Ese marco, desde ya, debe tener la impronta del ideario radical: con justicia social, con defensa de los más vulnerables, con democracia republicana y con federalismo auténtico. No hay margen para ambigüedades frente a un gobierno como el de Javier Milei, que bajo el pretexto de una baja transitoria de la inflación, ejecuta el ajuste más salvaje de la historia democrática reciente. Este modelo ha generado una concentración obscena de la riqueza, una licuación feroz de jubilaciones, un deterioro inédito del salario real, el vaciamiento de la salud y la educación pública, y la destrucción de organismos estratégicos como el CONICET, el INTI, el INTA y el Hospital Garrahan.

El deterioro institucional también es alarmante. Avanza una agenda de represión encubierta, con vigilancia sobre redes sociales, persecución al periodismo y una concentración de recursos en áreas como la reflotada SIDE. Todo ello acompañado por una política de seguridad más pendiente del show mediático que de combatir el narcotráfico o promover una estrategia nacional en prevención del delito. Al mismo tiempo, se vulnera el federalismo: recorte de coparticipación, eliminación de subsidios, paralización de obras públicas y asfixia a las provincias.

En este contexto crítico, la UCR Entre Ríos no puede seguir siendo funcional ni cómplice de un modelo contrario a sus principios. La alianza “Juntos por Entre Ríos” fue meramente electoral, como consta en el acta constitutiva. No participamos de una coalición de gobierno, no cogobernamos con Frigerio, y no integramos ninguna alianza orgánica con el PRO.
El PRO, en cambio, sí ha decidido avanzar formalmente en un acuerdo con La Libertad Avanza. Ya no es una especulación: Mauricio Macri lo confirmó públicamente, diciendo que “la prioridad es ayudar al gobierno para que tenga éxito”. Hay alianza sellada en varias provincias, como Buenos Aires. Funcionarios compartidos, legisladores que votan al unísono, y una convergencia estratégica en todos los niveles. Una alianza con el PRO hoy significa, por carácter transitivo, asociarnos con el mileísmo. Sería una hipoteca ideológica que el radicalismo no puede asumir.

Milei no representa un camino de diálogo democrático ni una utopía social a construir —como proponía Alfonsín en 1983—, sino la imposición dogmática de un modelo fracasado, cerrado y autoritario.

Nos venden un software importado de la Escuela Austríaca como si fuera verdad revelada, cuando en realidad el experimento nos acerca peligrosamente a modelos como el de Orbán en Hungría, Maduro en Venezuela o el autoritarismo institucionalizado de Formosa. Se persigue la crítica, se suprimen derechos y se glorifica la concentración del poder.

Como radicales, no podemos acompañar esa deriva. Debemos impedir que una cúpula partidaria sin mandato congresal imponga una nueva alianza electoralista sin programa, sin valores compartidos, sin debate público. No repitamos el error de reducir la política a la repartija de cargos. La UCR debe volver a ser Lista 3, debe recuperar su independencia, su coherencia, su identidad. Como dijo Yrigoyen: “Que se pierdan cien gobiernos, pero que se salven los principios.”

El Congreso Partidario es la autoridad máxima del radicalismo entrerriano. No puede ser una escribanía. Debe ser el espacio donde se debatan de frente los rumbos de nuestro partido. Debemos salir del cortoplacismo y recuperar el coraje de las grandes decisiones. El radicalismo no nació para ser furgón de cola de nadie.

Convocamos a cada congresal a levantar la voz de las bases. A organizar reuniones locales con afiliados, charlas abiertas, encuentros de formación. A movilizar al radicalismo entrerriano para que vuelva a hablar con la sociedad. A continuar la obra inconclusa de construir una Argentina más justa, solidaria y democrática, como soñaron Alem, Yrigoyen, Illia, Balbín, Montiel, Alfonsín y tantos otros.

El momento es ahora.