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La libertad no es un problema chico
El 23 de agosto se apagó la voz y la pluma prodigiosa de Bernardo Mitnik, es decir, Chico Novarro. La música y la canción entraron en sus oÃdos por la dulce voz de su madre, Rosa Lerman, que rememoraba en idish esa Rumania natal en la que su padre cantaba tan bien y tan fuerte que era escuchado por las aldeas vecinas.

De Chico, el tango, el jazz y después, en su vida, todos los géneros llenaron de alegrÃa y creatividad la vida de Bernardo, que fue desplegando su vena talentosa y su inventiva en una dispersión prodigiosa de géneros, especialmente el bolero, con producciones memorables. Sin embargo, su tránsito por la vida hubiera valido ya la composición «Carta de un León a otro», una canción profunda y conmovedora, escrita en los 70 y popularizada en los ochenta por Juan Carlos Baglietto. Plena de metáforas que disparan una multiplicidad de sentidos e interpretaciones, bien podrÃa haber sido inspirada por la triste carta de un preso polÃtico en Uruguay, como por la atribulada reflexión de la tendencia humana a construir zoológicos y circos, de la cruel pulsión de dominio y sometimiento. De la piedad por los animales encerrados y de la piedad por la pobreza espiritual de quienes los encierran. De las cárceles y los látigos y de la libertad, como una búsqueda natural de humanos y «fieras». De ese valor trascendente pero no absoluto. Porque no hay libertad en la selva, como no la hay en las sociedades en las que «el hombre es lobo del hombre», en las sociedades tramadas por la destrucción y la explotación del hombre (y los animales y la naturaleza) por el hombre. Por un individualismo exacerbado que se traduce en crueldad o indiferencia. Que confunde la libertad con la desesperación que se despierta en los lÃmites de la supervivencia. Que no la supone como ausencia de necesidad, en un contexto de igualdad de oportunidades. Solo allà la libertad adquiere su verdadero sentido, al entramar sus hilos con los de la dignidad humana. Cuando no es puro egoÃsmo y desprecio por el otro, sino que se ata a la responsabilidad de cada uno por el destino colectivo.
Aunque los «leones» actuales rujan el aliento pútrido de una libertad que degrada al hombre, no perdemos la esperanza de que ese dÃa, en el que podamos volver a la naturaleza para amarnos libremente, y no haya más zoológicos de gente, ese luminoso dÃa, venga llegando.

2 comentarios
Marta
Ojo… en el fanatismo, tampoco hay libertad. Decidir -como cada uno desee, sin que nadie interfiera- eso, eso sà es libertad.
Orlando
..siempre esperando tus palabras Sergio,en estos momentos tan desesperantes,de ambiciones crueles,un abrazo