«Fuerza Entre Ríos” era el nombre originalmente impulsado por el espacio de Carolina Gaillard y Paola Rubattino. En ese entonces, la Justicia terminó concediendo el sello al oficialismo peronista (el pejotismo), la Lista 2 de Guillemo Michel y Adán Bahl que apenas horas antes solía denominarse como «Desafío Peronista».
Entonces, el sector díscolo del peronismo entrerriano quedó sin posibilidad de disputar con el nombre que había lanzado públicamente. Ante esa adversidad la alternativa elegida para la lista 503 fue «Ahora la Patria».
La reiteración muestra un patrón donde las herramientas legales, en diferentes instancias, terminan funcionando como una coraza para proteger al pejotismo entrerriano frente a cualquier intento de armado alternativo. Primero fue la eliminación de cualquier disidencia intestina, inhabilitando todas las listas que pretendían presentarse a una interna partidaria.
Ahora, en el caso de “Ahora La Patria”, la mayoría de la CNE tomó como eje el riesgo de confusión para el electorado. Según su interpretación, en tiempos de sobreexposición digital y campañas saturadas de mensajes, la coincidencia en una palabra tan significativa como Patria podría inducir a error.
La postura del camarista Alberto Dalla Vía, en cambio, fue clara: la palabra no es patrimonio de nadie, forma parte de la identidad política y cultural de la Argentina y prohibir su uso restringe la pluralidad democrática.
La disidencia, sin embargo, quedó en minoría.
Más allá de la discusión jurídica, lo que queda en evidencia es el trasfondo político donde un oficialismo utiliza los resortes legales para disciplinar y una Justicia que opera como garante de ese disciplinamiento. No se trata solo de impedir una palabra en la boleta; se trata de bloquear la posibilidad de que el peronismo entrerriano exprese matices, diferencias y alternativas reales frente a la conducción actual.
Cada traba judicial es un paso más hacia un peronismo reducido a la lógica de un monobloque verticalista, sin renovación, sin voces propias y con los disidentes condenados a la marginalidad.
El calendario electoral corre y el oficialismo pejotista juega con ventaja. Los ahora «sin nombre» deberán improvisar sobre la marcha, buscar otra denominación y rehacer su estrategia de campaña en plazos reducidos.