Mientras buena parte de los gobiernos del mundo lo niegan cínicamente o miran para otro lado, dos millones de personas están al borde de la hambruna absoluta en Gaza.
Hay casi 800 mil niños con desnutrición severa. Todos los días mueren varios, imposibles de contar, por no tener qué comer. La destrucción de infraestructura y el bloqueo inmoral de la ayuda internacional han provocado que, lenta pero inexorablemente, las reacciones —algunas hipócritas— de naciones que fueron y son cómplices de este genocidio, se animen a criticar lo que muchos ocultan y otros pagan con la vida, como los 293 periodistas internacionales asesinados por revelar este dantesco escenario.
Es muy difícil poder imaginarse el hambre, aunque sí lo percibimos cuando pasa el tiempo suficiente en que el organismo reclama energía y nutrición. Pero cuando esta situación se repite hasta convertirse en un verdadero calvario, se va expresando íntimamente en forma descarnada. Porque el hambre desarrolla su propia lengua, silenciosa y corrosiva. No llega con drama o ruido, pero se filtra dentro del cuerpo, hasta que son suavizados, doblados, gastados. Se acuesta como polvo en pensamientos, en memorias, en esa caparazón frágil que es la piel sobre los huesos inertes.
Mucho antes de que el hambre “reclame” el cuerpo, va aflojando los andamios del lenguaje. Borra la claridad conceptual, deja atrás los escombros frágiles del pensamiento. Hasta que al final todo lo que queda es el temblor involuntario de una mente tan “muerta de hambre” que ya no puede sostener el significado. Trato de imaginarme ese dolor espiritual de no comprender la razón de la sinrazón. El hambre total va creciendo por dentro como un grito desesperado que se repite como un segundo latido del corazón.
Alguna vez alguien dijo que “el hambre lo reduce a uno a una condición totalmente invertebrada y descerebrada, como si uno se hubiese transformado en una medusa”.
Seguro que los habitantes de Gaza no se sienten más como una ciudad, que alguna vez habitaron, sino como el residuo de una pesadilla que jamás hubieran imaginado y de la que nunca despertaron. Pero, a diferencia de los mitos, esto no es una pesadilla, sino un marco del horror jamás soñado. Allí los niños tienen cuerpos envejecidos sin haber podido crecer. Los ancianos que quedan hablan del pan de la manera que otros hablan de amores perdidos.
Hablan de “limpieza étnica”, como si los auspiciantes de este teatro del horror tuvieran un genoma bíblico que los hace supremacistas de la raza humana que ellos mismos se encargan de envilecer. Vivir en Gaza hoy es como sobrevivir: un día más, antes de que la metralla revele lo siniestro de la trama. Ahí se vive una coreografía de ausencia de vida.
Los niños y los ancianos caminan a la deriva por si llueve “maná” del cielo para sus escuálidos estómagos. Muchos se dispersan como pájaros sobresaltados que olvidaron cómo se vuela. La supervivencia es un ritual de adaptación a un mundo que no les da alternativa, porque a la vuelta de la esquina un cazador furtivo practica tiro al blanco.
Porque el hambre extrema no es un exceso de carencias, sino exceso de terror.
El hambre revela verdades que nadie busca: que la dignidad de la resistencia no es una reacción de reflejos, sino una pasión de la pulsión por la patria usurpada.
No sé si la historia podrá engendrar un tribunal de competencia de amor por la justicia humana que sea capaz de condenar a los dos asesinos ya convictos: Benjamín Netanyahu y Donald Trump.
Y que cuando esto alguna vez termine, y la historia dé vuelta esta página, que conste que muchos no guardamos silencio, por no haber justificado, y que nos aferramos a la memoria para contarla a nuestros descendientes.
2 comentarios
Dani
Si lo sabrá Hamas. Viviendo en Qatar
HUGO
El comentario iba bien hasta el penúltimo párrafo, donde se fué al pasto. Podría hacer un comentario sobre los terroristas de Hamas, Ademas hay que hacer una diferencia, una cosa son los palestinos, habitantes legítimos de Gaza, y otra son los terroristas, cerdos inmundos. Yo de verdad anhelo a que sean barridos del mapa, que se vayan con Alá, total eso es lo que ahnelan ellos.. Hay que ilustrar al lector.