Maldito viene de mal dicho, maldecido, injuriado. Así puede incluso definirse como el hecho maldito del mundo capitalista. Así lo fue al menos en la confrontación histórica entre Braden y Perón, cuando los intereses nacionales entraban en conflicto con los norteamericanos y el entonces vicepresidente de la República, entre otros cargos, le dijo al embajador yanqui que prefería no ser elogiado afuera al costo de ser puteado por su pueblo.
El enojo fue tal que inauguró la blasfemia y la maldición hacia el coronel, y el olvido del sombrero del corpulento diplomático. Tanto fue así que, sin miramientos por la injerencia en asuntos internos del país, Braden lideró la oposición a las elecciones que Perón transformó, con su habilidad dialéctica, en un imbatible eslogan de campaña: “Braden o Perón”.
El pueblo trabajador, entonces esclarecido, sabía de lo que se trataba y actuó en consecuencia. Y entonces la clase obrera y su líder sufrieron el odio y el mal dicho de las diversas expresiones de la oligarquía y las clases medias, que persisten hasta la actualidad.
Hoy Peter Lamelas, nuevo embajador norteamericano, tiene el pase libre para decir lo que hay que hacer y organizar el saqueo. El hecho maldito, inintegrable e imperdonable para el poder económico, es la conquista de los derechos de los trabajadores: trabajo digno para todos, voto femenino, sueldo anual complementario (aguinaldo), las vacaciones pagas, la salud, la educación como medio de ascenso social por medio de la universidad pública y gratuita, una constitución basada en el respeto a los derechos humanos y una vida digna para una clase obrera que había vivido, previamente, en condiciones más degradadas que la esclavitud.
Esa conquista y esa lucha de los trabajadores ha sido indigerible y la maldición no reparó en golpes sangrientos, genocidios, fusilamientos, torturas y prisiones para el escarmiento. Solo hay que observar un poco la historia e indagar en los hechos de barbarie, semiocultos y semiolvidados, para percibir las dimensiones y la gravedad de la injuria.
Hay que mirar hoy la patria entregada y estragada, el ataque brutal y directo a los trabajadores, a la salud, a la educación, a las personas con discapacidad, a los jubilados, para percatarse del castigo a la insumisión, concretada en las políticas de “miseria planificada”.
Hay que ver a quienes encierra el poder hoy, a quienes satanizan a través de los medios de comunicación oligopólicos, para situar el lugar de la maldición y el camino de la liberación, que no es otra cosa que su reverso.
Una vez preguntaron al diputado Rivas por qué adhería al kirchnerismo y respondió brevemente: “Por sus enemigos”.
Hoy Cristina está presa y maldita por el poder. Ayer cumplió 100 días con prisión domiciliaria y una muchedumbre fue a acompañarla. Una multitud que sabe que la pena es un artilugio para aleccionar y disciplinar a los malditos. A aquellos que hacen tanta falta, como Cooke, como Cristina.
1 comentario
María Isabel Flachsland
Impecable tu nota, como siempre Querido Sergio. Para hablar o escribir hay que conocer de ambos lados de la brecha. Y
no repetir como loros, la info de los medios hegemónicos, que fueron y serán funcionales al Poder sobre todo económico. Qué tristeza!