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Represión a los jubilados: el curioso caso en que el gobierno supera a la dictadura
ImĆ”genes que otros medios prefieren ocultar revelan la brutal represión policial contra jubilados que, de forma pacĆfica, reclaman un presente digno. Con el āCura Pacoā como emblema de la violencia ejercida, el gobierno ampara a sus fuerzas de seguridad mientras criminaliza la protesta y despliega un dispositivo de miedo y mentiras propio de un rĆ©gimen cada vez mĆ”s autoritario.

Uno vuelve ser testigo, a travĆ©s de las imĆ”genes que ocultan otros medios, de la infame represión a los jubilados en la marcha de los miĆ©rcoles ācomo en el dĆa de ayer, miĆ©rcoles 7 de mayoā, incluyendo a un sacerdote conocido como el Ā«Cura PacoĀ», con inusitada violencia, como si hubiesen cometido un crimen atroz, por fuerzas policiales que actĆŗan como lobos esteparios cebados, casi gozando con infinita crueldad, protegidos por la impunidad que les brinda la deleznable ministra de Seguridad y fracasada Ā«montoneraĀ», Patricia Bullrich, que pretende criminalizar una protesta pacĆfica de los pobres mendigos del sistema, que son los jubilados, para intentar ācon la planificación del miedoā amordazar a la población, y ahora a los periodistas, y sobre todo fotógrafos, porque documentan con una claridad meridiana el cobarde ataque de fuerzas de todo tipo contra la protesta legĆtima por estar subordinados desde todos los estamentos: social, económico y policial, ser reducidos a seres desclasados del sistema que no deben atreverse a salir en defensa de sus intereses y de la posibilidad de un presente digno, porque el futuro para muchos de ellos ya existe como una entelequia impregnada de incertidumbre.
Pareciera que en nuestro paĆs, que ha derramado su sangre, no se recupera con facilidad de la pĆ©rdida de densidad histórica y polĆtica. Pareciera que la sangre que alimenta la vida se diluye en cada marcha ante la ignominia de semejante crueldad.
La crueldad siempre requiere de un dispositivo sociocultural que sostenga el accionar de los Ā«cruelesĀ», ya sean funcionarios o fuerzas de seguridad. El eje de ese dispositivo cruel es la mentira, que se disemina a travĆ©s de un periodismo infame y sodomizado como nunca se vio en la Argentina. Estamos viviendo bajo la tutela de un rĆ©gimen protofascista que, como tiene cada vez mĆ”s debilidad institucional y estĆ” manchado por una corrupción que abarca todos los estamentos del Estado, apela a la violencia polĆtica, policial y judicial para sostenerse ante la opinión pĆŗblica.
Y uno se pregunta: ĀæquĆ© peligro representaba el Ā«Cura PacoĀ» para la Ā«ley y el ordenĀ» como para que lo agredan en su rostro? ĀæQuizĆ”s un crucifijo, o simplemente el poder de la palabra contestataria? Ya le habĆan dicho que lo habĆan filmado. El policĆa que declaró por haber gaseado en la cara a una pequeƱa adolescente expresó que fue un caso de obediencia debida. Si esto es asĆ, tienen que ir presos el que cometió el acto y el funcionario que lo indujo.
Estamos en un peligroso clima de violencia polĆtica: verbal, simbólica y efectiva, que baja desde el Poder Ejecutivo con una verbalización degradante, que nos hace interpelarnos como sociedad: Āæhasta cuĆ”ndo la sociedad argentina podrĆ” soportar tanta degradación?
Y, desolados como estamos en este escenario ruin, nos preguntamos: en este lodo infernal, donde un rancho ya no se construye con bosta, ¿asà no habrÔ «casa» posible para nuestra apetencia de justicia social, dignidad y humanismo?
