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Nota escrita por: Ricardo Monetta

7 julio, 2025

Cómo Israel accedió a la energía nuclear sin que el mundo lo impidiera
Por: Ricardo Monetta
Mientras la comunidad internacional impuso sanciones y amenazas a países como Irán o Corea del Norte por sus programas nucleares, Israel construyó en secreto, con ayuda de Francia y el silencio cómplice de Estados Unidos, un poderío atómico sin firmar tratados ni permitir inspecciones reales. Esta nota reconstruye, con documentos, citas históricas y relatos diplomáticos, cómo Dimona se convirtió en el corazón del programa nuclear israelí y cómo la presión de John F. Kennedy se diluyó tras su asesinato, dejando paso a una política de ambigüedad calculada que aún perdura.
Por: Ricardo Monetta

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El mundo ha llegado a un estado de supremo peligro por los distintos conflictos bélicos de tal magnitud, que han puesto en estado de incertidumbre el destino del planeta Tierra.

Desde 1945 hasta 1991, amén de los pequeños conflictos regionales, el mundo decía haber disfrutado de un estado de paz controlado debido al equilibrio estratégico entre los EE. UU. y la Unión Soviética de entonces, merced al estado de Disuasión Mutua entre las potencias nucleares.

Pero a partir de 1958, un avión espía U2 de los EE. UU. da la primera pista de que algo estaba ocurriendo en Dimona, Israel. La misma CIA descubre un complejo subterráneo para el procesamiento del elemento plutonio. Este hecho respondía a un plan nuclear israelí que se había iniciado antes con Francia, por el que París acordaba vender a su aliado en la guerra de Suez un reactor nuclear capaz de producir grandes cantidades de plutonio y la tecnología necesaria para separar el plutonio del combustible irradiado del reactor.

Hay que recordar que, en el último año de su mandato, el presidente de EE. UU. Eisenhower no quiso entrar en conflicto con Israel por el pedido de acceso a la energía nuclear. La administración de John Kennedy afirmaba que la política de no proliferación nuclear era un objetivo básico del nuevo presidente, y eso lo colocó en un estado de colisión con el primer ministro israelí David Ben Gurión. Por eso, el político que dominó durante 15 años la política israelí no permitió que JFK le arranque una concesión más de la necesaria.

Fue entonces que la CIA, junto al Departamento de Estado, recibe informaciones sobre la colaboración de Francia con Israel. En junio de 1960, la embajada de EE. UU. en Tel Aviv pide explicaciones por primera vez. Recibe la respuesta de que se trata de una planta de investigación metalúrgica (¿?). En diciembre, Washington descubre gracias al gobierno británico que Noruega ha vendido a Israel toneladas de «agua pesada» y las dudas empiezan a disiparse.

El 8 de diciembre de ese año, el director de la CIA, Allen Dulles, informa a la Casa Blanca de que Israel está construyendo una gran central nuclear. El 16 de diciembre, el diario británico Daily Express anuncia que Israel está desarrollando una «bomba nuclear experimental» en Dimona, en el desierto del Negev.

Como Israel no cuenta con uranio, promete —ante las sospechas de EE. UU.— que entregará cualquier cantidad de plutonio que se produzca en el proceso de fisión nuclear. El senador republicano Bourke Hickenlooper afirmó en el Congreso que esa explicación no coincidía con la realidad.

La presión de Washington durante el gobierno fue incesante, tan es así que tenía esperanza de que el presidente Gamal Abdel Nasser no coloque a Egipto en la aceptación de ese plan nuclear.

Hay un hecho importante en esta historia. En una suite del hotel Waldorf Astoria de Nueva York se produce la reunión cumbre: Ben Gurión se mantiene firme en la defensa del uso pacífico de las experiencias en Dimona. Argumenta que Israel necesita la energía nuclear para mantener plantas desalinizadoras para abastecer de agua potable a zonas necesitadas. Pero Kennedy no se conforma con esas explicaciones. Exige una serie de inspecciones anuales en Dimona con la presencia de científicos neutrales para darles más credibilidad.

Entonces Ben Gurión dice: “¿Qué quiere decir con neutrales?”
JFK contesta: “¿Qué le parece Nehru?”
Contesta Ben Gurión: “Sí, Nehru es neutral, aunque su experiencia con China no diría lo mismo.”
A lo que JFK contesta: “¿O Suiza, Suecia, Dinamarca?”

Ben Gurión se siente acorralado, porque no quiere demostrar que estaba débil, y acepta. Porque sabe que no aceptar sería sospechoso de encubrimiento.

Kennedy podría aumentar la presión hasta hacerla insoportable, impidiendo la venta de los misiles antiaéreos Hawk en 1962.

JFK no cesa en su empeño hasta que arranca un compromiso en una reunión con Shimon Peres, que era viceministro de Defensa e implicado desde el primer momento en el programa nuclear, con una respuesta de manual: “Puedo asegurarle a usted, Sr. Presidente, con total claridad, que no introduciremos las armas nucleares en la región, y que ciertamente no seremos los primeros en hacerlo”, dice Peres en la Casa Blanca.

La resistencia de Ben Gurión a aceptar inspecciones reales termina enfureciendo a Kennedy. En la historia de la relación entre ambos aliados, pocas veces EE. UU. ha enviado a Israel un ultimátum tan claro como el que aparece en la carta de JFK al primer ministro israelí del 18 de mayo de 1963:
“Este compromiso (con la seguridad de Israel) y este apoyo estarían en serio peligro para la opinión pública de este país y para Occidente, si este gobierno (de EE. UU.) fuera incapaz de obtener información fiable sobre un asunto tan vital para la paz como el carácter de los esfuerzos israelíes en el campo nuclear”.

Dos hechos inesperados contribuirán a que la tormenta amaine: la dimisión de Ben Gurión y el asesinato de Kennedy. Después de la primera carta de JFK, se produce una segunda en términos similares, si cabe más duros aún, y reitera la amenaza de que el apoyo a Israel está «en serio peligro». Pasó que, como Ben Gurión estaba tensando la cuerda al límite, fue que, antes de que el embajador de EE. UU. pueda entregarle la carta, presentó la dimisión en forma inesperada.

La noticia causa gran impacto en Israel. El político más poderoso del país se retira de todos sus cargos: primer ministro, ministro de Defensa, líder del partido Mapai (que luego sería el Partido Laborista). Varios políticos e historiadores creen que el conflicto con Washington ha originado la dimisión. Es que la posición de Ben Gurión en el partido era insostenible… La “vieja guardia” del Mapai estaba convencida de que Ben Gurión iba a pasar por encima de la vieja generación de líderes y colocaría a Shimon Peres y Moshe Dayan al frente del partido, y no iban a permitirlo.

Donde Ben Gurión había sido intransigente, su sucesor, Levi Eshkol, se muestra flexible y conciliador. Acepta las inspecciones regulares sin concretar demasiado. Kennedy se da por satisfecho. Su muerte en noviembre de 1963 no provoca un giro completo en las relaciones con Israel. Nunca permite que el programa nuclear interfiera en su diálogo con Eshkol. Y da inicio a una etapa que se prolonga hasta nuestros días con la venta de armamento de todo tipo a Israel.

Las inspecciones en Dimona (JFK quería que fueran dos cada año) se reducen a una sola. En junio de 1966, The New York Times informa de que la última inspección confirma a Washington que la conclusión inicial indica que la central nuclear no se está utilizando para fabricar bombas atómicas.

“Lo que no conoces no te puede hacer daño.”

En algún momento de la presidencia de Lyndon Johnson, Israel concluye los trabajos de su primera bomba nuclear. Según el historiador israelí Avner Cohen, cuando llega la guerra de los Seis Días, en 1967, el país ya contaba con armamento con capacidad nuclear, rudimentaria pero efectiva.

La administración Johnson nunca se ve en la tesitura de tomar una decisión, al no poder ignorar que Israel tiene la bomba. Cuando plantea al gobierno de Golda Meir que la aparición de armas nucleares en Medio Oriente es una amenaza directa a EE. UU., Israel comienza a desarrollar la política de ambigüedad calculada que persiste hasta nuestros días.

Luego, Richard Nixon y Henry Kissinger deciden no llevar hasta sus últimas consecuencias la política de no proliferación. Tras la llegada de Nixon a la Casa Blanca, la bomba israelí es ya el fantasma del que todos hablan en el Departamento de Estado y en el Ministerio de Defensa, donde se discute la manera de ocultarlo.

Todas las claves de lo que termina siendo la luz verde de EE. UU. a la bomba israelí están en el informe que Kissinger envía a Nixon en julio de 1969, desclasificado en 2001, poco antes de la visita de Golda Meir a la Casa Blanca. El texto es en sí mismo un manual de la realpolitik. Se establecen unos principios claros de la política exterior norteamericana, pero al mismo tiempo se admite que hacerlos cumplir perjudicaría, por otras razones, a los intereses del país. O sea que el silencio y mirar para otro lado es la forma con que se salva esa contradicción.

Si los israelíes quieren tener algo, la única alternativa viable es que no se sepa. Según ha contado Yitzhak Rabin —que luego fuera asesinado por intentar firmar la paz con Yaser Arafat—, es lícito contar con armas nucleares mientras no se haga una prueba nuclear, se desplieguen esas armas o se haga pública su posesión (¿?).

A EE. UU. le interesaba que Israel, como mínimo, firmara el TNP. Pero, con una muestra de cinismo, admite que quizá sea irrelevante. Los objetivos planteados por Nixon eran: que Israel firme el TNP; que se comprometa por escrito a no ser el país que primero introduzca las armas nucleares en Oriente Medio; y que detenga la producción de los misiles Jericó o cualquier otro misil con capacidad nuclear.

En octubre de ese año, Rabin informa a Kissinger que Israel no se convertirá en una potencia nuclear. O sea, es una falacia adaptada al lenguaje de las circunstancias. Las bombas nucleares existen. Tanto que Israel posee actualmente 90 cabezas nucleares.

Por último, podemos consignar que hubo un primer ministro israelí, Ehud Olmert, que cometió un desliz en la TV alemana en 2006, donde confesó que Israel ya contaba con armas nucleares.

La pregunta que todos los presidentes de EE. UU. se han negado a contestar es:

¿Por qué razón legítima se le permite a Israel poseer armas nucleares y a Irán no?

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