La semana pasada, después de que el fiscal general del gobierno anunciara una investigación sobre la filtración, Tomer-Yerushalmi fue suspendida de su cargo. Renunció dos días después, admitiendo en su carta de dimisión haber estado involucrada personalmente en la filtración de las imágenes a los medios de comunicación. El clip fue hecho público por Guy Peleg, corresponsal jurídico del programa de noticias más visto de Israel, en el Canal 12, a quien Tomer filtró el video.
El caso dio un giro oscuro cuando Tomer-Yerushalmi desapareció durante varias horas misteriosamente, y la policía encontró su coche abandonado en un parque cerca de Tel Aviv, lo que provocó temores por un posible intento de suicidio. Pero Tomer reapareció esa noche, sin su teléfono, y fue puesta bajo custodia policial. Luego su teléfono fue encontrado en una playa de Tel Aviv, vaciado de contenido, y salió de la cárcel luego de diez días de arresto.
Esta saga ha dominado los titulares de los medios israelíes en los últimos días, junto con informes histriónicos de que la ciudad de Nueva York había sido “capturada por un musulmán odiador de judíos”, obviamente referido a Zohoran Mandami, lo que casi anuló la escasa discusión sobre los sucesos de Gaza.
Ahora, mientras Hamás recupera el 42 % de Gaza —que no está bajo control de Israel— y con los pocos rehenes supervivientes en casa, la sociedad israelí puede retirarse de nuevo a su burbuja de autocomplacencia. Para la mayoría de los israelíes, el genocidio, después de todo, es secundario ante lo único que realmente importa: las disputas internas sobre “el corazón y el alma del Estado judío”.
Volviendo al tema principal, podemos decir que la mayor general Tomer-Yerushalmi, responsable de todas las investigaciones internas y del ejercicio de la ley en el Ejército israelí, se ha abstenido casi por completo de investigar las innumerables acusaciones bien documentadas contra sus soldados.
Sin embargo, cuando la policía militar llegó a Sde Teiman para arrestar a los sospechosos, fueron repelidos por soldados de derecha, incluidos varios miembros de la Knéset que se escondían detrás de la inmunidad parlamentaria, tratando de evitar los arrestos y diciendo que sus acciones eran simplemente parte del esfuerzo bélico israelí.
Tomer-Yerushalmi filtró el video de la violación, que se difundió rápidamente por internet. Las protestas de los israelíes de derecha, en apoyo a los abusadores, crecieron a su vez. Pero mientras personas en todo el mundo estaban escandalizadas ante lo que solo podría describirse como “protestas por el derecho de violación”, la discusión en Israel se desvaneció rápidamente a favor de las noticias sobre el “éxito en Gaza”.
En general, los judíos-israelíes han reaccionado de una de dos maneras ante esta saga inusual. Los estadounidenses se han acostumbrado al discurso cuasi fascista de personas como Steve Bannon y Stephen Miller, así como del propio presidente Donald Trump. Según esta narrativa, la abogada general militar era una infiltrada del mismo “Estado profundo” de Israel: parte de una camarilla izquierdista empeñada en imponer “valores woke” y proteger sus propios privilegios.
O sea que, según la versión israelí de la conspiración, uno de los objetivos del “Estado profundo” es destruir el carácter del Estado judío, en parte al retratar al mismo Israel como un Estado inmoral y sin ley a los ojos del mundo. De acuerdo con esta lógica, la abogada general militar trató de lograr ese objetivo instruyendo a sus “secuaces” para que manipularan el video del abuso, lo cual no se condice con la realidad, ya que en ningún momento se observa tal manipulación.
La segunda reacción proviene de los israelíes liberales, aquellos que protestan contra Benjamín Netanyahu, porque —al cubrir los hechos— dicen que el primer ministro y sus secuaces han lavado el cerebro a los israelíes con el revisionismo sionista y secuestrado al país.
El autor y escritor israelí Dror Burstein, en Haaretz, escribió:
“Su experiencia nos interpela, porque es un lugar donde las mentiras se convierten en la norma. Ya no hay lugar para la justicia y la verdad, ni para los abogados”.
Para los críticos liberales de Netanyahu, la abogada general militar es el alma herida del Derecho y la Justicia. La guerra de Gaza fue una necesidad, argumentan, y no un genocidio.
Una necesidad, sí, creada artificialmente por Netanyahu.
Sobre todo, lo que destaca el escándalo que rodea a la abogada general militar es que la moral misma ha perdido todo significado. Culpan a Netanyahu y a su contrarreforma judicial, mucho antes del genocidio de Gaza, y sostienen que el primer ministro de Israel tiene la culpa de la escandalosa respuesta del país al ataque de Hamás el 7 de octubre, y que está utilizando todos sus recursos para derrocar la democracia israelí a fin de asegurar su supervivencia política.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu
En su opinión, la abogada general, con la filtración de las imágenes del abuso, estaba más que justificada, porque de lo contrario Netanyahu o aquellos que buscan protegerlo habrían suprimido la grabación y los violadores habrían escapado sin consecuencias.
Los guardias de la prisión abusaron del preso palestino. Lo hicieron porque se les dio un poder absoluto sobre su vida y sobre su muerte.
Pero Tomer-Yerushalmi tuvo innumerables oportunidades de investigar y arrojar luz sobre otros crímenes de guerra cometidos por soldados israelíes, para evitar que la Corte Penal Internacional interviniera.
Todo fue un conflicto de estilo mafioso o una obra de teatro político, dependiendo del espectador. Después de permitir que se lleve a cabo durante más de dos años y medio un genocidio, la moral se convierte en una cáscara hueca. Pero el fervor genocida nunca se conforma con sus víctimas iniciales: siempre se vuelve contra los genocidas, dice Ori Goldberg, analista y comentarista israelí.
Fuente: Prensa Alternativa






