Una niña lucha ayer por el boleto estudiantil. Un hombre canta ayer por la justicia de la tierra, que es de todos, de Pedro y María, de Juan y José. Una multitud marchará mañana por la educación, la inteligencia, la imaginación, el futuro. Contra el fascismo.
La niña dice ayer que, aunque el boleto estudiantil no lo consigan para ellos, quedará para los futuros estudiantes. El hombre abre antaño las manos, los sonidos y las voces, y casi trajo ayer, con otros, con cientos de miles, el paraíso a la tierra y la tierra para quien la trabaje.
La multitud marcha mañana contra la poda, contra el destrozo, la devastación, la catástrofe, por la esperanza, los sueños, los libros, la primavera y el mañana, contra el fascismo.
La niña, María Claudia, “Nucha”, es secuestrada; entra el infierno en su casa y se la llevan, y a sus jóvenes compañeros, flores, vivas y frescas, que luchan ayer, no por ellos, no solo por ellos, sino por los que ni aún son semillas, por los que se abren capullos, por los que mañana marcharán, tal vez, por los campos fértiles, por los árboles robustos y los brotes silvestres, insumisos: jancitos, geranios y hortensias, para embellecer con colores y aromas el Jardín de la Patria. Por el hombre nuevo.
El hombre, sonrisa ancha, es llevado al Estadio, y como los pájaros, canta hasta el final, el canto que mal le sale, cuando tiene que cantar espanto, espanto como el que vive, como el que muere, espanto (1).
Claudia se sabe muerta. “Yo ya estoy muerta”, responde tristemente al rescate prometido vanamente, en un mañana sin nombre, por su amigo liberado. Muerta se sabe sacrificio, por figurar su destino, como el de la cruz, por los pobres, los enfermos y los desvalidos. Solo le ruega el recuerdo, el día que nace el niño.
Al cantor le rompen las manos, y el hombre sigue cantando. Los lápices se han quebrado y escriben cada vez más claro. Escriben la primavera, que siempre se está viniendo; escribirán mañana, la marcha hasta la victoria. Escribirán este miércoles, en cada paso que sea dado, las imborrables huellas de Víctor y María Claudia, y de miles de estudiantes, de cantores populares.
El 14 de septiembre fue asesinado Víctor Jara, por un príncipe demoníaco, por una Patria liberada. El 16 de septiembre María Claudia Falcone es secuestrada, torturada y desaparecida por la Dictadura, junto a nueve compañeros (2), que no marchitan, renacen como la primavera y estarán mañana, marchando para liberar la Patria, para escribir con firmeza, para defender sin atajos, las universidades, la justicia, la igualdad y la esperanza.
(1) Del último poema de Víctor Jara escrito en el Estadio Nacional el 14 de septiembre de 1973, cuando fuera asesinado por el genocida Pinochet.
(2) De los 10 estudiantes secuestrados en “La noche de los lápices”, solo cuatro fueron liberados.