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Nota escrita por: Ricardo Monetta
31 octubre, 2025
DONALD TRUMP: “Atrapado sin salida”
Por: Ricardo Monetta
En medio del declive de la hegemonía estadounidense y la irrupción de un nuevo orden multipolar encabezado por China y Rusia, Donald Trump aparece, según el autor, como el emblema de un imperio atrapado en su propia decadencia. Entre sanciones fallidas, guerras por delegación y la pérdida de dominio económico, el expresidente norteamericano encarna la impotencia de un modelo que ya no logra sostener su supremacía.
6 min de lectura
Por: Ricardo Monetta

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En estos tiempos distópicos, donde los acontecimientos geopolíticos se suceden a una velocidad impensada, en un mundo donde el “viejo” Gramsci vaticinaba “un mundo viejo que se niega a morir, y un mundo nuevo que lucha disputando el poder mundial”, más o menos así.

Después de casi 200 años del modelo imperial —primero británico, luego de EE.UU.— emergen nuevos actores que reclaman formar parte del nuevo orden mundial.

Como el capitalismo mundial siempre sometió a Occidente con la política de la cañonera, pensó que, a través de guerras regionales como la de la OTAN, vía Ucrania contra Rusia, y de las sanciones económicas, podrían neutralizar cualquier acción que amenazara el ejercicio de su hegemonía. Pero hubo dos factores que conspiraron para que esa estrategia fracasara.

Una, la subestimación de dos potencias como Rusia y China, que lenta pero inexorablemente iniciaron un proceso de transformación de sus antiguas estructuras económicas y armamentísticas. Tan es así que la evolución tecnológica de Rusia ha determinado que le lleva de 12 a 15 años de ventaja a EE.UU. y a la OTAN. Y, desde el punto de vista económico, China le disputa palmo a palmo la supremacía del comercio mundial.

Trataremos de aportar algunos datos económicos y bélicos para aclarar algunos conceptos que son ocultados por la “narrativa” de Occidente.

Como primera medida, fue Trump quien solicitó una reunión con Xi Jinping al ver que fracasaba con la imposición absurda de aranceles. Pero fue el presidente chino quien se sentó a la mesa con dos argumentos de fuerza: “tierras raras” y medicamentos.

China es el principal productor de estas tierras, controlando el 70 % de la producción de tierras refinadas indispensables para cualquier emprendimiento tecnológico. Ante la mayor presión de Trump, le respondieron con la cancelación de la exportación de esas tierras.

Trump llegó a proponerle a Xi Jinping “entregarle” Taiwán si China rompía relaciones con Rusia. Es inútil: el ladrón y traidor cree que todos son de su misma condición. Trump no estaba anoticiado —o no conoce la historia— de que tanto China como Rusia tienen un concepto de la honorabilidad y el respeto mutuo de los pactos firmados, como cuando Xi Jinping le dijo a Putin hace dos años, cuando pactaron la alianza estratégica económico-militar: “Juntos haremos grandes cosas”.

Al mismo tiempo que se reunían Trump y Xi Jinping, Rusia anunciaba al mundo nuevas armas que estremecieron al Pentágono y a los europeos. Por ejemplo, el nuevo misil crucero de largo alcance con propulsión nuclear apodado Burevestnik. Este misil viaja nada menos que a velocidad supersónica y cubrió 14.000 km en 15 horas; o sea, llega a cualquier lugar del mundo.

Como se trata de un misil crucero maniobrable, no hay posibilidad de interceptarlo, porque no actúa como los otros misiles intercontinentales que realizan una parábola fija. Este misil no tiene trayectoria previsible y no puede ser interceptado.

Otro elemento de propulsión nuclear es el dron submarino denominado Poseidón, que puede navegar a más de 500 metros de profundidad, donde no llegan las ondas del radar enemigo. Con esta arma, los portaaviones pierden su invulnerabilidad.

Este dron de propulsión nuclear puede navegar meses y años una vez que es despedido por una nave nodriza, gracias a la energía nuclear de sus motores. La potencia de este dron submarino supera incluso a la del misil Sarmat, con carga nuclear. Puede alcanzar los 200 km por hora. Su armamento nuclear es capaz, por ejemplo, de lanzarse en las costas de California y provocar un tsunami con olas de 15 metros de altura, lo que barrería a San Francisco y Los Ángeles. Lo mismo le pasaría a Londres; por eso Trump firmó con el Reino Unido un pacto de protección. Llegado el momento, eso sería imposible de detener.

No es casualidad el momento elegido por Putin para la presentación de esos impresionantes ejemplares de disuasión masiva. El mundo no tiene idea —ni los líderes de la OTAN— de los peligros a los que se exponen, salvo que recurran a bombas atómicas, lo que sería el fin de la humanidad.

Durante 20 años, los EE.UU. se dedicaron a la economía financiera y a la especulación de Wall Street, y a la creación de guerras particulares con la OTAN como brazo ejecutor en todas partes del mundo, para generar pingües ganancias de las élites del CIM (Complejo Industrial Militar). Pero descuidaron la economía productiva de manufacturas, lo que determinó que las ganancias fueran para los privados y los costos, por la desindustrialización, los absorbiera el Estado, generando una deuda por emisión de bonos de 38 billones de dólares que Trump pretende recuperar con aranceles y sanciones económicas absurdas.

Otro revés sufrido por Trump en la economía, que produjo una devaluación del dólar, fue la decisión de diez países de Asia pertenecientes a la “Ruta de la Seda” de China y sus accesos al mar Caspio. Ellos decidieron renunciar al dólar como moneda de referencia para comercializar petróleo y otros minerales, haciéndolo con sus monedas propias o con el yuan chino.

Ellos son Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán, Tayikistán, Irán, Azerbaiyán, Armenia, Irak e India; a lo que se suman los países del BRICS. Hasta Ucrania se sumó al ver que EE.UU. lo abandona (esto puede ser una maniobra de Zelensky para salvar su “pellejo” al ver que su causa está perdida). Esto supuso una pérdida del dólar en su valor del 20 %.

EE.UU. ha identificado a China como el rival que puede comprometer su ya decadente hegemonía en todos los planos. Hoy China representa más del 30 % de la producción industrial mundial, y para 2030 se calcula que llegará al 45 %.

Donald Trump, imbuido del Destino Manifiesto de los anglosajones, se cree el “macho alfa” capaz de amenazar y extorsionar a todo el mundo que no se doblegue a sus órdenes, como la impresentable Unión Europea, que fue creada por EE.UU. para tenerla de vasalla, a pesar de que no fue elegida por nadie. Con personajes racistas y de ultraderecha, como Joseph Borrell, que expresó que “Europa es un jardín y el resto una jungla”. Típica expresión de mentalidad reaccionaria y racista.

Pero ya lo están pagando, con una economía que se derrumba y al alcance de los misiles rusos si se atreven a provocar al “oso siberiano”.

Un nuevo orden está surgiendo, y será multipolar más temprano que tarde. Nada es para siempre.

Fuente: Con información de Prensa Alternativa/Podcast

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