Según Gorsky, la mayor dificultad se observa en los alquileres de menor valor, monoambientes o de un dormitorio, destinados generalmente a jóvenes o parejas que buscan independizarse. “Los inmuebles chicos de entre 200 y 300 mil pesos, resultan inaccesibles para cualquier asalariado que percibe menos de 500 mil, simplemente porque no le dan los números”, explicó. Por lo tanto, mientras las propiedades más económicas permanecen vacías, sobra la oferta y falta demanda, las casas con alquileres entre 500 y 700 mil pesos, que suelen alquilar familias con dos ingresos, son las más requeridas.
En igual sentido, el martillero advirtió que la oferta se incrementó también porque muchas propiedades que estaban en venta comenzaron a volcarse al alquiler bajo modalidades flexibles, con cláusulas que permiten retirarlas del mercado si finalmente se concreta el negocio. “La situación cambió y otra vez vamos a ver en la calle muchos carteles de alquiler”, anticipó.
Por otro lado, la actualización de los contratos de alquiler, un dolor de cabeza para muchos inquilinos, ahora resulta mucho más moderada que en los años de alta inflación. “El ajuste trimestral por IPC en septiembre fue del 5,11%, el cuatrimestral 8,03%, el semestral casi 15% y el anual 36,57%”, detalló Gorsky, y recordó que “en un momento hablábamos de aumentos de casi el 200% anual, mientras que los sueldos prácticamente no se actualizaban, lo que dificultaba enormemente renovar un contrato”. Por suerte, “ahora los porcentajes bajaron considerablemente, lo que representa un alivio relativo tanto para quienes deben renovar como para los nuevos inquilinos que buscan vivienda”.
En síntesis, el panorama muestra un mercado que fluctúa constantemente: hoy hay más oferta en propiedades pequeñas, menos demanda y una mayor concentración de interesados en inmuebles medianos y grandes. La diferencia con años anteriores es evidente, y refleja tanto la presión sobre los salarios como los cambios regulatorios y económicos que afectan a propietarios e inquilinos por igual.