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Represa y represión: El lado oscuro de Salto Grande

Durante los años mÔs crudos del terrorismo de Estado, el proyecto binacional de Salto Grande no estuvo al margen de la represión. Delegados sindicales, técnicos y obreros fueron vigilados, perseguidos y expulsados bajo un sistema coordinado entre las dictaduras de Argentina y Uruguay, en el marco del Plan Cóndor. Una investigación judicial en curso de la fiscal federal Josefina Minatta, que podría tener un impactante correlato judicial con decenas de imputaciones y la apertura de nuevos juicios por crímenes de Lesa Humanidad, revela cómo operó este engranaje del horror en la principal obra energética de la región.

Federico Odorisio

9 junio, 2025

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12:30 pm

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Durante el Encuentro Regional de Derechos Humanos ā€œPlan Cóndor: Historia, impacto y vigencia en la regiónā€, realizado en Concepción del Uruguay los pasados 4 y 5 de junio, la fiscal federal Josefina Minatta presentó una ponencia basada en una investigación en curso que reconstruye una historia largamente silenciada: el despliegue del terrorismo de Estado sobre trabajadores vinculados a la construcción de la represa de Salto Grande, entre 1975 y 1978.

Titulado ā€œLas huellas del Cóndor en la costa del RĆ­o Uruguay (Entre RĆ­os)ā€,Ā  la presentación de la fiscal -basada en una investigación en curso que podrĆ­a tener importantes derivaciones judiciales- permitió entender cómo la represión actuó con precisión quirĆŗrgica para destruir la organización obrera en torno a la principal obra de infraestructura de la región, en articulación con las dictaduras de Argentina y Uruguay. La Triple A, el EjĆ©rcito, Prefectura y los aparatos de inteligencia se activaron para ā€œlimpiarā€ el terreno de militantes, sindicalistas y voces disidentes.

El 8 de octubre de 1974, cuando la represa reciĆ©n comenzaba a erigirse, una serie de volantes firmados por la ā€œAlianza Anticomunista Entrerrianaā€ —una franquicia local de la Triple A— fueron distribuidos en Concordia. El texto, anónimo pero plagado de amenazas explĆ­citas, enumeraba a quienes serĆ­an ā€œcondenados a morir como se merecen los traidores del puebloā€:

Ā ā€œLos bandoleros apĆ”tridas, auto marginados pĆŗblicamente, agitadores de otras banderas, estĆ”n matando a mansalva dejando en su funesto camino, desolación en hogares dignos. Concordia, ciudad de paz y tranquilidad, tiene en su seno estos individuos que la Alianza Anticomunista Entrerriana los tiene debidamente detectados y a quienes ya los condena a morir como se merecen los traidores del puebloā€

Entre los amenazados se encontraban el ingeniero Omar Rizzo, el arquitecto Juan Gustavo Figueroa, y varios obreros que trabajaban en el obrador de Salto Grande. Nombres como Mario Néstor Ruiz, José Luis Yoya, José Luis Rey, Víctor Carlos Ingold, Raúl Hipólito Etchart y Marcelo Néstor Fischer encabezaban la lista.

ā€œDeben saber los subversivos que la Alianza Anticomunista Entrerriana tiene poderosos medios de acción y que ninguno de los elementos aquĆ­ citados saldrĆ” impune de su accionar traidor. Estamos decididos a exterminarlos.ā€

El contexto era explosivo: el conflicto gremial crecía, y el sindicato reclamaba  mejores condiciones laborales, de seguridad, y la incorporación de trabajadores uruguayos en igualdad de condiciones.

ā€œYo llevaba los reclamos de los uruguayosā€

Uno de los protagonistas de esa historia, el exdelegado sindical JosĆ© Luis Yoya, relató ante la justicia y en diferentes entrevistas el nivel de persecución que vivieron los trabajadores: ā€œCuando se inició el primer conflicto, los uruguayos ya estaban en dictadura entonces no podĆ­an concurrir a las asambleas ni tener representación sindical, entonces yo llevaba los reclamos de los uruguayos. La mayorĆ­a eran bancarios que habĆ­an estado presos, salvo dos hermanos JosĆ© Luis RodrĆ­guez y su hermano. HabĆ­a habido una razzia en un banco en Uruguay porque los bancarios eran los mĆ”s combativos, los mĆ”s cercanos a los tupaā€.

Esa solidaridad no fue gratuita. Yoya recuerda que fue seguido, fotografiado, amenazado y finalmente incluido en las listas negras: ā€œUna noche me despierto y me habĆ­an escrito con pintura negra ā€˜Montonero hijo de puta’ en la pared del frente de mi casa. Ya antes me habĆ­an llegado anónimos. DespuĆ©s aparecieron los volantes. No podĆ­amos hablar por telĆ©fono, sabĆ­amos que nos escuchabanā€.

La situación se volvió insostenible. Los sindicatos eran desarticulados, se militarizaban los obradores, y cada reclamo era respondido con inteligencia, amenazas o directamente con detenciones.

Estos delegados tenían frecuentes desencuentros con el secretario general de UOCRA, Rogelio Papagno, quien había intentado disuadirlos sobre la prolongación de las medidas de fuerza. Sin embargo, la decisión de la Asamblea fue la continuidad de la huelga, en reclamo de un franco compensatorio, narró la fiscal.

ā€œA algunos los sacaban de la obra y los subĆ­an a un Falcon sin explicaciones. A otros los dejaban sin trabajo y los empujaban a irse de Concordia. Era una limpieza encubierta, pero todos sabĆ­amos lo que estaba pasandoā€, testimonió Yoya.

El 30 de octubre de 1975, el secretario general de UOCRA, Papagno separó de sus funciones sindicales a Mario NĆ©stor Ruiz. De tal modo, la construcción de la represa constituyó una plataforma fĆ©rtil para la coordinación represiva de los paĆ­ses fronterizos. De acuerdo con el relato de uno de los delegados gremiales, JosĆ© Luis Yoya, que representaba a los trabajadores uruguayos, fue conducido por la fuerza a la ciudad de Montevideo a una reunión con militares de la RepĆŗblica Oriental del Uruguay y dirigentes de la Comisión TĆ©cnica Mixta de Salto Grande: Ā«El primer reclamo fue por los salarios, a mĆ­ me llevaron a Montevideo a hablar con los milicos. Entonces la Comisión TĆ©cnica Mixta de Salto Grande propuso esa reunión en Montevideo, entre la Comisión TĆ©cnica Mixta de Salto Grande, las tres empresas italianas, y los milicos. Me llevaron medio presoā€.

Mas adelante, los intentos por desarticular los reclamos se irĆ­an recrudeciendo contra todos los trabajadores. Tal como seƱaló otro exdelegado gremial, VĆ­ctor Carlos Ingold, hubo desde el directorio de Salto Grande, amenazas hacia los obreros para desalentar las huelgas: ā€œLa patronal de Salto era un consorcio de empresas, italianos fundamentalmente. Militares no se veĆ­an, Salto Grande tenĆ­a lanchas con nombres de dioses griegos, y tenĆ­a la lancha donde nos cruzaban a nosotros, los lanchones. TenĆ­an colectivos con logo de Salto Grande, todo identificado. Cuando los militares toman el gobierno hubo asambleas donde dijeron bueno se acabó de la joda, trabajen para terminar Salto Grande, ellos llamaron a los trabajadores para que los escucharan, los milicos eran, del directorio de Salto Grande. Pusieron militares en el directorioā€.

En un mismo sentido declaró Yoya, al relatar otro modo de instigación, mĆ”s violento, para la deposición de la huelga: ā€œDespuĆ©s de la bomba hubo una razzia contra todos los trabajadores de Salto Grande. EstĆ”bamos en asamblea en Salto y ahĆ­ vienen los milicos uruguayos, sacan toda la gente, la cargan en colectivos y van todos mezclados, a la cana, al Regimiento de Salto, en Uruguay. Desde ahĆ­, los uruguayos tenĆ­an miedo, despuĆ©s de la razzia que los llevó a todos en cana quedaron todos fichados, muchos eran laburantes que no militaban, habĆ­a bolivianos, chilenos, un hĆŗngaro habĆ­a tambiĆ©n, entonces empezaron a venir muchos menos uruguayos a las asambleas. Decayó el nĆŗmero de asistentes uruguayos a las asambleas.ā€

Mientras se construĆ­a el complejo hidroelĆ©ctrico —la Empresa Constructora Salto Grande SA estaba formada por la italiana ImpregiloSpA (Fiat–Impresit de Umberto Girola y Vincenzo Lodigiani que participarĆ” tambiĆ©n en YacyretĆ” y El puente General Manuel Belgrano, entre Chaco y Corrientes entre otras obras); Sollazzo Hermanos SA (de Salvador Sollazzo que participó en El Chocón y YacyretĆ”), ImpresitSideco SA (de Francisco Macri, subsidiaria asociada a Fiat-Impresit para la construcción de silos en Mar del Plata) y Ɓlvaro Palenga SA (que tambiĆ©n participó deYacyretĆ”)—, quienes alzaban la voz eran acallados.

Las empresas constructoras no solo sabĆ­an de la represión: la promovĆ­an. En los expedientes judiciales aparecen comunicaciones entre directivos de las empresas y las fuerzas de seguridad, solicitando ā€œmedidasā€ contra delegados molestos.

El argumento era siempre el mismo: habĆ­a que evitar demoras en la obra. El precio era la dignidad, y muchas veces la vida, de quienes intentaban defender derechos laborales mĆ­nimos.


El 6 de noviembre de 1975 se produjo un atentado explosivo en Concordia, contra la sede del gremio de la construcción al que eran afiliados los obreros, la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina, -UOCRA-. Tras ello, fueron detenidos los delegados sindicales Mario Néstor Ruiz y José Luis Rey. En los días posteriores, fueron también detenidos Víctor Carlos Ingold y José Luis Yoya, y delegados de otras empresas vinculadas a Salto Grande, como la firma Garamendi. El dueño de dicha empresa, Gualberto Joaquín Garamendi, sería detenido el día del golpe de estado, al igual que otros integrantes del Comité de Huelga de Empresa Constructora de Salto Grande SA, como León Oscar Córdova, Fausto Bonvicino y Raúl Hipólito Etchart.

El Cóndor sin fronteras

La investigación de Minatta demuestra que la represión no fue solo argentina. La condición binacional de Salto Grande exigió una coordinación directa con Uruguay. El Plan Cóndor, esa red clandestina de inteligencia, secuestro y asesinato coordinado entre las dictaduras del Cono Sur, tuvo en la frontera del río Uruguay uno de sus puntos calientes.

ā€œLa represión sobre los trabajadores de Salto Grande no fue un hecho aislado. Fue parte de un dispositivo transfronterizo sistemĆ”tico, planificado y ejecutado desde los estados argentino y uruguayoā€, afirmó la fiscal en su ponencia.

Minatta repasó documentos oficiales y partes de inteligencia del EjĆ©rcito Argentino y de la Prefectura Naval Argentina, testimonios judiciales y notas periodĆ­sticas que confirman que habĆ­a listas negras de trabajadores y vigilancia sobre militantes uruguayos y argentinos, a lo que se puede agregar el intercambio de información entre los paĆ­ses, la realización de operativos conjuntos por grupos de trabajo internacionales, traslados clandestinos y los ya conocidos y denunciados ā€œvuelos de la muerteā€ entre Argentina y Uruguay como parte del circuito de desaparición forzada.

Como ejemplo del abundante trabajo conjunto entre los dos países vecinos, estÔ el testimonio del concordiense Hugo Galvani ex trabajador de una empresa subsidiaria de Salto Grande, detenido en Salto (Uruguay) en noviembre de 1975. Galvani había decidido dejar la obra para mudarse a la ciudad vecina a Concordia, debido al clima de persecución que se vivía con relación a los trabajadores de los obradores. Sin embargo, la coordinación represiva entre ambas orillas funcionaba ya en esa época:

ā€œFui detenido en el Uruguay bastante antes del golpe de estado de Argentina, en Salto. Yo iba caminando por una calle lateral a la principal, en la zona cĆ©ntrica; ahĆ­ me llevaron, me detienen las fuerzas conjuntas del Uruguay, me meten en una camioneta de la Comisión TĆ©cnica Mixta de Salto Grande, se identificaron como investigaciones del Uruguay, me llevaron primero a un regimiento que tengo entendido estaba en el cerro. El lugar era grande, con un patio inmenso con una galerĆ­a, me ponen una venda en los ojos, me meten en una celda y me empiezan a interrogar sobre la represa Salto Grande que gente habĆ­a ahĆ­ que gente conocĆ­a. Movimientos sindicales de la represa, porque en ese momento habĆ­a problemas de paros, marchas en el centro de Concordia y un poco nos conocĆ­amos todos. Me preguntaban si yo conocĆ­a gente de la represa. En Uruguay me interrogaban con respecto a la represa, me interrogaba gente de ellos, servicios uruguayos. Estando yo en Uruguay se da el golpe en Argentina. Ellos seĀ  interesaban en la relación mĆ­a con gente del Uruguay. Me mostraban fotos, si los conocĆ­a, me interrogaban por toda esa gente. AllĆ” me trataron mal sĆ­, pero despuĆ©s me traen para acĆ”, me traen al puerto de Concordia, en una lancha. Estuve bastante tiempo en el regimiento de Salto. Cuando me sacan las esposas los uruguayos, me cambian por otras, la venda me la ponen cuando llego, ahĆ­ alcanzo a ver el puerto y Prefectura. Me llevaron al puerto de Concordia desde el puerto de Salto en una lancha de la Comisión TĆ©cnica Mixta de Salto Grandeā€.

La fiscal advirtió que todavía hay mucha documentación que estÔ siendo analizada, y que los crímenes cometidos en Concordia, Salto y la región siguen sin justicia. Pese a los avances en las causas de lesa humanidad, la represión vinculada a Salto Grande permanece, en gran medida, invisibilizada.

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