“Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que al elegirse elige a todos los hombres. En efecto, no hay ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser… Si quiero, por ejemplo, casarme y tener hijos, con esto no me encamino yo solamente, sino que encamino a la humanidad entera en la vía de la monogamia. Así, soy responsable para mí mismo y para todos, y creo cierta imagen del hombre que yo elijo; eligiéndome, elijo al hombre”.
(Jean-Paul Sartre, “El existencialismo es un humanismo”, Sur Editorial)
Esto vale tanto para las decisiones individuales como para las colectivas. Cuando elijo en mis actos cotidianos ser solidario, indiferente o cruel, es el Hombre en general —la imagen que deseo de la humanidad— lo que elijo.
Eso es particularmente cierto hoy, día de elecciones legislativas, llamadas de medio término, donde la Democracia se pone en acto. Es, por eso, un día de celebración. Desde el ’83 las urnas “dejaron de estar guardadas” y los argentinos elegimos nuestro destino colectivo. Desde esa fecha, el día de las elecciones ha sido un día de júbilo —recuerdo siempre al Padre Servín diciendo que “es preferible siempre una democracia renga que cualquier dictadura”— y también de una enorme responsabilidad.
Porque cada voto, mi voto, expresa en su mensaje un destino para todos. Expresa cómo queremos ser, la sociedad que deseamos construir y en la que queremos vivir: con egoísmo o con grandeza, con convicción o con conveniencia. Elegimos nuestro ideal de Patria.
Más allá de que esté devaluada, de que aún no haya resuelto las necesidades de la mayoría, de que el poder real pisotee las leyes, de que los autoritarismos abusen del poder, de que la corrupción y la traición la lastimen, no hay aún mejor sistema de convivencia que el democrático. Un sistema que no se limita a este acto fundacional, sino que exige además el compromiso y la participación: la defensa cotidiana de los derechos humanos, la lucha permanente por la conquista de derechos concretos que aseguren una sociedad mejor, justa e igualitaria.
Y no es retórica. En nuestro país, en nuestra historia, esa rebeldía, esas batallas se han dado —y se siguen dando— vigorosamente en las calles, en el espacio de todos, con coraje, con pasión, con solidaridad, más allá de las represiones y las opresiones que ejerce el poder real.
Hoy es un día distinto, en el que el sentimiento de nosotros, la emoción colectiva, la recreación de un acto libre que ahuyenta y aleja a las dictaduras genocidas siempre al acecho, nos embarga. Es una jornada especial, en la que la solemnidad domina y la alegría compartida de votar, de ir con nuestra familia, con nuestros amigos, y de encontrarnos con otros en ese acto decisivo para el sino y el futuro de nuestro pueblo, nos llena de entusiasmo y de compromiso.
Sergio Brodsky






