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La informalidad laboral avanza
La expansión del trabajo informal, impulsada por las plataformas de reparto y el cuentapropismo forzado, redefine el mapa laboral argentino y expone una nueva frontera de precarización. Mientras miles de jóvenes pedalean, caminan o aceleran para sostener ingresos mínimos, el sindicalismo tradicional enfrenta el desafío de reconocer y representar a esta creciente masa de trabajadores “libres” que cargan sobre sus espaldas la cuarta revolución industrial.

El trabajo informal, el cuentapropismo o el romántico emprendedurismo es hoy la salida laboral inmediata que presenta el sistema económico argentino. Las redes se inundan de ventas de “algo”: comidas, tejidos, ropa comprada en Paraguay o Chile, velas, uñas, masajes; también se pueden ver servicios como limpieza o cuidado de niños y “trabajo de lo que sea”; hasta se pueden leer currículums vitae completos.
Pero como nada surge lo que queda es la moto, la bicicleta o, en su defecto, caminar. En nuestra ciudad las motos nos pasan a velocidad de rayo, pero en las grandes ciudades como CABA, Rosario, Córdoba, pululan las bicis y hasta los caminantes que cargan en sus espaldas las clásicas cajas rojas que distinguen la informalidad.
En estos días se conoció un estudio de la Fundación Encuentro que revela la situación laboral de los Rappis y PedidosYa: el promedio de ganancia por pedido es de $2.554, a partir de lo que se calculó que para llegar a un Salario Mínimo se necesitan 126 pedidos, 15 para pagar el monotributo, 190 para criar un hijo y 271 para pagar un alquiler promedio. Para cubrir las necesidades básicas de un hogar de cuatro integrantes, se requieren al menos 35 repartos por día, con un total de 775 al mes.

El estudio no revela cuántos km debe hacer alguien caminando por día para conseguir el sustento. La libertad de manejar horarios y disponibilidad se desdibuja cuando el ingreso se transforma en el único posible. Sin contar las condiciones climáticas adversas: lluvia, frío, altísimas temperaturas.
Este trabajador no posee días con salario en caso de enfermedad, tampoco seguro por accidente laboral (a los que está altamente expuesto por circular permanentemente en las calles). Si llueve no gana, si se enferma no gana, si descansa no gana, si quiere vacaciones no gana, si tiene un accidente solo la salud pública gratuita podrá atenderle.
La precarización es la cara real de este seudo cuentapropismo que deja ganancias siderales a quienes manejan las apps; comerciantes que se libran de pagar empleados para que realicen entregas y, en la otra cara de la moneda, la juventud (no sería posible resistir este entramado laboral a un mayor de 40 años) no obtiene un futuro posible, sin previsión social y nada que le garantice la movilidad social ascendente, base de la cultura nacional argentina. ¿Cuánto tiempo podrá trabajar una persona en estas condiciones laborales? ¿Qué planes y proyectos personales podrá desarrollar (estudiar, casa propia, viajes, fiestas)? ¿Quién pagará los gastos de salud cuando los necesite? ¿Quién se hará cargo de su vejez cuando ya no pueda cargar la caja en sus espaldas o pedalear 10 horas diarias?
Hoy la clase dirigente laboral está siendo interpelada. ¿Quién representa a estos nuevos trabajadores “libres”? La historia sindical argentina se inicia en los primeros gremios formados con las ideas europeas: socialismo, anarquismo, comunismo. La gran inmigración venía de países que atravesaron la revolución industrial y aprendieron a sindicalizarse para defender sus derechos.
En 1857 se organizó la Sociedad Tipográfica Bonaerense, primera agrupación de trabajadores, transformándose en sindicato en 1878 con el nombre de Unión Tipográfica, quienes llevaron adelante la primera gran huelga exigiendo aumento de salarios y la reducción de horas laborales a 12 hs en verano y 10 en invierno. Paradójicamente hoy se rumorea que la reforma laboral incluiría un aumento en la carga horaria de la jornada de trabajo.

El segundo fue La Fraternidad, formada por maquinistas y fogoneros del ferrocarril, en 1887. No es dato menor que rápidamente la élite entendió que también debía organizarse y en 1866 se formó la Sociedad Rural y en 1875 el Club Industrial, que en 1887 pasó a ser la Unión Industrial Argentina (UIA). Por esos años ya había más de 21 sindicatos, la mayoría agrupados por oficios: yeseros, zapateros, cocheros de tranvías, albañiles, carpinteros, panaderos, molineros, portuarios, etc.
Esta base sindical fue la que básicamente se organizó con dirigentes inmigrantes que conocían la historia de la Europa industrial. La crisis económica mundial del ’30 y el crecimiento industrializador de las primeras décadas del S. XX trajo aparejada la migración interna: el habitante del interior profundo de la Argentina, harto de la explotación rural, buscaba nuevos horizontes en el trabajo fabril. Así los describía Samuel Baily en el libro (1985) Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina: “Los migrantes internos y los trabajadores sindicalizados se miraban con hostilidad y desconfianza. Los afiliados a los gremios de la CGT eran principalmente de origen inmigrante europeo, obreros especializados o semiespecializados y vivían en Buenos Aires o en ciudades del Litoral (…) Los nuevos trabajadores provenían de las regiones rurales del interior; eran analfabetos, carecían de especialización y no estaban agremiados. No conocían el socialismo, el fascismo, la democracia o la Constitución de 1853. Su concepto de gobierno derivaba de la relación patrón–peón en la estancia, paternalista y autoritaria.”
La historia no se repite (igual) pero por momentos se le parece mucho: los rappis pueden describirse como alfabetizados funcionales –leen y escriben, completan un currículum y tienen un perfil en las redes–, muchos nativos digitales, lo que no los hace expertos en alfabetización digital. ¿Qué diferencia a los migrantes provincianos de principios del S. XX de los trabajadores rappis de hoy? Que aquellos, según Baily, respondían a la autoridad del patrón y estos –en su altísima mayoría, sin sectorizar– responden a un profundo deseo interior, construido por la mano invisible del mundo virtual; aquellos conocían y ponían rostro a quien los gobernaba y explotaba; estos no le pueden poner la cara de una persona física, solo lo localizan en su mundo interior como deseo propio, manejado por una apps.
En aquellos años se produjo el encuentro entre los “viejos” obreros y los “nuevos” trabajadores. Los unos sindicalizados, asociados en mutuales donde, entre otras cosas, había bibliotecas, alimentados por discursos socialistas y marxistas; los otros, desconocedores de toda realidad europea pero profundos conocedores de la explotación laboral. ¿Cómo y dónde se encontraron ambos? En el movimiento peronista.
Según Murmis y Portantiero (1987) en Estudio sobre los orígenes del peronismo: “en el surgimiento del peronismo tuvieron una intensa participación organizaciones y dirigentes del sector de obreros viejos (…) y la participación conjunta de viejos y nuevos implicaba un proyecto social de cierto alcance y tenía como componente importante la continuidad programática con reclamos previos de las organizaciones obreras, del mismo modo la posibilidad de participación obrera en una alianza policlasista era ya una tendencia con importantes antecedentes en el sindicalismo anterior al peronismo”.
En febrero de 1947 Perón enunció la Declaración de los Derechos del Trabajador, que básicamente reconocían el derecho a trabajar; a una retribución justa; a capacitarse; a condiciones dignas de trabajo; a preservar su salud; al bienestar general; a la seguridad social; a la protección de la familia y a la agremiación.
Los obreros “viejos” tenían conciencia de clase y experiencia en la sindicalización; los “nuevos” no se reconocían obreros sino que se identificaban como “pobres”. Cierto paralelismo podemos ejercitar hoy: los “viejos” agremiados –empleados estables, mayoritariamente del Estado o sindicalizados de larga data como camioneros, bancarios, mercantiles, portuarios, etc.– conocen sus derechos adquiridos, gozan de los beneficios de las leyes laborales largamente peleadas y conseguidas a lo largo del S. XX; por otro lado, los “nuevos” trabajadores monotributistas, freelance, socios desiguales de apps internacionales. Los primeros suelen sentir cierto resentimiento con los segundos por no acompañar sus luchas ya sea en huelgas, marchas o acciones de resistencia (luchas que aprendieron de años de saber que son las herramientas apropiadas para enfrentar al poder económico y sacarles de sus garras un poco, para repartir entre todos). Los segundos ven a los “viejos” como privilegiados por leyes que obstaculizan su desarrollo personal –hartos de escuchar por todos los medios que el problema del trabajo en la Argentina es la “industria del juicio”–; suelen sentir lástima por el empleado ajustado a cierto horario fijo y mucho desdén ante derechos como vacaciones pagas, aguinaldo y aportes jubilatorios. Los nuevos suelen llevar como bandera la frase “a mí nadie me regaló nada”, “con todos los gobiernos debo trabajar”, “si no trabajo no como”. No se reconocen trabajadores ni obreros; se identifican como “libres”.
La grave crisis del empleo actual y las paupérrimas condiciones laborales de un alto porcentaje de la población exigen que los “viejos” líderes sindicales muevan las cachas de sus apoltronados sillones y comiencen a reconocer a los “nuevos” trabajadores: alfabetización laboral en interacción con alfabetización digital; historia de las revoluciones industriales y sus consecuencias –se reconoce que estamos en la cuarta revolución–; identificación de clase y, fundamentalmente, alfabetización económica, financiera y geopolítica.
Los viejos tienen la obligación de aportar experiencia; los nuevos tienen la necesidad de salir de su mundo individual para comprender que todas las luchas de la humanidad fueron grupales.
[1] La Izquierda Diario.com. 18 de noviembre 2025
[2] Ob. Cit.
Verónica López
Lic. en Cs. de la Educ.

2 comentarios
Ernesto y los empresarios lo demas vividores.
Felicitaciones Diario Junio por poner la verdad de la cosa. Como en el caso que rompe las bolas a los concordienses. Y que escribí lo mismo en su oportunidad.
Los quejidos lestimeros del centro industria y comercio solo son políticos, y propios de su escasa cultura y valores democráticos.
Simplemente deberíamos meditar del autopercibido «empresario concordiense» o «empresas familiares» que de última son de una familia; en ambos casos el sueño o las ansias de lucro se logran en la mayoría de los casos (salvo honrosas excepciones) con algunos vicios:
1ro La ganancia facil, rapida y sin escrúpulos.
2- Informalidad, contables, impositiva o laboral
3- No hay previsión, no hay cálculo, ni diseño de una industria o comercio. Se tiran a la pileta y como salga, y en eso viene la informalidad, el negreo y el delito en algunos casos (renombrados apellidos y sus estfas al fisco, o en la venta de propiedades han sido causa de titulares). Como los que hacen negocios turvios con trampas en la legislación de las construcciones con funcionarios corruptos y amigos.
4- Quienquiera se larga. Y despues vienen los papeles.
5- Estudio de mercado: te lo debeo
6-Estudios de costos: te lo debo
Esto útimo se soluciona a lo pampa o a lo «tape vip»
Primero en negro total.
Si se puede contrabandear mejor.
Nada de ticket o factura
Compras en negro y a buen precio.
Ahorro por un lado y depues cobro caro.
El empleado: un exclavo, al que someto a lo que no quise ser y quizas por eso me autopersivo «empresario», sueldos bajos, horarios de exclavo, registro cuando se me cante y la ley es mi voluntad y no la ley de la republica, total si la violo los pibes del Centro de Comercio tienen buena pluma para atacar a los jueces cuando aplican las leyes de la república.
Cara de culo al atender.
Y si cvienen los uruguayos, te matan. Suben los precios. El dolar sube o amaga surbir: suben un poco mas, la famosa proyección inflacionaria del coemrciante Topamí. Si no vinene uruguayos lloran que no va nadie y te bajan la calidad. Baja el dolar y no bajan los precios. Van aumentando, te dicen que bajan los precios gracias a Milei, pero en sus negocios no.
¿Bajo costos como? Simple. Bajo calidad de los insumos, tiernizo la carne de pieda a base de hervir, mugre en la cocina con cucarachas en grasolandia, porciones cada vez mas chicas, pago menos al empleado, no respeto ni el registro, ni las leyes laborales dicen en TN que son malas… (La República te la debo), veo si adorno a los que controlan. Y si se puede todo en negro cosa que le vayan a cobrar al viento.
Si puedo le regateo al contador, al abogado o al medico. Vacaciones, cambio de auto, autipercibirse Mario Griman mucho traje, maquillaje, pero como el sorete de plastico, nada de mosca. A no ser que entre por otro lado.
Ese es el «empresario medio». El que putea a los negros municipales, a los negros planeros, que cobran o antes y ya gastan en los negocios de los empresarios concordienses… Son unos meros intermediarios express (ojo Milei subió los montos de esos que tanto odiabas)
Los podemos ver en el hiper comprando mercaderías, un poco menos de calidad de la que con esfuerzo compras vos.
Al fin no son todos. Hay empresarios en serios, de trayectoria, limpios, honestos y que dan un buen servicio y atención.
No digo que los del negocio en cuestión sean estos. Pero si hay una cosa, parece que nos quicieron vender gato por liebre. No contaron la verdad. No ceraron por culpa del empleado, cerraron pòrque no respetaron la ley.
Otra cosa distinta es el debate de los topes idemnizatorios, pero eso es lo ultimo. cuando la trampa ya esta hecha.
Si inscribis como se debe, si pagas como se debe, si pagas las horas que se trabaja, no hay juicio. Si pagas no hay juicio. Ya pasaste la barrera de la trampa. entones entre tramposos ponete a debatir el tema de las idenmizaciones, pera ya estas del otro lado, el de los infractores el de los de la ilegalidad, la trampa, la de los fuleros.
Que los sindicalistas sean unos chorros, y bueno si los empresarios y funcionarios no fueran corruptos no habria sindicalistas corruupto. PEro los sindicatos, y los gremiso representan la barrera al licro demedido, a las ambisiones salvajes, a la ilegalidad, y a la esclavitud. En vfin los buenos empresarios y los sindicatos son los que hacen la Patria respetando la Republica y sus bases entre ellas las reglas, valores y principios de la democracia.
Del otro lado estan «los otros» que por ahí no solo se mandan la cagada, sino que tienen quienes lo apañen, haciéndose las víctimas tapando la cagada y hechando la culpa a otros que solo cumplen con su deber.
ciudadano conciente
Muy bien encarado el tema!!!!!