidades y su presupuesto, ley ya votada, vetada y vuelta a votar. Otra vez el penoso propósito de amputar el mañana. El territorio de los sueños, los proyectos, los que encienden el gusto por la vida. Inhabitables hoy, despistan el camino de las drogas, los olvidos, el suicidio. Los jóvenes no pueden investir el futuro, vaciado de sentido.

No pudieron del todo sancionar ese artículo, aunque las heridas están hechas y son graves, porque insisten como Herodes enloquecido, burlado y furioso contra los horizontes de justicia. Cortaron sin piedad la cabeza de las escuelas técnicas y agrotécnicas, las desfinanciaron. Salpicó despiadada la ciencia, la tecnología, los sueños. Un país sin futuro, sin desarrollo, infeliz. A eso aspiran los monstruos. Al aborto perpetuo del deseo, a su sepultura. A sobrevivir como esclavos.

Ese es el presupuesto, “declaración de principios” de la mayoría de los gobernantes, de los legisladores, gordos, glotones, voraces y egoístas, contra un pueblo que presuponen dormido, resignado, vencido, que más temprano que tarde burlará el estoque y nacerá de nuevo.

(1) “Los nueve monstruos”, poema de César Vallejo.
(2) “Hoy me gusta la vida mucho menos”, poema de César Vallejo.

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