21 diciembre, 2025

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La oralidad tiene la ventaja de que todo queda a la vista

En el intrincado paisaje de nuestra realidad, un componente fundamental que nos ayuda a moldear la percepción es charlar con personas sobre cuestiones que generan opiniones y debates interesantes. La oralidad es una herramienta poderosa para construir y mantener vínculos basados en la confianza y la transparencia. En ocasiones suelo pasar por un puesto de venta de garrapiñada de un compañero, lugar en el que siempre el silencio se vuelve incómodo, donde se plantean un sinfín de temas que van desde cuestiones cotidianas hasta dilemas éticos. En esta oportunidad, atraparon mi atención dos cuestiones que se planteaban: “pareciera que los argentinos queremos ser una colonia de los gringos” y otra más doméstica: “¿las cosas que se le escuchan al intendente Azcué son verdad o son tan solo palabras?”.

Luis Jakimchuck

21 diciembre, 2025

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11:27 am

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La percepción no es una mera interpretación, es una construcción activa que permite moldear la comprensión. En este caso, estamos los argentinos en camino a un control casi colonial. Está claro que el mundo está cambiando aceleradamente bajo la doble presión de la dinámica económica y las pugnas geopolíticas. ¿Actualmente sigue siendo pertinente la categoría de imperialismo?

Es una etapa más del desarrollo capitalista. En cuanto a la forma que adopta, ya no es expansionismo militar: es económica, basada en la conquista de territorios para explotarlos y utilizarlos económicamente.

Una singularidad del imperialismo actual es la estrecha relación entre el capital financiero y la geopolítica. Milei ha dejado claro que su alineamiento geopolítico es Washington. La sintonía con Trump tiene un costo: obliga a un sentimiento antichino. ¿Milei intentará cortar con China, que ha operado como banquero y es nuestro principal destino de exportaciones del agro?

El embajador norteamericano Peter Lamelas anticipó que no venía a ser neutral; su prioridad es “vigilar a las provincias que no realicen acuerdos con los chinos” y así garantizar que los recursos, como la energía y los minerales críticos, beneficien a inversiones norteamericanas. Que supervise las relaciones comerciales de las provincias es una desviación de las convenciones diplomáticas y afecta a los principios de soberanía. Es claramente un acelerado deslizamiento hacia una condición neocolonial, en línea con la Doctrina Monroe.

Hace un par de días, en un mitin de la Fundación Faro, usina de la ultraderecha, medio centenar de empresarios vivaron y aplaudieron a rabiar el Presupuesto 2026, las reformas laboral, fiscal y judicial: un modelo proempresa. Claramente se busca integrarnos a la cadena de valor norteamericana y precarizar aún más nuestro trabajo.

Un dato: hasta los nuevos sellos ministeriales del gobierno mileísta tienen la iconografía institucional de los Estados Unidos, lejos de la tradición argentina. Es una sumisión excesiva. “Fragilidad intrínseca”, diría un querido profesor.

Nada me grafica mejor de lo que compartí charlando con esta gente que el tremendo distanciamiento de entendimiento entre nuestra dirigencia y la gente. Lamentablemente, hay dirigentes que no solo desconocen el razonamiento que les brinda diariamente la realidad a miles de ciudadanos, sino que todavía no dan una explicación de su responsabilidad al abrir las puertas a un gobernador, un intendente y un presidente excéntrico que lleva a cabo, con infinita crueldad y de modo lento pero letal, un genocidio de vulnerables.

El intendente Azcué en su laberinto de la verdad devaluada

En una reciente ¿entrevista?, el intendente destacó que viene a ser “el cambio de paradigma en la forma de hacer política”. Reafirmó el compromiso de trabajar con todas las instituciones y personas porque “lo importante es lo que viene”. Resalta el desarrollo de proyectos estratégicos y la planificación de un ecosistema productivo y comercial que va a permitir a Concordia ser un nodo regional de distribución y servicios. Según explicó, Concordia comienza a dejar atrás un modelo asistencialista que “anestesiaba” a los sectores más vulnerables para avanzar hacia un esquema que brinda herramientas, exige compromiso y promueve la cultura del trabajo, sin explicar absolutamente nada. Incluso, no se conoce el trabajo interdisciplinario que mida las metas conseguidas.

Si bien es cierto que los cambios en los desarrollos históricos son uno de los tópicos que más atracción generan en política, una cosa es convencer de que se tiene la vocación de hacer tabula rasa con el pasado y otra muy distinta es hacerlo. Es costumbre en los gobernantes distorsionar la realidad valiéndose del pasado para construir relatos funcionales a sus propios intereses. Lo que se busca, principalmente, es crear una imagen de solidez y continuidad. Muchas veces son proclives a parecerse demasiado a aquellos que pretenden desplazar.

Si hacemos una trazabilidad del protoacuerdo de voluntad de transformación del intendente, desde el principio mintió: nunca convocó a las fuerzas políticas ni a los trabajadores. Es más, entre los puntos que componen su Pacto no hay referencia sobre trabajo y empleo, el principal problema de Concordia. Lo que mostró respecto a esto son despidos de decenas de trabajadores, con retribuciones miserables y estigmatización.

El intendente siempre recuerda que su gestión comparte una misma hoja de ruta con el gobierno de Milei, porque entiende que esto sirve para que Concordia vuelva a ser una ciudad próspera, con futuro para todos. Es interesante recordar lo que Hannah Arendt explicaba acerca de cómo los sistemas generan injusticias no solo mediante el odio y la discriminación, sino a través de la obediencia ciega a decisiones técnicas deshumanizadas. A este fenómeno lo llamó “la banalidad del mal”, y esto deja claro que, apoyando a rajatabla el modelo mileísta, el daño se normaliza y la política se vuelve insensible. No son pocos los contrastes con la planificación colectiva prometida por el intendente.

Sería muy interesante saber, en rueda de prensa —con preguntas y repreguntas—, qué impactos tuvieron las desregulaciones que apoyó con entusiasmo hace dos meses a Sturzenegger, por ejemplo para quienes alquilan. También que establezca cómo impactan en el ámbito económico, comercial y, fundamentalmente, en los salarios de los trabajadores las políticas que defiende.

Si no, se desprendería que la unidad de los concordienses que propone es solo apoyar un modelo que, entre otras tantas cuestiones, castiga los propios recursos del municipio. El sentimiento del voto al intendente Azcué no fue para respaldar propuestas tan regresivas.

Azcué no es solo un enamorado del modelo de Milei; también se enamoró de las mismas formas de actuar: hostigar y estigmatizar al periodismo crítico. Esto no es un fenómeno espontáneo, es una estrategia para disciplinar las críticas y reconfigurar el debate público. Lo intenta hacer con la pauta publicitaria (lo admiten). Calificó públicamente de “mercenario, mentiroso y descarado” al periodista Claudio Gastaldi. Pero la realidad, y la ordenanza tributaria aprobada, muestran que el periodista “no es ni mentiroso ni mercenario”.

Una de las bocas de expendio de la gestión Azcué, con sesgo fascista en cada una de sus intervenciones, es el concejal Felipe Sastre. El discurso fascista muchas veces queda en manos de idiotas útiles. Su función es radicalizar el mensaje.

A dos años de gestión, se percibe la misma lógica maquiavélica libertaria: faltar a lo prometido, falsear la realidad y descalificar al que no piensa igual. Vale recordarle tanto al gobernador como al intendente aquello de que “si te portás como alfombra, no te quejes si te pisan”.

Me queda flotando la reflexión final de mi amigo, el vendedor de garrapiñada:
¿Quién capitaliza esto?

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