Un compañero vendedor ambulante, que se las rebusca diariamente para subsistir, me planteó no entender el proceder de personas que están sufriendo los tremendos ajustes y votan al gobierno.
¿Cómo poder explicarle que la llegada de la ultraderecha al gobierno, producto de una dirigencia chapucera, fracasada y corrupta, vino a instalarse como una corriente del pensamiento social? Lo cierto es que este sistema político no es novedoso en el mundo. En nuestro país, es una construcción metodológica que comparte “la matriz neofascista contemporánea: odio a los débiles, a los discapacitados, a los jubilados y se burla con crueldad de todo lo vulnerable”, así lo señala el psicoanalista y escritor Jorge Alemán.
Su argumento es claro: no es un retroceso democrático, sino la interpretación social de la realidad influenciada por emociones, donde predomina lo destructivo, como la motosierra que representa el castigo a la corrupción, a la casta, aunque haya motosierra sin sentido.
La acometida central del pensamiento libertario es oponerse a la intervención estatal en la economía y la vida social, marginando los derechos de segunda generación, diseñados para asegurar que todos tengan acceso a una vida digna. Esto lo vienen militando activamente los teóricos ultraderechistas a través de construcciones subjetivas y, a la luz del resultado del 26 pasado, es una batalla que vienen ganando.
¿Cómo se le puede explicar a un ciudadano más preocupado por cómo le pone una papa más a la olla familiar que la ultraderecha no solo está representada exclusivamente por el gobierno libertario? Existen además movimientos, redes sociales y organizaciones propagandistas que se nutren de esta ideología; como así también periodistas —tal vez algunos ensobrados y otros enfervorizados antipopulares— que los ciudadanos consumen, donde la radicalidad supera en mucho el código deontológico de un comunicador social.
Otro elemento importante que hace al crecimiento de la ultraderecha es el apoyo de los jóvenes, que no es un fenómeno aislado, sino un síntoma de un malestar social profundo con el sistema democrático y los partidos políticos, que producen una estructura desigual que perpetúa la precariedad y la desesperanza. Este sistema bajo sospecha deja en claro la responsabilidad de dirigentes que no dan respuestas firmes con compromiso honesto desde su acción política.
Son muchos los dirigentes que no entienden que la ultraderecha no es un fenómeno pasajero. Con sus narrativas en las elecciones de 2023 le abrieron las puertas al objetivo que persiguen: despolitizar la sociedad. Los dirigentes del peronismo parecen no haberse enterado de que la juventud transita una nueva época. Quedó claro en esta elección.
El miedo y la extorsión
Una pregunta válida es si el ciudadano de a pie vota por su nivel de padecimiento o vota por sus ideas de construcción de ciudadanía. Si la reacción es por sus problemas o por temor, prescindiendo de su idea, es un problema para esa construcción soñada.
En efecto, si una persona no asocia sus ideas con su padecimiento, estamos en presencia de una disociación, de modo que a esa persona le impide significar la injusticia como tal. Los resultados de las elecciones pueden tener variadas interpretaciones políticas, pero lo que hay que entender y analizar es el momento por el que atraviesa la persona para votar lo que vota.
Casi la mitad de los argentinos, que por la caída de sus ingresos se endeudaron para afrontar los gastos de primera necesidad —así lo señala el último informe del Banco Central sobre inclusión financiera—, a pesar de que desaprueban el rumbo económico, en este caso, si aplicamos el modelo de proximidad creado por el economista Anthony Downs, que sostiene que las personas votan por quien perciben más cercano a sus ideas, en esta ocasión no se convalida esa idea.
Lo que también es cierto es que no hubo un quiebre en la racionalidad de muchos. Frente a una oposición desarticulada y sin ideas, optaron por seguir apoyando a Milei. En esta elección intermedia, la gente dejó en claro que lo único que pretende es que se arregle su economía diaria. NO QUIERE QUE EXPLOTE TODO.
Otra cuestión es hasta dónde caló en la gente lo expresado por Trump: “Si Milei no gana, no hay apoyo de EE. UU. Los argentinos están muertos”.
El nodo miedo-violencias es reconocido desde siempre como un operador político transitorio, usado como organizador de la gobernabilidad. El miedo se convierte en un recurso para establecer prácticas que amplían la potencia represiva. El miedo adquirió estratégicamente una función de mantención del orden con una eficacia inédita, de modo que el miedo se planteó como portador de riesgo y amenaza. NO HAY GARANTÍA POR PARTE DEL TESORO NORTEAMERICANO SI NO GANABA MILEI.
Una semana luego del triunfo del gobierno, periodistas especializados especulan que el swap con el que el Tesoro de EE. UU. ayudó a Argentina para pacificar el mercado cambiario (no hay información oficial) permitió que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, recomprara los dólares que había vendido y ganara 200 millones de dólares con el carry trade “a medida” que le armó Caputo. Vergonzante. Es la lógica libertaria: ausencia de explicaciones y profundización de los argumentos de la élite financiera.
¿Y el peronismo?
¿Tiene alguna validez una autocrítica con el diario del lunes? Creo que hay que ir un poco más lejos de las explicaciones que surgen de las razones que se repiten ante una derrota. Lo que se debe hacer es retomar la preocupación que planteó ese compañero vendedor ambulante. Siempre una derrota electoral deja un espacio en modo reflexivo. Las preguntas que creo que el peronismo debe responder son: ¿cómo volver a representar a los compañeros?, ¿cómo se debe encontrar un liderazgo?, ¿cómo se vuelve a construir una alternativa para las mayorías?, ¿cómo se debe enfrentar a la ultraderecha?
Representar es más que hacerlo para una elección. Quedó claro en la elección del pasado 26: ¿a quiénes representaron los candidatos? Representar implica una reconfiguración de la esencia peronista. La crisis a la cual llegamos es por la decadencia de una narrativa que históricamente el peronismo fue estructurador y ordenador de la vida social. La construcción de esa narrativa requiere no solo de liderazgos comprometidos, sino del producto de la participación de todos los compañeros.
Ya no alcanza con el dedo y las cajas de plata enormes para arrogarse ser garantes de la protección del peronismo en su conjunto. Estas últimas elecciones perdidas demuestran que hay que construir una nueva relación con los compañeros a representar. Quedó claro que focalizarse en “construir con el dedo” una alternativa electoral, como lo hizo el pejotismo y algunos compañeros que buscan cómo ordenan sus posicionamientos para el 2027, es funcional a Frigerio/Milei.
Si el aparato partidario y los dirigentes responsables de la derrota de 2023 observaran los números de los últimos años, les permitiría entender el retroceso. Los números siempre resuelven algunas discusiones, puntualmente sobre quiénes conducen políticamente. Debemos modificar esta lógica.
Por último, si uno mira la campaña de los candidatos peronistas, el eslogan era “Frenar a Milei”. Pues bien, si esa es la propuesta, muestra que no hubo estrategia de cómo frenarlo. NO HAY ESTRATEGIA. Un peronismo sin estrategia es tierra fértil para la idea del gobierno: terminar con el peronismo o volvernos un partido conservador.
Si no cambia esa lógica el peronismo, ni siquiera una aspirina necesitará Trump para someter a los argentinos.
Luis Edgardo Jakimchuk






