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Las élites europeas se espantan ante la estrategia de Seguridad Nacional de Donald Trump

La publicación de la más reciente Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de los Estados Unidos ha provocado un verdadero colapso entre la clase política y los think tanks europeos. De Berlín a Bruselas y Varsovia, es un solo lamento desconcertado por el hecho de que los EE. UU. parezcan anteponer sus propios intereses y ya no estén dispuestos a desempeñar el papel que se les había asignado como garantes incondicionales de la seguridad de Europa luego de la Segunda Guerra Mundial.

Ricardo Monetta

22 diciembre, 2025

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4:53 pm

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El canciller alemán Friedrich Merz considera que la estrategia de EE. UU. resulta “inaceptable” y que su descripción de Europa es errónea. Por su parte, el primer ministro polaco, Donald Tusk, ha considerado necesario hacerle recordar a los Estados Unidos que los dos aliados se enfrentan a los mismos enemigos, lo que se trata de una alusión inequívoca referida a Rusia o China, y que esa intención es la nueva distensión de las relaciones con Moscú. Los europeos quieren seguir la guerra con Ucrania, pero ignoran que, sin la participación de EE. UU. en la facilitación de dinero, armas y la información satelital de los objetivos rusos, la guerra ya hace varios meses que hubiera finalizado.

En realidad, aunque les duela a los europeos, ni a Rusia, ni a China, ni a EE. UU. les interesa la suerte de Europa: es la lógica de la realpolitik imperial. Por eso viene encareciendo la “histeria” en las narrativas, donde se pretende presentar a la Unión Europea (una creación de los EE. UU. para tenerla bajo control) como el “último bastión” de la democracia y la libertad, asediada por una “camarilla de belicistas rusos” y políticos de la MAGA de Trump. Esto es casi una terapia a escala continental.

Revela además una clase política que se enfrenta al fin de su modus operandi preferido: lo que alguien denomina “primacía vicaria”, lo cual se puede definir asimismo como una primacía por delegación, una ilusión de fuerza derivada del papel de Europa como socio “menor” de EE. UU. O sea, para hablar en términos de actualidad, los europeos actuaron como vicehegemones de los EE. UU., compartiendo la “autoridad moral” (sic) y la influencia diplomática de Occidente, mientras externalizaban en Washington el trabajo real de seguridad, disuasión y política de grandes potencias.

Para las élites europeas, el triunfo de Trump en 2016 no fue una advertencia clara de la expiración de ese consenso bipartidista en Washington, sino una aberración transitoria. Por consiguiente, la respuesta no fue una carrera hacia la autonomía estratégica de Europa, sino una mezcla de esperanza de que el “Estado profundo” (deep state) controlara a un presidente rebelde como Trump y de apaciguamiento ante él.

El fracaso del E3 —Reino Unido, Francia y Alemania— a la hora de mantener el acuerdo con Irán en materia nuclear, en 2015, que Trump abandonó en 2016 por presión de Israel, ejemplifica el enfoque de EE. UU.

La elección de Biden en 2020 pareció renacer las esperanzas de un retorno a la normalidad para Europa. Hoy, los políticos europeos mayoritarios se aferran a la idea de que Marco Rubio o Ted Cruz como presidentes, o un nuevo demócrata en 2028, resucitarían el consenso neoconservador/intervencionista liberal que hizo tan “cómoda” su “hegemonía vicaria”.

Esa negación viene siendo alimentada por saboteadores del propio partido de Trump, ya que figuras como Mike Pompeo se afanan por sabotear los esfuerzos para poner fin a la guerra en Ucrania.

Los políticos europeos acuden en masa en busca de respaldo en Washington, donde hay voces del establishment, como los miembros del Instituto Republicano Internacional, hasta expertos antirrusos como Max Boot, que desestimó la parte de la NSS.

Por consiguiente, la corriente dominante europea no ha hecho ningún esfuerzo serio por comprometerse con el diverso mundo de la MAGA de Trump, inclusive sus paleoconservadores y libertarios contrarios a la guerra. Prefieren la vieja comodidad en la vieja Cámara atlantista, con U$S 50.000 dólares al mes y todos los privilegios.

¿Y por qué pasa todo esto? Porque les aterra la autonomía estratégica si EE. UU. les suelta la mano. Les obligaría a hacer lo que siempre han evitado: pensar seriamente en la Defensa, lo que implica, ante todo, evaluar si son o no ciertas las amenazas, y no solo destinar fondos del presupuesto de los países para los contratistas de defensa en Ucrania.

Las iniciativas diplomáticas europeas para poner fin a la guerra en Ucrania parecen más bien orientadas a eliminar el plan de paz de Trump que podría llegar a un acuerdo con Rusia.

Pero el infiltrado que manipula todo esto es el Reino Unido, verdadero formador de Zelensky, para lograr ser “invitado” a la mesa a la hora del reparto de una Ucrania vencida.

Ya han pedido su lugar en ese reparto Larry Fink, principal accionista de BlackRock, y otros fondos de inversión que ya habían tratado con Zelensky, quien les vendió tierras nacionales.

La nueva NSS, con su lenguaje directo y su clara priorización del hemisferio occidental, ya que está siendo desalojado en Eurasia y África, está sujeta a una “imperiosa Doctrina Trump” y debe llamar la atención, si no fijarse en Venezuela.

Y también cuando se refiere a la perspectiva europea como un “borrado civilizatorio”.

Lo dice crudamente la NSS: que Europa, con un declive económico sin freno, pareciera encaminarse a la desaparición como civilización.

La ironía es profunda, porque la UE lleva mucho tiempo instrumentando una retórica similar, justificando la intromisión e injerencia en países proxy a Rusia, como Ucrania, Moldavia, Georgia y Armenia. Pero además, los líderes europeos de última generación califican en forma grosera, por ejemplo, el bombardeo de Israel sobre Irán: en boca de su canciller Merz (nieto e hijo del nazismo) opinaba que Israel hacía el trabajo “sucio” por todos nosotros (sic).

Lo mismo que el resucitado presidente Alexander Stubb plantea el conflicto con Rusia en términos existenciales de civilización. O sea que Europa, que siempre se consideró el “ombligo” del mundo, se enfrenta a un eco indeseado de su propia historia.

En caso de que los Estados Unidos sigan adelante a pesar de las objeciones europeas, algunos han planteado la “opción nuclear” financiera: deshacerse de las reservas del Tesoro de EE. UU. en los bancos centrales británico, alemán y francés.

Europa, por su propia arrogancia y supremacismo ancestral, ha iniciado ya un camino sin retorno en el nuevo orden mundial. La Historia los demandará por haber construido sus realezas a costa de millones de esclavos por el mundo.

Fuentes: Prensa Alternativa

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