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Nota escrita por: Ricardo Monetta
28 septiembre, 2025
“Muchos tienen ojos azules y pelo rubio, pero eso no los hace inocentes”: el discurso de Petro que conmovió a la ONU
Por: Ricardo Monetta
En un encendido alegato ante la Asamblea General, el presidente colombiano Gustavo Petro desarmó el relato de EE.UU. sobre el narcotráfico, denunció a los verdaderos beneficiarios del negocio y desafió el modelo económico global que perpetúa desigualdad y violencia.
6 min de lectura
Por: Ricardo Monetta

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Pocas veces en la historia de la ONU, un discurso descarnado puso en evidencia las narrativas hipócritas de Occidente y de EE.UU. sobre las falsedades que se construyen para después aplicar políticas bélicas de dominación en forma impune.

La ocasión se presentó en el salón principal de las Naciones Unidas cuando le tocó hablar al presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro.

El eco de su discurso desestabilizó todas las narrativas del narcotráfico que hasta entonces había desarrollado EE.UU. en contra de las naciones de Latinoamérica, en cuanto a la realidad de la trama que, si bien es siniestra, nunca mencionaba a los actores principales. Y Petro lo comprendió y puso el dedo en la llaga al desmontar las políticas discriminatorias sobre quiénes son los verdaderos actores del flagelo del narcotráfico. Cada palabra de Petro fue un mazazo sobre el cristal de la impunidad de los verdaderos actores en la sombra. No habló para agradar, sino para denunciar a los actores con nombres y rostros —los que muchos prefieren esconder—, también apuntó a Donald Trump y provocó un incendio que nadie pudo apagar. Prácticamente lanzó un misil contra el corazón mismo del relato antidroga. Con tono sereno pero firme, cada palabra tenía un filo especial que llegaba al fondo del cuerpo de los destinatarios.

La estocada fue terminante. Destruyó el relato de décadas que coloca al campesino pobre y al inmigrante latino como los ejes centrales del negocio narco.

Cada frase que expresaba Petro convertía la denuncia en sentencia, y al auditorio en testigo. No se expresó con abstracciones: apuntó al símbolo de los narcos. Dijo: “Viven al lado de la casa de Trump en Miami”. Fue un golpe de knock-out que convirtió a la sala en un ring político. Fue como un espejo que nadie quería mirar, menos Washington. El presidente colombiano sabía lo que hacía. Dijo: “Muchos tienen ojos azules y pelo rubio, pero eso no los hace inocentes”. También comentó que en las fotos siempre aparecen campesinos e inmigrantes sitiados por la miseria, pero nunca los verdaderos capos, que se pasean en autos blindados y no viven en las lanchas donde caen los misiles justicieros.

Su voz no era altisonante sino que estaba seguro de lo que afirmaba y de lo que nadie se había atrevido a denunciar. Además, ordenó suspender la compra de armas a EE.UU., agregando que no aceptará chantajes ni limosnas.

Fue entonces cuando un Premio Nobel de Economía intentó humillar a Petro. El economista levantó la voz sin titubear y le dijo: “Sr. Petro, usted habla de economía como si fuese este un espacio vacío. ¿Acaso entiende lo que significa sostener un modelo económico sin sustento científico?”. Era un ataque directo con el único objetivo de exponerlo ante todos.

Petro se mantenía sereno, conteniendo la respiración. Nadie sabía cómo reaccionaría. Pero el Nobel arremetió de nuevo y dijo: “Hoy dejaré claro que sus argumentos carecen de fundamentos, porque este auditorio merece escuchar la verdad y no simples discursos populistas”. La escena estaba lista para un choque de argumentos. El economista avanzó un poco más y, alzando la voz, expresó: “La economía no se sostiene en discursos demagógicos, se sostiene en fórmulas, en cálculos que usted parece ignorar. Además, ¿cómo puede opinar sobre justicia social si no conoce las bases que sostienen un sistema económico?”.

Algunos esperaban que Petro se desmoronara, y muchos contenían la respiración. La tensión era tan fuerte que el Nobel no bajaba el tono: “¿Va a responder con estadísticas reales o va a seguir con consignas políticas?”.

Petro giró su cabeza hacia el auditorio, tomó aire y dejó los papeles sobre un escritorio cercano. Se limitó a mirar al Nobel, que esperaba la respuesta. El economista exigió que Petro le respondiera. El silencio se rompió cuando Petro, con voz serena, dijo: “Usted me acusa de desconocer la economía, pero se olvida de que la economía no es solo ecuaciones en una pizarra: es también un número de millones de personas que no aparecen en su pizarra”.

El aire se cortaba con un hilo. El economista respondió: “Aquí hablamos de ciencia, no de demagogia”. Petro no se inmutó. Tomó nuevamente sus papeles y expresó: “Acá hay datos oficiales sobre desigualdad y crecimiento donde se condena al modelo que usted defiende, que es riqueza para pocos y pobreza para muchos hasta la marginalidad”.

La confrontación ya no era solo entre dos hombres: se trasladó al público presente. El economista replicó: “Eso no es economía, es política disfrazada de datos”.

Petro volvió. El impacto de sus palabras conmovió al auditorio, que estalló en aplausos. Dejó los documentos, lo miró de frente y le espetó: “Las teorías comprobadas que usted describe solo sirven a intereses específicos. La ciencia no está divorciada de la política: negarlo es estar alejado de la realidad”.

El Nobel le preguntó: “¿Está seguro de que la ciencia está al servicio de intereses ocultos?”.

Petro no lo insinuó, lo afirmó: “La economía no es un templo sagrado de la realidad. Sus teorías se construyen en ámbitos donde unos pocos se benefician, pero perjudican a otros que son la mayoría”.

El Nobel, casi enfurecido, le dijo que la ciencia no se somete a fantasías y que, por lo tanto, sus dichos eran una falta de respeto. Petro, inmutable, respondió: “La ideología está impregnada en cada decisión económica, por ejemplo cuando se decide subsidiar a los más ricos dejando a los pobres sin cobertura. Eso no es una ecuación económica sino una decisión política”.

El académico aseguró: “Usted distorsiona conceptos fundamentales. No tiene derecho a usar la economía como plataforma política”.

Petro, sin amilanarse, respondió: “Yo no distorsiono nada, simplemente establezco el vínculo de un sistema que provoca crisis en todo el mundo”. Y agregó, levantando los papeles: “Estos son datos duros de la realidad económica del mundo hechos por los académicos de las Naciones Unidas. ¿Esto también es populismo? ¿Esto es manipulación populista? La diferencia es que yo no los escondo ni los maquillo. Aquí están las fuentes que usted mismo ha citado en la conferencia”.

Por supuesto que esto no es más que una muestra de lo que significa cuando un verdadero líder latinoamericano se enfrenta, con sabiduría política e intelectual, a los “cuadros” del viejo sistema imperial.

3 comentarios

  • Este enfrentamiento entre Petro y el Nobel es un clásico de la política. Mientras el economista pedía ecuaciones reales, Petro recordaba con precisión que la realidad tiene millones de personas que no caben en las fórmulas. Es como comparar un mapa detallado de un bosque con una sola ecuación que describe el tamaño del cielo. El Nobel intentó poner la ciencia como escudo, pero olvidó que las teorías económicas también reflejan quién tiene el lápiz para dibujar el mundo. Petro, con su estilo sereno pero firme, demostró que la verdadera economía no es solo teoría, es la vida cotidiana que muchos ignoran. Un mazazo bien dado contra el cristal de la impunidad intelectual.laser marking machine

  • La izquierda combativa si te descuidas los sirprendes mezclados entre derechas de ricos y viviendo del lujo. Ya fue Monetta!

  • Lo de siempre, el diagnostico y el «vamos a hacer». Petro no es mas que uno del montón, que reproduce el cassette de tantos. ¿O descubrió una verdad escondida debajo de las piedras? Si quiere yo tengo otra: «Los caponarcos no son drogadictos» Fooo, que novedad!. Petro, andá a trabajar por tu país, que la gente necesita políticos que trabajen, no que hablen y hablen.

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