La noticia periodística, a diferencia de la opinión, se pretende objetiva, ajustada a los hechos duros; sin embargo, está siempre limitada por la ideología del medio de comunicación, que acota sus bordes y sus significados. A lo sumo, hay medios que —como decía Ricardo Massetti— se definen “objetivos, pero no imparciales”, porque asumen un posicionamiento político que los neutrales e independientes ocultan.
La noticia, aún más en los tiempos del predominio virtual, está chusca, escurridiza, evanescente como un fantasma o una pesadilla que se escabulle justo cuando parecía que la atrapábamos. Abusa de que no existan los hechos, sino solo las interpretaciones (Nietzsche), y, paradójicamente, al postular que no hay verdades, las ocultan. El poder la manipula, la secuestra, la domina. La sucede en una vorágine y un torbellino incesante que la envejece en horas como el retrato de Dorian Gray, o la desaparece inmediatamente como a Valdemar cuando se deshace el hechizo (1).
La amordaza con la censura o la maniata, la vuelve impotente cuando la bombardea como en una guerra, cuando las dispara, y no deja de arrojarlas como misiles derechos al discernimiento para destruirlo, como un precioso objetivo bélico. Así el olvido por la sucesión, así el desbarajuste por la zozobra.
En un ratito puede informar sobre la represión a los jubilados, la estadística de la pobreza, el diálogo del Presidente con su perro muerto y la reticencia a entregar remedios a enfermos terminales. Impracticable ordenar el desquicio. Imposible frenar la confusión, el entumecimiento, la inmovilidad.
Otro procedimiento de los monopolios comunicacionales, al servicio del poder económico y político, es el doble mensaje, la paradoja. Es una comunicación psicotizante, como lo ha desarrollado Rocco Carbone (2), apelando a las teorías anti-psiquiátricas sobre la esquizofrenia. Un asedio perenne de mensajes que se afirman y se niegan simultáneamente y un contexto que impide el esclarecimiento de la contradicción es —según ellas— el mecanismo al que está sometido el futuro enfermo mental, que ya no podrá dilucidar realidad de delirio, que lo pondrá en un estado de desconfianza paranoide ininterrumpido.
Así Milei adoctrinando políticamente contra el adoctrinamiento político en una escuela, en términos tan violentos que los alumnos se desmayan en serie. Así Milei destruyendo las políticas de género, negando el problema, a la par que condena la violencia de género de Alberto Fernández, sin que los “periodistas” serviles interroguen, interpelen o señalen esas incongruencias o contrasentidos.
Los ejemplos son interminables, como los del artilugio de la distracción, con el que se entretiene y despista la atención, haciéndola dirigir hacia una circunstancia a través de su repetición asfixiante, infernal, ininterrumpida. Un ejemplo antiguo e infame fue, en 1935, la promesa de Natalio Botana, de Diario Crítica, a Agustín P. Justo, de borrar el escándalo del asesinato de Enzo Bordabehere en el Senado de la Nación, metiéndole decenas de tapas sobre la muerte de Gardel.
Fue lo que sucedió con la espeluznante y angustiosa desaparición de Loan, un niño de 5 años en la provincia de Corrientes. La mecánica, en ese caso, se completa con la fragmentación y la desconexión, por ejemplo, del contexto de la trata que podría explicarla, centrándose en los golpes bajos del sensacionalismo. El aparato (des)informativo disocia los hechos de sus causas. Si no, convalida la renegación de la realidad, mecanismo perverso investigado por el psicoanálisis, por el que se niega una percepción evidente, como cuando el presidente riojano afirmaba que estábamos en el Primer Mundo, o el presidente actual pondera su plan económico en medio de un ostensible cuadro de miseria, ajuste y saqueo.
La renegación produce esperanza en los desprevenidos incautos.
Por último, la noticia es golpeada por la distorsión y la mentira, que deforman la verdad y deciden la opinión pública. Así se festejan, por ejemplo, los despidos y la desocupación como un acto de justicia.
La columna de opinión apela, en cambio, al análisis y la reflexión, desde una narrativa que busca esclarecer los desvaríos de la noticia, detener su hemorragia, hacer emerger la verdad oculta, narrar los hechos desde su contexto, con una ética y una estética particular.
Encuentra en la tradición extraordinarios escritores de periódicos (3), que la han prestigiado exponencialmente con la hibridación entre la nota periodística y los recursos de la literatura: Rubén Darío y Martí, que han escrito para La Nación maravillosos relatos y notas periodísticas; Roberto Arlt, esos profundos cuadros de costumbres que llamó Aguafuertes; Rodolfo Walsh, que jugó magistralmente con la imbricación de todas las dimensiones cuando creó un género, la no ficción, a partir de una investigación periodística que culminó en Operación Masacre; el traslado de los métodos de análisis de un cuento policial en “Cuento para tahúres” al desciframiento de un crimen real, con connotaciones políticas y sindicales, que dio lugar a ¿Quién mató a Rosendo?; o a la escritura del mejor cuento del siglo XX, Esa mujer, como producto del fracaso de la indagación del tratamiento informativo de las peripecias del cuerpo de Evita.
Hace años que me involucré, apasionada e inesperadamente, en la escritura de columnas de opinión, invitado por dos diarios de Concordia, transformándose en mí en una necesidad de escribir sistemáticamente, a través de todos los recursos posibles —el relato, la reflexión, la poesía— sobre aquellas experiencias compartidas, comunitarias, que nos duelen, nos angustian, nos asfixian y desesperan, desde una ética de la dificultad y el compromiso, de una moral propia de los cronopios.
Porque “no es fácil serlo… porque he tratado de serlo toda mi vida; conozco los fracasos, las renuncias y las traiciones. Ser fama o esperanza es simple, basta con dejarse ir y la vida hace el resto. Ser cronopio es contrapelo, contraluz, contranovela, contradanza, contratodo, contrabajo, contrafagote, contra y recontra cada día, contra cada cosa que los demás aceptan y que tienen fuerza de ley” (Julio Cortázar).
Por eso los espero a charlar sobre estos tópicos en la tercera Feria del Libro de la SADE en la UTN (6, 7 y 8 de agosto), el miércoles 6 de agosto a las 15, a todos, especialmente a los compañeros del Diario Junio y a los queridos lectores.
Notas:
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El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde. El extraño caso del señor Valdemar, Edgar Allan Poe.
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Lanzallamas. Milei y el fascismo psicotizante, Rocco Carbone. En Debate Editorial.
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Gabriel García Márquez.