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Gaza: la banalización del exterminio
El genocidio y la limpieza étnica practicados por Israel sobre el pueblo palestino no solo ponen de manifiesto la relación colonial, sino también el nivel de enfrentamiento al que estÔn dispuestas las clases dominantes sionistas, los capitalistas y gran parte del mundo anglosajón, racista y supremacista.

Ciertamente, los exterminios, genocidios y violencias extremas siempre existieron, y el capitalismo histórico los empleó de manera sistemĆ”tica, metódica y racional en su larga lucha expansiva, sobre todo en las āperiferiasā y en su propio centro. De hecho, se consideraban actos normales de civilización. Sus poblaciones podĆan ser esclavizadas y explotadas, o bien eliminadas sin contemplaciones a āescalas regionalesā cuando se las consideraba una molestia o un obstĆ”culo para la obtención de beneficios y para la reproducción ampliada del capital.
Lo novedoso de hoy es que el exterminio, las guerras permanentes, las limpiezas Ć©tnicas, los confinamientos criminales y las necropolĆticas migratorias estĆ”n definiendo las nuevas formas de āgestión del sistemaā en su fase de colapso.
Y tan grave como eso es que se trata de un tipo de exterminio cada vez mĆ”s hipernaturalizado, aceptado como inevitable, natural e incluso tĆ©cnicamente justificado. Al mismo tiempo, no hay sugerencias, en vivo y en directo. Esta visibilidad, dirigida por el poder, que obstaculiza la labor informativa veraz e incluso asesina a periodistas (mĆ”s de 300), como ocurre en Gaza, no atenĆŗa su ānormalizaciónā, sino que la refuerza, integrando el exterminio en la rutina cotidiana de la vida contemporĆ”nea, es decir, en el filtro gris que integra el mundo.

Se pueden distinguir dos tipos de exterminio en curso: uno por āabandonoā, que consiste en dejar morir por hambre, y otro por āaniquilaciónā directa. Ambas responden a la pedagogĆa de la crueldad a gran escala; responden a una intención deliberada, con distintos grados de planificación vinculadas a mecanismos capitalistas expeditivos para protegerse del colapso que ellos mismos generan.
A su vez, cabe distinguir entre exterminismo simbólico y fĆsico, aunque ambos se entrelazan. El simbólico suele anteceder al fĆsico y se manifiesta mediante una narrativa que incluye discursos y puestas en escena con los medios de comunicación que responden a las Ć©lites dominantes genocidas, legitimando su exterminio como si fuera una ācruzadaā por la verdad y la justicia. Por el contrario, el exterminismo fĆsico implica acciones concretas para erradicar a grupos āsubhumanosā, como lo dicen sus propios dirigentes, ya sea a travĆ©s de la limpieza Ć©tnica y la violencia sistemĆ”tica sobre poblaciones indefensas, incluidos hospitales.

Funciona aquĆ como anestesia perceptiva: las vĆctimas se convierten en meros datos estadĆsticos discutibles, los bombardeos en espectĆ”culo mediĆ”tico de rĆ”pida caducidad, las hambrunas en informes tĆ©cnicos perdidos en un alud de información banal. Lo que deberĆa provocar un escĆ”ndalo civilizatorio se integra como un āruido de fondoā. El exterminio no se percibe ya como una anomalĆa, sino como un paisaje ordinario bajo el āfiltro grisā de la narrativa dominante, a la que se plegaron tanto Google, Amazon, Microsoft y Apple, sin dejar lugar a las opiniones disidentes.
Por eso hacen aparecer al exterminio-odio como solución, como amenaza y también como protección y sacrificio. Esta tensión irresuelta entre la promesa de salvación y el costo de la destrucción define las nuevas formas de gestión de la vida y de la muerte en la era del colapso, donde la crueldad se normaliza y la violencia se metaboliza como rutina.
En esta Ć©poca, donde el concepto del caos del exterminio ilumina la paradoja mĆ”s oscura de nuestro tiempo, la catĆ”strofe global no aparece como ruptura del sistema, sino como la radicalización de su āmodoā de funcionamiento, excluyendo todo tipo de alternativa.

De una u otra manera, el capitalismo actuó siempre como un asesino discreto, metódico y masivo, que solo recurrĆa a grandes masacres cuando su crisis de crecimiento le hacĆa sentir un peligro inminente. Por eso ahora el capitalismo ha comenzado a percibir las amenazas actuales del ānuevo orden mundialā como existenciales, dispuesto a sacrificar una parte o toda la humanidad con tal de prolongar su existencia hegemónica.
Pero tanto los Estados nacionales sionistas de Israel y Estados Unidos parecen ignorar que, en la historia de la humanidad, nada es para siempre.
Fuente: Rebelión/Opinión (fotos: El PaĆs, CNN, AmnistĆa Internacional)
