La intención de los gobiernos de Francia y Reino Unido de mandar tropas a la frontera de Rusia con Ucrania es un acto suicida, perpetrado por hombres sin imaginación y analfabetos geopolíticos que se creen omnipotentes por haberse considerado el ombligo del mundo durante siglos. Hoy la realidad es otra. Pero la soberbia y el temor de quedar como países fuera del orden mundial de dominación en este proceso irreversible, sumado a la decadencia económica por un proceso de desindustrialización, corrupción y atraso tecnológico, hacen que sus decisiones sean rayanas en la irracionalidad y puedan terminar en un holocausto impensado.
Hay que dejar de disimular con las narrativas de la seguridad europea amenazada por una posible invasión rusa. Lo que están haciendo con el apoyo al títere Volodímir Zelenski, presidente con mandato vencido en mayo de 2024, con el fin de provocar a la Federación Rusa, es una auténtica locura. Tienen que entender que, si Europa ha quedado desnuda ahora, cuando Donald Trump ha girado en su posición estratégica, es porque los dirigentes europeos no han promovido nunca una auténtica política de defensa, sino que se han dedicado a propiciar que el gasto militar sea lo mismo que para ellos es Europa: un gran negocio para las grandes empresas de armamentos y los bancos.
Para que ello ocurriera, fue necesario inventar un «enemigo» para justificar el gasto multimillonario que va a producir más deuda, la cual van a solventar los mismos de siempre: los ciudadanos. El problema nace cuando siempre han sido serviles al paraguas protector que les proporcionaba EE.UU. Pero ahora, con el «giro» de Trump, se dan cuenta de que están «desnudos» militar y económicamente.
El supuesto rearme es un «bluff» porque están atrasados más de quince años en tecnología militar para luchar contra el ejército más poderoso del mundo, con una nueva tecnología misilística que ni siquiera EE.UU. posee. Europa ya ha gastado 350.000 millones de dólares. Por eso piden recaudar 800.000 millones más, algo que es imposible, sobre todo si se basa en el aumento de impuestos a una población que durante décadas vivió una vida de prosperidad y ahora vislumbra un escenario de decadencia total.
El supuesto peligro de invasión rusa se eliminaría si se le diera a Rusia el lugar que debería corresponderle en las instituciones y en los acuerdos internacionales, y si se negociara respetando lo que se firme. Sin embargo, los países de la Unión Europea no han cumplido ninguno de los tratados, como los de Minsk 2014 y 2015.
No nos olvidemos de que las dos guerras mundiales comenzaron en Europa. No soportan que las condiciones del acuerdo de paz las ponga Rusia. Vladímir Putin pretende que la solución garantice la seguridad existencial de Rusia, eliminando sobre todo las causas que provocaron el conflicto. (Habría que preguntarle a Washington, a Joe Biden, a Barack Obama y a Hillary Clinton, que fueron quienes lo planearon a través de Ucrania).
Hay que entender, desde la lógica geoestratégica, que Rusia nunca quiso invadir Europa. Ni quiere ni le conviene. ¿Para qué, si Europa ya no representa el futuro ni tiene recursos naturales, que a Rusia le sobran? La proyección de Putin es hacia el continente asiático, mientras hace negocios con todo el mundo pese a las sanciones.
No hay que creer en la narrativa de los medios occidentales, salvo excepciones, que fueron cooptados por la USAID de Washington y por George Soros en Europa.