El secretario de Deportes, Sebastián Uranga, explicó que se priorizó sostener los Juegos Deportivos Entrerrianos —donde participan 25 mil jóvenes— antes que enviar la delegación a Mar del Plata. Según dijo, el costo del viaje equivalía a “el doble del presupuesto” de los programas de desarrollo para las entidades deportivas y del seguro de 50 mil entrerrianos.
El razonamiento aritmético desestima que los Juegos Evita nunca fueron solo un calendario deportivo. Fueron —y siguen siendo— un espacio donde miles de jóvenes, muchos de ellos de barrios humildes y zonas rurales, acceden a experiencias que de otro modo les estarían vedadas: viajar, conocer, competir, convivir con pares de todo el país. Representar a su tierra. Aprender valores como el esfuerzo, la solidaridad y el trabajo en equipo.
A lo largo de sus 75 años de historia, los Juegos Evita se consolidaron como semillero de deportistas que luego brillaron en la elite: Emanuel Ginóbili, Marcelo Gallardo, Luciana Aymar, Fabricio Oberto, Paula Pareto, por nombrar algunos. Pero sobre todo fueron, para miles de chicos anónimos, la puerta de entrada a un mundo que combina deporte, cultura y educación.
En 2024, la delegación entrerriana cosechó un total de 75 medallas en los Juegos Nacionales Evita, consolidándose como una de las provincias más destacadas en la competencia.
Detrás del tecnicismo presupuestario se esconde otra verdad más cruda y es que la política deportiva provincial se alinea con el proyecto de ajuste del gobierno nacional. En nombre de la “racionalidad económica”, se recorta en derechos, en inclusión, en futuro. Es coherencia con un plan que concibe al Estado como un contador que tacha gastos y no como un garante de oportunidades.