Cargando clima...

DOS ORILLAS
Director: Claudio Gastaldi
8 septiembre, 2025

Publicidad

Cotizaciones
Cargando cotizaciones...

Última hora:

Luis Caputo anunció que a partir del lunes se levanta el cepo

Nota escrita por: Sergio Brodsky
7 septiembre, 2025
Entre la tinta y la nada: literatura y suicidio
Por: Sergio Brodsky
Fueron la conciencia de la muerte como “sentimiento trágico de la vida” (1), como angustia universal que el hombre evita, como vacío sin representación, la religión que lo hacía culpable y pecaminoso, al punto de rehuir los oficios mortuorios y apartarlos del cementerio como castigo, y las leyes que lo condenaban, o la remisión al sinsentido de la existencia, el absurdo de la vida, del que no queremos pensar aunque nos atraviese como un rayo, tal como lo demostró Camus en El mito de Sísifo, aquel condenado a subir la piedra eternamente, como los trabajadores que alienados son esclavos de la rutina y el tedio, tal vez, las razones para que el hombre condenara al suicidio al silencio y al ocultamiento. Convertirlo en un tabú del que no hay que hablar, so pena de inducirlo mágicamente. Con el tiempo nos convencimos de que el único modo de abordar este triste fenómeno es afrontándolo sin ambages, es decir, como hacemos con todos los modos del sufrimiento humano, poniéndole palabras. Hablarlo.
7 min de lectura
Por: Sergio Brodsky

Compartir:

Claro que no de cualquier modo, como advertimos siempre los periodistas y comunicadores en sus coberturas sensacionalistas, que en la década del 60 David Philips demostró que esas publicaciones aumentaban el número de suicidios y recomendó evitar la exaltación de las notas, la reiteración de la noticia, las fotografías, los métodos, la simplificación de las causas, que producían efectos imitativos y contagios bien observables y que llamó “efecto Werther”, en relación a una novela que publicó Goethe en 1774. El notable escritor alemán comprobó que esa obra, en la que el joven personaje se quitaba la vida por un desengaño amoroso, producía el suicidio de centenares de jóvenes en toda Europa, románticos decepcionados de un racionalismo que no los incluía, imitando en todas las formas al protagonista de la novela.

Es positiva la palabra que en los medios difunden información útil para prevenir el suicidio y para informar sobre los recursos asistenciales que la comunidad tiene para tratarlo. Tampoco nos referimos a hablar en los términos de discursos demagógicos y edulcorados de los gobernantes que simultáneamente impulsan políticas que provocan la infelicidad del pueblo, la desocupación, el hambre, la desesperación y la violencia, la desdicha y la infelicidad en sus políticas, quieren adherir a la prevención del suicidio con la pretensión de que se trata de frases y charlas y no de hechos coherentes, concretos y consistentes con esas expresiones de deseos.

Porque no se trata de frasecitas y charlas sobre el septiembre amarillo cuando al mismo tiempo se somete a condiciones de subsistencia a la gente. Porque el suicidio es multicausal y multidimensional, y así como en su proceso está el dolor intolerable de un individuo que ya no tolera un mundo inhabitable, participan también las dimensiones políticas, económicas y culturales, como fuentes de producción de sufrimiento subjetivo. La salud mental no es una isla solipsista de las emociones y su “gestión” a través de los consejos de autoayuda, sino el efecto directo de las condiciones concretas de existencia, del modo en que cada sociedad organiza la satisfacción de sus necesidades.

En ese sentido, no es casual que la década del 30, la Década Infame, haya sido el período histórico con más altas tasas de suicidio en Argentina. La miseria, el hambre, la desocupación, la corrupción, la prostitución, la injusticia y el oprobio de los trabajadores fueron las fuentes político-sociales y económicas del suicidio como expresión máxima de una cultura de la mortificación. Lo dijo Alfredo Palacios despidiendo a tres extraordinarios escritores:

“En dos años han desertado de la existencia tres de nuestros más grandes espíritus, cada uno de los cuales bastaría para dar gloria a un país: Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Alfonsina Storni. Algo anda mal en la vida de una Nación cuando, en vez de cantarla, los poetas parten, voluntariamente, con un gesto de amargura y de desdén, en medio de una glacial indiferencia del Estado.”

Lugones se había suicidado en el Tigre inaugurando la saga de cuatro generaciones que pudo reparar, a pura palabra, como lo veremos más adelante, Tabita Peralta Lugones. Horacio Quiroga desertó de la existencia agobiado por una enfermedad terminal en la que culminó una vida repleta de experiencias traumáticas que reflejó fantásticamente en la escritura de sus Cuentos de amor, de locura y de muerte. Igual que Alfonsina, que escribió 18 poemas premonitorios, uno dedicado al gran escritor uruguayo:

“Morir como tú, Horacio, en tus cabales, y así como en tus cuentos, no está mal; un rayo a tiempo y se acabó la ferial… allá dirán.”

El último de esos 18 poemas es el más conocido:

“Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame… y si llama él de nuevo por teléfono, le dices que no insista, que he salido…”

Fue enviado al diario La Nación pocas horas antes de su muerte.

Es importante rescatar la necesidad de atender gravemente las advertencias y señales previas al suicidio para su prevención que, como Alfonsina, avisa y anuncia sus intenciones en cartas, notas, estados de WhatsApp, posteos en las redes, o en poesías como la gran escritora. Es que ha calado en el imaginario colectivo un prejuicio que hace obstáculo a la prevención: aquel según el cual las personas que se suicidan no lo dicen y quienes lo dicen no lo hacen. Ese aserto es falso. Aún más: puedo afirmar que en 23 años trabajando en este campo, no he visto ningún caso en el que no haya sido anunciado verbalmente. “No puedo más, no quiero seguir, mi vida no tiene sentido” deberían ser no solo advertencias que no deben desestimarse, sino alertas para tomar medidas inmediatas de protección, sobre todo si van acompañadas de otros signos como el insomnio, el incremento del consumo de alcohol o drogas, las autolesiones, ánimos depresivos, apatías, discursos de odio y desvalorización hacia sí mismos, vaciamiento de la autoestima, tristeza, aislamiento, desinterés.

A lo largo de la historia, los poetas han sostenido en las palabras y el lirismo el sentido de la existencia hasta ser, en algunos casos, vencidos por la noche y las sombras, como la trágica y maravillosa Alejandra Pizarnik, para quien las palabras que la habían resguardado se volvieron “perras”, como escribió en su última carta a su amigo Julio Cortázar. Sin embargo, para muchos otros la escritura ha sido un barco para flotar en los naufragios, para convertir lágrimas en poemas, para procesar el dolor.

Es el caso de Goethe, para quien Las penas del joven Werther fue la vía de procesar un desengaño amoroso que lo deprimió profundamente, poniendo en escena en la escritura de la novela su propio drama, elaborando su trágica desventura amorosa sacrificando a su protagonista. Así fue con Tabita Peralta Lugones, que escribió dos biografías familiares como modo de parar la hemorragia de suicidios que en los Lugones contuvo cuatro suicidios en cuatro generaciones, de elaborar y dar sentido a las transmisiones y los silencios, a los dichos y los secretos familiares.

Por eso, desde “Lazos en red”, la red de vecinos voluntarios para la prevención del suicidio de Concordia, la profesora de Literatura y estudiante de Acompañamiento Verónica Bordagaray desarrolla un “Taller de expresión para adolescentes”, en el que la propuesta de escribir, de poner en el papel las penas e infortunios, no es la menor. Porque, como dijo Antonin Artaud:

“No hay nadie que jamás haya escrito o pintado, esculpido y modelado, construido, inventado, a no ser para salir del infierno.”

El 10 de septiembre es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Desde “Lazos en red” (Verónica Bordagaray, Silvia Fernández, Daiana Pintos, Federico Muuntabski, Cristian Montenegro y Milagros Medina) organizaremos, en conjunto con la Escuela de Enfermería de UADER y el apoyo de la concejala Claudia Villalba, una jornada abierta de prevención del suicidio en la Plaza 25 de Mayo, el día miércoles 10 a las 16 horas, con una charla informativa y de concientización, la presentación de los talleres de “Lazos en red” y el trabajo grupal de los asistentes.

Para tomar conciencia de que el desafío es construir un mundo habitable, placentero, agradable, un mundo donde la vida pueda celebrarse como una maravillosa experiencia plena de sentido, o al menos, como dijo alguna vez Pablo Neruda, una vida en la que el amor nos salve, porque “si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”.

Deja el primer comentario

Escribe aquí abajo lo que desees buscar
luego presiona el botón "buscar"
O bien prueba
Buscar en el archivo