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Luis Caputo anunció que a partir del lunes se levanta el cepo

Nota escrita por: Veronica Lopez
16 noviembre, 2025
“Comprar barato para vender caro”
Por: Veronica Lopez
Esa fue la frase que pronunció Scott Bessent, secretario del Tesoro de EE. UU., en octubre de 2025, cuando el ministro Caputo se pasó 20 días golpeando oficinas en EE. UU. solicitando ayuda para evitar la anunciada caída en las elecciones de medio término. Seguramente, cuando desde el norte se emitieron dos twitters y se firmó un swap, muchos argentinos y argentinas se sintieron aliviados. Porque lo que la oposición y gran parte de los medios que son críticos al gobierno no se percataron es que la hecatombe que pronosticaban no era un tsunami que arrasaba al gobierno: era un tornado que haría volar por los aires la frágil economía de obreros, empleados, profesionales, pequeños empresarios y comerciantes. Dijo algún analista por ahí: entre morir de golpe y morir lento, la gente eligió la agonía de la muerte lenta.
7 min de lectura
El Secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, y el embajador estadounidense en Argentina, Peter Lamelas
Por: Veronica Lopez

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La muerte lenta está comenzando: solo en estos días cerraron las empresas lácteas La Suipachense, Lácteos Verónica, SanCor, Lactalis, Alimentos Refrigerados S.A., que elaboraba productos de SanCor, dejando a cientos de empleados y empleadas desocupados. Esto no solo habla de la crisis del sector, sino de la baja en la calidad de la alimentación de la población. Consumo a la baja, costos de producción en alza, tasas financieras inaccesibles: son la tormenta perfecta para el desguace de uno de los pilares productivos de la nación. En estos días, también, el gobierno anunció que pone a la venta varias empresas eléctricas, como ENARSA; las represas del Comahue —Alicurá, El Chocón, Cerros Colorados y Piedra del Águila—; además de la privatización parcial de Nucleoeléctrica Argentina, operadora de las centrales nucleares de Embalse y Atucha I y II.

Estos son solo algunos ejemplos del precio que le cuesta a la Argentina la jugadita de pedir “ayuda” a EE. UU. La muerte lenta no solo es mala alimentación: es energía que pasará de autosuficiente a dependiente; es avances tecnológicos autónomos convertidos en subordinación total a la extranjerización del recurso.

No pasaron ni 20 días y Scott Bessent anunció las ganancias obtenidas con la “ayuda”. Esas ganancias, estimadas en 200 mil millones de dólares, están siendo pagadas activando el swap, lo que es claramente más deuda para nuestro país. ¡La agonía de la muerte lenta!

Pero Scott Bessent no es el primero en “comprar barato y vender caro”. En este punto quiero traer a la memoria a los diplomáticos ingleses del siglo XIX, que “hicieron historia comprando barato y vendiendo caro” en los inicios de nuestra joven patria.

El primero de ellos fue el ministro británico de Asuntos Exteriores, George Canning. Su misión no fue ni más ni menos que “ayudar” a la “libertad”, esa que los libros llaman independencia. En nombre de la misma que Bessent, compró barato.

Por supuesto, tuvo quien fuera su coequiper en estas tierras: don Bernardino Rivadavia. Las negociaciones comenzaron en 1822, cuando la Junta de Representantes sanciona una ley que faculta al gobierno a “negociar dentro y fuera del país un empréstito…”, el que se obtuvo en Londres por un millón de libras esterlinas, que mediante acuerdos y artilugios legales poco informados (como las cláusulas secretas que acepta Milei en nombre del pueblo, pero sin el pueblo) disponía ser cancelado en 65.000 libras por año durante cuatro décadas; o sea, 2.600.000 libras esterlinas. Pero las finanzas no alcanzaban y, tras sucesivas refinanciaciones, recién terminó de pagarse ochenta años después, en 1904, saldando la friolera de 4.746.953 libras. ¡Negoción para la banca inglesa!

Es bien sabido que nunca llegó una sola libra al país, y toda la deuda solo quedó en papeles. Lo que sí sucedió —y bien escondido está en la historia— es que don Bernardino y Manuel García, los “valijeros”, tuvieron ganancias extraordinarias con la gestión. Tan inmorales fueron que el mismo representante de los prestamistas, Ferdinand White, escandalizado, refería que ambos habían obtenido ganancias “extraordinarias e ilícitas”. Pero no es esto lo más importante: el “comprar barato para vender caro” estaba en la letra chica del acuerdo. La garantía: “todos los bienes, rentas, tierras y territorios”. Esto se refrendó con la Ley de Enfiteusis (1826), que el mismo Rivadavia aprobó, lo que abrió la puerta a los grandes latifundios porteños que aún hoy gobiernan el país desde las sombras. ¡¿Cómo no sospechar ahora que la letra chica, otra vez, sean todos los bienes, rentas, tierras y territorios?!

Aquel acuerdo de “ayuda por la libertad” se cierra en el Tratado del 2 de febrero de 1825, cuando Inglaterra reconoce la “independencia” argentina (primer país europeo en hacerlo) y, a cambio, se le entrega la libre navegación de los ríos, la libertad de comercio y la reducción de los derechos de importación.

Lord Canning expresaba en cartas de la época: “La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre; y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa…”. Vio claro que Inglaterra podía asegurar su posición económica en el mundo y convertir a la Argentina en su proveedor barato; lo dejó escrito en otra carta: “…si ahora no lo aprovechamos corremos el riesgo de perder una ocasión que pudiera no repetirse”.

Este tratado trajo a la Argentina al primer embajador inglés, Lord Ponsomby. Decían las malas lenguas que este encumbrado noble inglés fue enviado al “fin del mundo” en represalia por unos amoríos con la reina. No sabremos si era cierto. Lo que sí se sabe es lo que expresó al llegar a estas tierras: “el lugar más despreciable que jamás vi (…) un lugar para bestias”. Y agrega: “Nadie vio un sitio tan desagradable como Buenos Aires. Suspiro cuando pienso que tendré que quedarme aquí en este lugar de barro y osamentas pútridas, sin carreteras ni caminos, ni casas pasables, ni libros ingleses, ni teatro soportable (…)”. Si tanto la despreciaban, ¿por qué “la ayudaban”? ¡Comprar barato para vender caro!

Permítanme la comparación con 2025: “Bessent enfatizó el compromiso de la doctrina ‘America First’. Este se orienta a fortalecer a los aliados que ‘dan la bienvenida al comercio justo y a la inversión estadounidense’. Se mostró alentado por el enfoque en ‘lograr una libertad económica fiscalmente sólida para el pueblo de Argentina a través de impuestos más bajos, mayor inversión, creación de empleo en el sector privado y asociación con aliados’”. Diario La Nación – 9 de octubre de 2025.

Las palabras de Bessent llevan a pensar en qué pasará cuando los mercaderes del Estado ya no sean útiles a sus negocios.

Por eso cabe recordar también cómo se deshacen de los agentes locales luego de haber sido usados para sus fines. Rivadavia vio cómo su accionar en favor de Inglaterra y sus negocios lo arrastraron a una creciente impopularidad; el pueblo de la naciente Argentina lo señalaba y, al ver llegar el fin de su gobierno sobre Buenos Aires, intenta redimirse haciendo público en los medios locales la peligrosidad de la diplomacia inglesa. ¡Tarde! El 20 de julio de 1827 Ponsomby escribía a Canning: “Confío en que esta aparente prevención contra Inglaterra cesará cuando la influencia y el ejemplo del señor Rivadavia sean completamente extinguidos”.

Cinco días después, Rivadavia renuncia y se pierde en la historia. Quiso redimirse y fue desterrado a la “Isla de las Ratas” (justo nombre para él) frente a la bahía de Montevideo; luego lo envían exiliado a la isla de Santa Catalina, en Brasil; posteriormente intenta refugiarse en Río de Janeiro y finalmente arriba a Cádiz, donde muere aislado, anónimo y olvidado en 1845.

Seguramente algo sí aprendieron de la historia quienes hoy vendieron “barato” el futuro de la nación: se aseguraron un promisorio bienestar económico en algún paraíso fiscal. Pero la historia suele ser implacable y tal vez no puedan nunca comprarse con dinero la gloria de haberla defendido, o —como los y las grandes héroes y heroínas— vender cara la derrota. Ellos solo pensaron en vender barato para obtener una “ayuda libertaria”. ¿A qué precio? No lo sabemos a ciencia cierta: todo está escrito en acuerdos de confidencialidad. Aunque la muerte lenta ya se pueda presagiar.

Comprar barato para vender caro.

¿Así será la lenta agonía de nuestra nación?

Verónica López
Lic. en Ciencias de la Educación

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1 comentario

  • ciudadano conciente

    Muy buena nota! Muy bien hilvanado el presente con el pasado (o viceversa). Tengo dudas de la educación secundaria que se imprime a los jóvenes (y al pueblo en general por todos los medios disponibles) si no no hubiera habido tantos descerebrados que votaron la entrega de la Patria.

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