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Nota escrita por: Ricardo Monetta
29 julio, 2025

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Las vaquitas siguen siendo ajenas: retenciones, privilegios y poder en la expo de la Sociedad Rural
Por: Ricardo Monetta
En el marco de la Exposición Rural en Palermo, los discursos encendidos volvieron a poner sobre la mesa un viejo conflicto de fondo: cómo se distribuye la renta diferencial de la tierra en la Argentina. Desde la histórica entrega del poder tras la Batalla de Pavón, Martines de Hoz y la dictadura, hasta los pactos entre el gobierno de Milei y la Sociedad Rural, Monetta repasa la persistencia de una clase dominante que, entre privilegios heredados y evasión fiscal, sigue decidiendo el rumbo del país.
Por: Ricardo Monetta

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Los argentinos hemos vivido desde sus orígenes muchos conflictos suscitados entre el Gobierno Nacional y las diversas organizaciones agropecuarias, eso que llaman «el campo». El origen de la cuestión estaba dado por quién se llevaba la mayor parte de la «renta agropecuaria» que se explotaba en esa zona de la naturaleza llamada «Pampa Húmeda», zona privilegiada por la calidad de sus tierras feraces, a lo cual se agrega una cercanía a los puertos de ultramar y un clima favorable para la producción de carnes y cereales. Este «privilegio» viene desde muy lejos en el tiempo histórico, y fue la base en la que se sustentó su riqueza y su poder la clase dominante, a partir sobre todo de su triunfo en la Batalla de Pavón, donde Urquiza prácticamente le entregó el triunfo a las huestes de Mitre, abandonando inexplicablemente el campo de batalla.

Fue entonces que el poder central pudo hacer sus negocios con las empresas ferroviarias británicas y las élites dominantes. La renta agraria diferencial proveniente de esos bajos costos quedó entonces en manos de un reducido grupo de terratenientes, los cuales, a su vez, no constituían una burguesía, sino una clase «parasitaria» y ausentista que despilfarró esa enorme riqueza en parte cediéndola a los ingleses, a través de bajos precios, y en parte en residencias faraónicas y viajes a Europa por doquier. Pero en vez de impulsar un capitalismo autónomo, que hubiese podido desarrollar la industria pesada, la oligarquía prefirió someter a la Argentina a la División Internacional del Trabajo, asignándole un destino «semicolonial», como está sucediendo ahora a través de este gobierno entreguista.

De esa «renta agraria diferencial» no se discute ahora en los ámbitos de debate político, aunque se trate de la «pieza clave» del coloniaje externo y del privilegio interno. Por esta razón gran parte de la sociedad argentina no comprende la historia que se ha vivido, ni los conflictos presentes. Así es, la historia nos explica, porque en el negocio agropecuario, aunque el Estado les aplique las «retenciones», continúan produciendo con notables ganancias, rechazándose el argumento tan común de «que el Estado no puede apropiarse de una parte del precio», pues es una ventaja comparativa que es de todos los argentinos.

Por eso tanto Clarín, Monsanto, La Nación, junto a la Sociedad Rural, orquestaron una «narrativa» que la política se encargó de difundir y convencer a la sociedad, de una complicidad manifiesta también con sectores del gremialismo, para combatir el desarrollo industrial.

Nunca tan cierto el dicho de la canción de Atahualpa Yupanqui: «Que las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas». Pero volvamos al presente y a los encendidos discursos de la Exposición Ganadera de la Sociedad Rural de Palermo, donde su presidente, Pino, le casi arrancó un decreto de rebaja de tres puntos en las retenciones.

Pero ¿qué son las retenciones? Fundamentalmente, este impuesto grava la venta externa de productos elaborados en la tierra (trigo, maíz, girasol, soja) o bajo la tierra (minerales, hidrocarburos, etc.). Es decir, productos vinculados a la propiedad privada de la tierra, por lo que las retenciones apuntan a controlar una porción de la renta de la tierra. Esta, como recurso económico, es un bien irreproducible. No hay posibilidad de fabricar suelo cultivable, por lo tanto, aquellos y sus descendientes que se apoderaron de la tierra hoy reciben, por el hecho de ser sus dueños, un ingreso denominado renta diferencial que paga toda la sociedad.

Pero veamos cómo es de desigual la distribución de la tierra en la Argentina: según el Registro Nacional de Tierras Rurales, creado por la Ley N.º 26.737 del año 2011 y derogada por este gobierno autoritario mediante el DNU 70/23, el 0,8 % de los propietarios poseen el 33,89 % de la superficie total, con una extensión promedio de 22.000 hectáreas. El otro 99,11 % de pequeños propietarios se reparten el 66,11 %. ¿Cuánta desigualdad, no?

Pero hay más todavía: el mismo registro afirma que 26 millones de hectáreas, de las 266.707.361 hectáreas de tierras rurales que dispone el país, están en poder de solo 1.200 titulares, de las cuales 11.790.229 hectáreas corresponden a firmas extranjeras, y de ellas, 1.877.885 hectáreas son propiedad de firmas argentinas que tienen domicilio fiscal en los paraísos fiscales ¡¡(Y después lloran y cortan rutas cuando están evadiendo impuestos!) ¡Viva la Patria, aunque yo evada!

En la jornada de Palermo, tanto el presidente de la Rural, Pino, como Milei se tiraron con «flores», ya que ambos se necesitan: tanto electoralmente como por la liquidación de la cosecha, que el gobierno necesita para llegar sin apremios en lo que a las reservas en dólares respecta. Y el presidente Pino aprovechó para comprometerlo con más bajas en las retenciones.

Este conflicto no está resuelto, ni mucho menos. El «campo» siempre prefirió a gobiernos de derecha, cualquiera sea su origen. Tan es así que en 1976 el conflicto estaba latente y la Sociedad Rural, junto a los militares traidores a su patria, orquestaron un golpe de Estado. Se encolumnaron detrás de los militares para proporcionarles los cuadros más importantes, con José Martínez de Hoz a la cabeza en el Ministerio de Economía, y todos los ministerios institucionales, lo mismo que la UCR, como «colaboracionistas» de la primera hora, ya que los usurpadores del poder no tenían cuadros políticos formados y se ocuparon de las gobernaciones.

El plan de Martínez de Hoz logró que inclusive se aplicara en democracia en los tiempos de Menem, cipayo de EE.UU., igual que los Menem de ahora, que se han refugiado en el Congreso para seguir viviendo del Estado.

Una de las cosas que más me indignó fue el desfile de un caballo criollo con un gaucho nuestro portando una bandera de EE.UU.

Entonces comprendí que, junto con el cínico embajador Peter Lamelas y la bandera yanqui, comenzaba la recolonización de la Argentina. (¿?)

Tienen razón los que dicen que «la patria es el otro». Solo que el «otro» no es un semejante nativo, sino uno que viene del Norte. Cuando los conquistadores europeos llegaron a estas tierras, se encontraron con los «naturales» del lugar y les hicieron saber que tomaran la Biblia y cerraran sus ojos. Cuando los abrieron, los indios tenían la Biblia… y los conquistadores, la tierra. ¿Les suena?

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