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Venezuela: El verdadero rostro de la farsa electoral
En el intrincado escenario geopolÃtico electoral, pocos casos son tan ilustrativos de la dualidad y la hipocresÃa del sistema occidental como la injerencia de EE. UU. en la República Bolivariana de Venezuela. La narrativa oficial del imperio yanqui proclama una preocupación por la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, una observación detallada revela que, detrás de este discurso malintencionado, se esconden grandes intereses geopolÃticos y económicos, centrados en los vastos recursos energéticos y minerales que subyacen en el suelo venezolano, donde el petróleo juega un papel determinante en la acción de las polÃticas exteriores de las grandes potencias. Dicho esto, va de suyo que, en estas circunstancias, se apela a métodos legales e ilegales para alinear la polÃtica exterior de esos paÃses con los intereses de las élites dominantes.

En la foto: Edmundo González Urrutia, candidato a presidente por el antichavismo en sus años mozos, cuando era un agente de la CIA
Precisamente, las últimas elecciones en Venezuela tuvieron todos los matices para confundir a la opinión pública mundial, dominada por la hegemonÃa comunicacional de los paÃses imperiales. Luego de una discusión profusa sobre la publicación o no de las actas electorales, surgió información inédita que demuestra la falsedad en la construcción de los candidatos. Esto comenzó con la insólita proclamación de un «candidato» a presidente, Juan Guaidó, elegido por la oposición en una improvisada acción polÃtica en una plaza pública, ungiéndolo como presidente «paralelo». Un absurdo total.
Pero por si esto fuera poco, las últimas elecciones en Venezuela fueron una inteligente pieza de «guerra electoral» en la que los medios de comunicación desempeñaron un rol fundamental. Si debiéramos creer a esos medios de «desinformación» continental, estas elecciones fueron una lucha maniquea entre el bien y el mal. Mientras se denominaba al candidato oficialista, Nicolás Maduro, se caracterizaba al candidato opositor, Edmundo González Urrutia, como un abuelo de tierna mirada piadosa, y a su sostén polÃtico, MarÃa Corina Machado, como una mujer de fuerte carácter.

Edmundo González Urrutia y su sostén polÃtico, MarÃa Corina Machado.
Sin embargo, la mentira no puede sostenerse en el tiempo sin ser descubierta en un mundo periodÃstico donde la verdad es un valor indiscutible. Esta verdad, cuando está en juego el destino de una nación, adquiere un carácter siniestro. Vayamos al grano:
El candidato opositor, Edmundo González Urrutia, fue y sigue siendo un agente encubierto de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de EE. UU., cuya fecha de ingreso data del 21 de enero de 1980, con el rango de oficial ejecutivo, como lo demuestra una fotografÃa que lo acredita como tal.
Su pasado es aún más siniestro: entre 1981 y 1983, González fue el número 2 de la Embajada de Venezuela en El Salvador. DependÃa directamente del embajador Leopoldo Castillo, formado en la infame Escuela de las Américas.
González es el tÃtere de MarÃa Corina Machado, la figura de facto y mujer fuerte de la oposición de extrema derecha. Los medios de comunicación ocultan que no se le permitió presentarse como candidata en las elecciones. Sencillamente, porque en 2002 firmó un decreto aprobando el golpe de Estado contra Hugo Chávez. Machado ha recibido abiertamente dinero de la NED, que es una rama de la CIA. Además, ha defendido abiertamente el bloqueo económico contra Venezuela y ha pedido, insólitamente, una intervención militar de EE. UU. e Israel en su paÃs. En 2014, Machado encabezó una campaña de violentas protestas callejeras y bloqueos de carreteras por los «guarimbas», mercenarios provenientes de dentro y fuera del paÃs, como Colombia, financiados por la CIA. En estos sucesos se atacaron hospitales, escuelas, universidades y centrales eléctricas. Machado, junto al autoproclamado presidente Juan Guaidó, operó para la privatización de empresas venezolanas en el exterior, lo que le significó al paÃs una pérdida de US$ 34.000 millones.
Machado también participó en 2015, dos dÃas después de las elecciones que ganó Chávez, en una reunión con George Bush y un asesor de Biden, para diseñar una estrategia a futuro. La conquista de Venezuela es una decisión de alta estrategia para EE. UU., ya que, en un mundo en guerra, el petróleo es la «sangre» que alimenta a los «dráculos» del imperio anglosajón.
Otro aspecto que se oculta para completar este siniestro cuadro de conspiración son los intentos de desestabilización desde el extranjero. Dos dÃas antes de las elecciones, un comando armado intentó sabotear una importante central eléctrica. Si hubiese tenido éxito, siete provincias del este habrÃan quedado sin electricidad durante semanas, lo que habrÃa impedido el voto electrónico en esas provincias, que, ¡oh casualidad!, son adherentes al chavismo. Asà de lejos llega la conspiración, sin contar con el ciberataque masivo desde Colombia y EE. UU., que afectó a varias instituciones, entre ellas el Colegio Electoral, encargado del recuento de votos. No se vayan a creer que esta es la última operación de los «buitres» internacionales. No serÃa extraño una operación de «falsa bandera» en el lÃmite con Guyana para un desembarco de los «marines». La propia historia lo confirma.
