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Nota escrita por: Sergio Brodsky
5 octubre, 2025
Poesía, encierro y locura
Por: Sergio Brodsky
Contra el silencio, la soledad y el delirio, la poesía se eleva, se hace luz y vida para nombrar las tinieblas. Es tal vez lo que quiso decir Artaud, que “no hay nadie que jamás haya escrito o pintado, esculpido o modelado, construido, inventado, a no ser para salir del infierno”. Que la creación y el arte son las armas más poderosas contra el sufrimiento y la locura, verdad con la que increpa y les recuerda a los directores de los asilos de locos, cuando a la hora de la visita médica “traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre los cuales, reconozcámoslo, solo tienen la superioridad que da la fuerza”, y les reclama la libertad “para esos galeotes de la sensibilidad, ya que no está dentro de las facultades de la ley condenar al encierro”.
4 min de lectura
Por: Sergio Brodsky

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Porque no se trata de negar el sufrimiento de la locura, sino de hacerlo en nombre de una razón que anda a los tumbos y castiga sus desvíos con cadenas, lobotomías y electroshocks; que tortura en su nombre incluso la inteligencia, la intuición, la genialidad y el arte, convencida de una cisura sin retorno que ha fundado el manicomio. Ese lugar siniestro en el que murió Jacobo Fijman, para quien los psiquiatras no saben nada de poesía: “Simplemente toman la temperatura de la piel, aplican el electroshock, dan los medicamentos como si se tratara de un almacén. Y olvidan que en el fondo la salud mental es una cuestión moral. Lo terrible es que nos traen al hospicio para que uno no se muera por la calle y luego todos nos morimos aquí” (1).

“No se olvide —continúa— que para la sociedad sigo siendo un loco, un incapaz de buenos juicios. Que debo, al menos en lo formal, aceptar el orden que se me impone, por injusto que sea”.

Fijman hizo de la demencia poesía. Escribió:

Demencia

El camino más alto y más desierto
Oficios de máscaras absurdas, pero tan humanas
Roncan los extravíos,
Tosen las muecas
Y descargan sus golpes,
Afónicas lamentaciones
Semblantes inflamados,
Dilatación vidriosa de los ojos
En el camino más alto y más desierto
Se erizan los cabellos del espanto
La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco
A lo largo del muro.
Cuerda de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz, a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
Tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilcha de loquero
Y ahorca mi gañote
Con sus enormes manos sarmentosas
Y mi canto se enrosca en el desierto.

Jacobo Fijman murió en el Borda. Pidió a su amigo Vicente Zito Lema que evitara que le abrieran el cerebro. Vicente lo salvó, en uno de los episodios más tiernos y más dignos de la historia de la locura, de la historia de la humanidad. Entró a la morgue y lo llevó a pulso hasta un coche fúnebre. Lo veló y lo lloró solo, toda la noche, en la Sociedad Argentina de Escritores. Honró su amistad y rescató de la indignidad a su amigo, al poeta y a la poesía, al Hombre.

El hospicio no cura: reprime, no entiende la sensibilidad ni el dolor; lo aplasta, sordo. Marisa Wagner enloqueció por la represión de la dictadura, por sus compañeros muertos de la militancia, y pasó doce años en distintos hospicios. Escribió en Los montes de la loca una serie de consejos para quienes, del lado de una cordura atroz, se acercan al manicomio fascinados por los despojos:

Consejos para visitantes

Si Ud. hace caso omiso
De nuestra sonrisa desdentada,
De las contracturas, de las babas,
Encontrará, le juro, un ser humano.

Si mira más profundo todavía,
Verá una historia interrumpida,
Que hasta por ahí es parecida…

Si no puede avanzar,
Si acaso le dan náuseas o mareos…
No se vaya…
Antes, por lo menos,
Deje los cigarrillos.

El 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental. Es una ocasión para pensar cuánto tardamos en entender la fatalidad destructiva de los manicomios. Cuánto tardó la Ley de Salud Mental. Que a veces se necesitan las pastillas, pero que el sufrimiento, que a veces adopta el rostro del delirio, se cura con amor, con afecto y con poesía.

(1) “Diálogos”, Vicente Zito Lema, Editorial Topía.

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