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Nota escrita por: Ricardo Monetta
14 noviembre, 2025
La desesperación de Trump por Venezuela y Nigeria
Por: Ricardo Monetta
Donald Trump intensifica la confrontación con Venezuela y Nigeria para recomponer su debilitada legitimidad interna. Entre sanciones económicas, operaciones encubiertas y disputas por minerales estratégicos, el imperialismo norteamericano redobla su ofensiva en un mundo que avanza hacia un nuevo orden multipolar.
4 min de lectura
Por: Ricardo Monetta

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Donald Trump corre una carrera contra el tiempo. A casi 10 meses de haber asumido la presidencia, todas las promesas de campaña no se han cumplido. Es más, ha llevado a su país a un desorden institucional, económico y social que, de profundizarse, puede quedar involucrado en una guerra civil.

Fue entonces que a la política arbitraria de aplicación de aranceles a diestra y siniestra le sucedió el rechazo a las mismas, tanto de China como de India principalmente, que lo obligaron a intensificar una política más agresiva contra Venezuela, y ahora es la República de Nigeria la que, según Trump, está gobernada por una dictadura y hay que restablecer la democracia y la libertad… (Siempre el mismo relato). Quizá mañana sea México, que se atrevió a desafiarlo, o Irán. Todo ello supone un escenario de advertencias como para preparar a la opinión pública internacional para una confrontación que le reditúe tanto legitimación como apoderarse de los recursos naturales de ambos países…

Es evidente que la maquinaria de guerra se une al control financiero y la infraestructura diplomática. No solo se trata de barcos de guerra, también hay guerra económica, aranceles selectivos, sanciones financieras, embargos tecnológicos y ataques especulativos. Todo esto responde a una estrategia común: impedir que bloques como China, Rusia o América Latina construyan rutas autónomas de desarrollo.

La supremacía de EE.UU. depende de su capacidad para sostener su complejo técnico-militar, en un escenario donde sus adversarios —China e Irán— avanzan en desarrollo autónomo. Las armas hipersónicas rusas, la industria de chips de China o el sistema de drones de Irán no solo compiten con el desarrollo del arsenal, sino que lo desafían en su propia base, como acaba de formalizarse en Venezuela con la presencia de Rusia. Es así que, en esa dirección, el control de minerales críticos —como las “tierras raras”, el coltán, uranio, petróleo, gas, etc.— es fundamental para el funcionamiento del CIM (Complejo Industrial Militar). Controlar esos recursos es controlar la cadena de valor de la guerra.

En África, el foco se ha desplazado hacia el Sahel y África Central: Níger, Malí, el Congo o Sudán, que contienen uranio, coltán, oro, cobre y tierras raras. La guerra es abierta en algunos casos y encubierta en otros. En términos reales, se trata de “guerras de cuarta generación”, o sea, conflictos sin declaración, sin frentes definidos, donde se combinan sanciones, sabotajes, operaciones psicológicas y actores no estatales que desarticulan dentro cualquier intento de autodeterminación. En este tema es la CIA la que actúa, como lo hizo siempre, con ataques de “falsa bandera”. Esta guerra empezó hace mucho tiempo.

Es observando el mapa del saqueo global donde entendemos por qué Nigeria y Venezuela, que tienen esos recursos y soberanía política, son objeto de conflictos inducidos. En Venezuela, lo sabemos, el asedio es sostenido desde hace 25 años. En Nigeria, la narrativa del “rescate cristiano” suena hasta ingenua, cuando Trump está sosteniendo a capa y espada al régimen israelí, con armas y financiamiento para consumar el genocidio en Gaza.

Además, hay algo de perverso en la lógica imperialista contemporánea: la naturalización del supuesto derecho de EE.UU. a intervenir en cualquier parte del mundo. Es la cultura supremacista de los anglosajones. Como si les correspondiera a ellos definir qué gobiernos son legítimos, qué pueblos merecen apoyo y qué territorios deben ser tutelados (Argentina, por ej.). Esto forma parte de una costumbre que se convirtió en tradición de excepción de EE.UU. La intervención de la ONU es la del bombero que llega cuando las llamas se han devorado todo.

En un momento en que el nuevo orden multipolar avanza con más firmeza que nunca, tampoco sorprende que el imperialismo redoble su violencia. Es ese ruido de fondo en el que se nos quiere hacer olvidar la estructura que permanece: un sistema que necesita someter territorios, recursos y pueblos para sobrevivir. Hay que entender que el despliegue por los recursos es solo una parte de algo más profundo: la batalla es por el futuro mismo de la humanidad.

Fuente: RT

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