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Nota escrita por: Ricardo Monetta
4 noviembre, 2025
Gaza: la banalización del exterminio
Por: Ricardo Monetta
El genocidio y la limpieza étnica practicados por Israel sobre el pueblo palestino no solo ponen de manifiesto la relación colonial, sino también el nivel de enfrentamiento al que están dispuestas las clases dominantes sionistas, los capitalistas y gran parte del mundo anglosajón, racista y supremacista.
4 min de lectura
Por: Ricardo Monetta

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Ciertamente, los exterminios, genocidios y violencias extremas siempre existieron, y el capitalismo histórico los empleó de manera sistemática, metódica y racional en su larga lucha expansiva, sobre todo en las “periferias” y en su propio centro. De hecho, se consideraban actos normales de civilización. Sus poblaciones podían ser esclavizadas y explotadas, o bien eliminadas sin contemplaciones a “escalas regionales” cuando se las consideraba una molestia o un obstáculo para la obtención de beneficios y para la reproducción ampliada del capital.

Lo novedoso de hoy es que el exterminio, las guerras permanentes, las limpiezas étnicas, los confinamientos criminales y las necropolíticas migratorias están definiendo las nuevas formas de “gestión del sistema” en su fase de colapso.

Y tan grave como eso es que se trata de un tipo de exterminio cada vez más hipernaturalizado, aceptado como inevitable, natural e incluso técnicamente justificado. Al mismo tiempo, no hay sugerencias, en vivo y en directo. Esta visibilidad, dirigida por el poder, que obstaculiza la labor informativa veraz e incluso asesina a periodistas (más de 300), como ocurre en Gaza, no atenúa su “normalización”, sino que la refuerza, integrando el exterminio en la rutina cotidiana de la vida contemporánea, es decir, en el filtro gris que integra el mundo.

Se pueden distinguir dos tipos de exterminio en curso: uno por “abandono”, que consiste en dejar morir por hambre, y otro por “aniquilación” directa. Ambas responden a la pedagogía de la crueldad a gran escala; responden a una intención deliberada, con distintos grados de planificación vinculadas a mecanismos capitalistas expeditivos para protegerse del colapso que ellos mismos generan.

A su vez, cabe distinguir entre exterminismo simbólico y físico, aunque ambos se entrelazan. El simbólico suele anteceder al físico y se manifiesta mediante una narrativa que incluye discursos y puestas en escena con los medios de comunicación que responden a las élites dominantes genocidas, legitimando su exterminio como si fuera una “cruzada” por la verdad y la justicia. Por el contrario, el exterminismo físico implica acciones concretas para erradicar a grupos “subhumanos”, como lo dicen sus propios dirigentes, ya sea a través de la limpieza étnica y la violencia sistemática sobre poblaciones indefensas, incluidos hospitales.

Funciona aquí como anestesia perceptiva: las víctimas se convierten en meros datos estadísticos discutibles, los bombardeos en espectáculo mediático de rápida caducidad, las hambrunas en informes técnicos perdidos en un alud de información banal. Lo que debería provocar un escándalo civilizatorio se integra como un “ruido de fondo”. El exterminio no se percibe ya como una anomalía, sino como un paisaje ordinario bajo el “filtro gris” de la narrativa dominante, a la que se plegaron tanto Google, Amazon, Microsoft y Apple, sin dejar lugar a las opiniones disidentes.

Por eso hacen aparecer al exterminio-odio como solución, como amenaza y también como protección y sacrificio. Esta tensión irresuelta entre la promesa de salvación y el costo de la destrucción define las nuevas formas de gestión de la vida y de la muerte en la era del colapso, donde la crueldad se normaliza y la violencia se metaboliza como rutina.

En esta época, donde el concepto del caos del exterminio ilumina la paradoja más oscura de nuestro tiempo, la catástrofe global no aparece como ruptura del sistema, sino como la radicalización de su “modo” de funcionamiento, excluyendo todo tipo de alternativa.

De una u otra manera, el capitalismo actuó siempre como un asesino discreto, metódico y masivo, que solo recurría a grandes masacres cuando su crisis de crecimiento le hacía sentir un peligro inminente. Por eso ahora el capitalismo ha comenzado a percibir las amenazas actuales del “nuevo orden mundial” como existenciales, dispuesto a sacrificar una parte o toda la humanidad con tal de prolongar su existencia hegemónica.

Pero tanto los Estados nacionales sionistas de Israel y Estados Unidos parecen ignorar que, en la historia de la humanidad, nada es para siempre.

Fuente: Rebelión/Opinión (fotos: El País, CNN, Amnistía Internacional)

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