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La necropolĂtica de la crisis educativa
la educaciĂłn, atravesada por el mercado, la tecnologĂa digital y las polĂticas neoliberales, se convierte en un dispositivo de control que vacĂa de pensamiento crĂtico a las sociedades y profundiza la ignorancia funcional al poder.

El mundo actual está asistiendo a una crisis educativa sin precedentes, porque ningĂşn ser humano puede lograr concebir el mundo como ente total. Nadie nace sabiendo, pero es responsabilidad de quienes lo trajeron proporcionarle el mĂnimo conocimiento y orientaciĂłn para que el saber no quede más que como una representaciĂłn simbĂłlica.
Ahora bien, no todo saber es ley, pero implica que, en la misma medida, todo saber ha de ser construido desde un marco de comprensión de la realidad tan amplio que limite al máximo las posibles inconsistencias a las que cualquier humano puede quedar expuesto. Sin embargo, negar desde el absurdo, negar la existencia misma de lo real, configura cada vez más la mentira como verdad. Es por eso que la crisis educativa, a través de las narrativas preformadas, llegará siempre a conclusiones equivocadas.
El desarrollo de nuevas tecnologĂas, que permiten interpretar ingentes cantidades de informaciĂłn en muy poco tiempo y supuestamente en forma exacta, no parece facilitar de manera real las actividades humanas. Por el contrario, implica perder la capacidad de comprender la realidad y, por ende, la capacidad de expresar aquel conocimiento que se incorpora. ÂżY por quĂ© sucede esto? Porque no se enseña a desarrollar el pensamiento crĂtico.
La crisis educativa en una sociedad deriva, ante cualquier dificultad, en una actitud de desesperanza, que llena ese vacĂo con las ilusiones creadas por los constructores de la mentira, sostenidas en el supuesto “valor” de la falsedad y en la validaciĂłn automática de cualquier tipo de afirmaciĂłn que se realice sobre la realidad.
Existe una afirmaciĂłn muy difundida, sobre todo en la polĂtica: para transformar al mundo es necesario comprenderlo. Pero comprenderlo es muy diferente a interpretarlo. Es necesario que la educaciĂłn polĂtica, que no es una sustancia etĂ©rea de voluntad de involucramiento en la arena polĂtica, sino que está determinada por la lĂłgica del modo de producciĂłn dominante y su ideologĂa, sea entendida en su raĂz.
Desde hace dĂ©cadas, en un mundo globalizado y regido por el capitalismo, la educaciĂłn está sometida a la dictadura del mercado. Sus sistemas educativos son evaluados con criterios de “eficiencia”, “productividad” y “competitividad”, categorĂas tomadas de la casta empresarial y aplicadas por los grandes centros de poder a la arquitectura pedagĂłgica. La educaciĂłn se convierte asĂ en un adiestramiento mercantil y no en una formaciĂłn humana y universal.
Y uno se pregunta entonces: Âżpor quĂ© hay tanta ignorancia en cosas vitales para el desarrollo humano? Nunca hubo tanta informaciĂłn disponible, ni tanto acceso al conocimiento “chatarra”, y, sin embargo, nunca la ignorancia fue tan funcional al poder. En lugar de promover el conocimiento profundo, se fomenta la hiperconexiĂłn sin reflexiĂłn. En lugar de pensamiento crĂtico, se impone la lĂłgica del “clic”.
El capitalismo digital, con sus algoritmos de segmentación y control, ha introducido una nueva dimensión en la crisis educativa: la colonización tecnológica de la conciencia. Mucha “basura” en las cabezas para que nada cambie.
No es casual que en los gobiernos neoliberales de todo el mundo se hayan aplicado polĂticas de austeridad que desfinancian la educaciĂłn pĂşblica (Menem, Macri, Milei). En el Foro de Davos de 2016 recuerdo que Mauricio Macri le quiso vender la educaciĂłn pĂşblica a un empresario en 5.000 millones de dĂłlares.
Desde los años 80, Thatcher y Reagan, siguiendo los dictados del FMI y el Banco Mundial, promovieron el modelo de eficiencia educativa basado en recortes, privatización, descentralización y desfinanciamiento.
En muchas aulas, bajo el disfraz del pluralismo, van penetrando ideologĂas reaccionarias, discursos de odio y camuflajes ultraderechistas que intoxican. Se simula progresismo mientras se vacĂa de contenido crĂtico a las ideas. Incluso, a nivel mundial, se llega a disputar el sentido mismo de la democracia y de los derechos humanos.
No quieren que los jĂłvenes sean exploradores de la polĂtica y la cultura como vehĂculos posibles para soñar futuros diferentes.
