En nuestras sociedades, desiguales y sumidas en un orden injusto, la democracia —entendida como el gobierno de la mayoría a través de sus representantes— debe ser necesariamente sinónimo de transformación. Por eso, quienes se han beneficiado de ese orden injusto y han acumulado riquezas obscenas a costa del sufrimiento y la miseria de grandes porciones de nuestro pueblo han chocado siempre con la democracia y los procesos populares de transformación. Así fue que recurrieron a los golpes cada vez que un gobierno de carácter popular trastocó o intentó trastocar el status quo que los ubicó como los privilegiados de la Argentina.
Cristina Fernández de Kirchner y Néstor Kirchner fueron los líderes que condujeron y encauzaron esa voluntad transformadora de nuestro pueblo hace una década. Estuvieron al frente de un proceso de 12 años que, con aciertos y errores, permitió que los trabajadores, los humildes y la gran mayoría de la sociedad vivieran mejor. Llevaron dignidad y oportunidades a millones; transformaron una Argentina que estaba devastada luego de la experiencia neoliberal. Y para hacer eso, claro, hubo que tocar intereses y enfrentar al poder real de nuestro país.
Esa experiencia y ese antecedente es lo que condena a Cristina. La condenan por lo que hizo y por lo que puede llegar a hacer, porque ven en su existencia política un riesgo para sus privilegios. Porque Cristina, con sus aciertos y errores, es sin duda la síntesis y el principal ordenador de la potencia de nuestro pueblo. La condenan a ella, pero en realidad lo que buscan es condicionar la democracia: buscan que el pueblo elija, pero que lo haga dentro de un marco de opciones y en los límites que ellos determinen.
El poder fáctico sabe que el modelo de Milei es insostenible y que su implosión es solo cuestión de tiempo. Por eso quieren a Cristina afuera de la cancha y al peronismo dividido. El mensaje es claro: quien se atreva a cuestionar el orden del que nuestras oligarquías usufructúan hace más de 200 años, seguirá pagando un precio muy elevado. Le pasó a Perón, le pasó a toda una generación en los ’70, y hoy le toca a Cristina.
Sin embargo, como expresó la propia ex presidenta y como la historia marca, el pueblo es una marea incontenible. La unidad de los sectores populares, la solidaridad de las organizaciones y la conciencia de nuestro pueblo nos darán nuevas jornadas de victorias. Lo demostró Perón, lo demostró Lula, lo demostró Néstor y Cristina. Por mucho que lo intenten, no nos han vencido.
Sergio Elizar es Secretario General de la CTA de los trabajadores- Entre Ríos y concejal de Paraná