Tanto en la vida como en la política, las “falsas ideologías” son portadoras de contradicciones tan profundas que terminan colapsando. El ejercicio de esas ideologías dogmáticas está obligado a ser encubridor de la realidad. Por eso, la mentira y el agravio son las armas de donde se nutren las narrativas descalificadoras cuando la verdad se abre paso ante tamaña falsedad gubernamental.
El gobierno de Javier Milei y sus acólitos, desprovistos de todo concepto de humanidad y de empatía por “el otro”, aunque sea de la misma Nación, ha provocado tanta indignación en nuestro país como en el ámbito internacional, a tal grado que el mismo Centro Ludwig Von Mises, de la escuela política de Austria —de la cual Milei decía que era su fuente del “supuesto” saber económico— lo ha descalificado por haber falseado su doctrina en el ejercicio de la presidencia.
Creo que la Argentina no ha tomado conciencia, más allá del fervor electoral como acto de resistencia cívica, del inmenso daño que se está haciendo al país, no solo por las reivindicaciones legislativas que intentan poner razonabilidad en un ámbito donde no la hay, como lo es este gobierno, casi zombi, encerrado en una jaula encriptada, ejercitando la agresividad pura en un mar de corrupción generalizada, siendo el mismo Presidente un náufrago de la política rodeado de funcionarios que son salvavidas de plomo porque están casi todos infectados tóxicamente por el odio y la corrupción.
Pero más allá de la absoluta ineptitud para capear temporales políticos circunstanciales, eligen el peor de los caminos: endeudarse cada vez más y “rifarse” en la timba financiera con fuga de capitales. E inclusive, como si el “Mago sin dientes” les hubiese escamoteado los U$S 600 millones que llegaron del BID —y que fueron pedidos por el gobierno anterior para los discapacitados— nadie da explicaciones. El Presidente le acaba de otorgar la represa de energía que está en Lago Escondido (y usurpado) a Joe Lewis, amigo de Trump. La entrega del país, en cuanto a territorios de la Patagonia a capitales árabes y a empresas privadas israelíes, se está consumando lenta pero inexorablemente.
En esta lucha ideológica absolutamente cruel, son capaces de sacrificar a más de un millón de discapacitados con su entorno familiar y condenarlos a la mínima supervivencia, mientras se demostró que con los complejos farmacológicos quedaban secuestrados nada menos que U$S 800 mil por mes, de los cuales el 3% iba para la jefa de la banda.
Y por si fuera poco, tenemos el veto al financiamiento a las universidades, fuentes del saber y de la cultura que nacieron casi con la historia misma, porque el conocimiento es el ADN que nos separa del hombre de Neanderthal. Y nosotros nos damos el lujo de despreciar el conocimiento con el extraordinario material humano que tenemos.
Ni qué hablar del despojo inhumano en cuanto al Hospital Garrahan, modelo en América Latina, con excelencia profesional, dándole la espalda a compueblanos que vienen de lo más recóndito del país para salvar lo más preciado que tienen: sus hijos. Y los enfermos oncológicos, que sufren una de las más aterradoras enfermedades —y lo sé por experiencia propia— permitiendo a las mafias de los laboratorios y sacándolos del descuento necesario para sus tratamientos.
La lista de la crueldad y la insania política es mucho más larga.
Tuvieron la oportunidad de reconocer que se habían equivocado y no lo hicieron. Incluso en el plan económico de dos expertos en desarticular modelos de Estados y de fuga de capitales, como lo son los falaces e inescrupulosos Sturzenegger y “Toto” Caputo, engendrados por el menemismo, cómplices del macrismo y capitanes del mileísmo.
Hasta fueron capaces de pedir “la cabeza” de dos periodistas que se habían atrevido a contar la verdad. Autoritarismo protofascista por donde se lo mire. Nosotros sabemos algo del autoritarismo contra los medios de comunicación con el cierre intempestivo de Radio Ciudadana, que dejó una herida sangrante en la comunidad toda.
Pero hay que seguir adelante. “Nada es para siempre”.
Como siempre digo: “Estamos frente a una próxima defunción del capitalismo, no nos acostumbremos a vivir dentro de su cadáver”.
