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25 agosto, 2025

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70 años de zigzags en la Argentina: entre la utopía del desarrollo y el peso del endeudamiento, del ‘peligro comunista’ al ‘peligro chino’
“La combinación de un proceso de desindustrialización con una drástica reducción del Estado generó un aumento de las desigualdades. La pobreza alcanzó un porcentaje creciente de argentinos y tendió a convertirse para ellos en una situación estructural, sin alternativas”. PNUD - 2002
8 min de lectura

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Alcanzar un desarrollo humano equilibrado tal vez sea la utopía argentina más perseguida y, a la vez, más combatida, según el cristal con el que se mire. Los procesos de empobrecimiento poblacional tienen un largo hilo en la historia nacional.

Comprender cómo se desarrollaron en los últimos “70 años”, como gustan decir muchos comunicadores, es un recorte necesario para aclarar la mirada y limpiar los lentes de los rayones que intentan imponer a la opinión de la vulgaridad (entendiendo al vulgo como lo define la RAE: conjunto de personas que en cada materia no conoce más que la parte superficial).

Claro está que en la era de la especialidad, conocer en profundidad es un gran desafío. Aunque no debemos olvidar que la Ley de Educación Nacional (vigente), en el Cap. II titulado Fines y objetivos de la política educativa nacional, en su Inc. C) explicita: “Brindar una formación ciudadana comprometida con los valores éticos y democráticos de participación, libertad, solidaridad (…) responsabilidad, honestidad…”. Entonces, es una responsabilidad clara del sistema educativo formar con claridad (y honestidad) irrefutable sobre los procesos históricos que transcurrieron por el zigzag de las políticas gubernamentales de nuestro país en los “últimos 70 años”.

Iniciemos este recorrido por el camino de la integración y desintegración regional, los intereses económicos que intervinieron y sus coincidentes períodos de endeudamiento o desendeudamiento y desarrollo.

Uno de los primeros ensayos fue la Alianza para el Progreso (1961), un intento panamericanista de ayuda mutua para el desarrollo, alentado por el gobierno norteamericano de J.F. Kennedy. Frondizi participa de la firma de la alianza en Punta del Este, Uruguay. Inicialmente orientada al desarrollo económico y social, rápidamente vira hacia fuertes presiones económicas y de las fuerzas armadas, en el marco de la Guerra Fría.

Simultáneamente, en la década del 60, surgían intentos de bloques regionales. También bajo el gobierno de Frondizi, Argentina se integra a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), junto a Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú, Uruguay, Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia. Con nobles propósitos, costó la toma de decisiones y fue abortada por los golpes militares pronorteamericanos, que básicamente veían en estos intentos de integración regional un fuerte peligro para sus intereses económicos en la región. Fue, sin embargo, un claro antecedente de integración regional. Aunque para el discurso que le llega a la vulgaridad siempre fue el “peligro comunista o el peligro peronista”; discurso que gran parte de la sociedad compra una y otra vez hasta avanzado el S. XXI. Frondizi no resiste las presiones económicas, acelera el ingreso al FMI con un fuerte endeudamiento y las Fuerzas Armadas lo derrocan bajo el beneplácito de EE.UU.

Entre 1963 y 1966, en el gobierno radical de Illia, la economía hace un intento de recuperación, pero con la presión de los sindicatos y el empresariado culminó en otro golpe. Toma el poder Onganía, quien dispone un Plan de Estabilización que consiste en devaluación del peso (40%), aumento de tarifas de servicios públicos, pérdida del poder adquisitivo de los salarios y suba del dólar, lo que transfiere ingresos al sector agropecuario exportador. Parece que Caputo, en el S. XXI, no ha descubierto la pólvora. Tal vez el problema sea que de estos zigzag de las políticas económicas poco se enseñe, porque «de política en la escuela no se habla”.

Paralelamente, hacia 1961 surge como alternativa a la polarización URSS – EE.UU. el Movimiento de los No Alineados, una tercera posición que puso su atención en el anticolonialismo y las independencias de las naciones, especialmente de las que empezaban a llamarse subdesarrolladas.

Argentina lo integró por un breve lapso, desde septiembre de 1973 —tercer gobierno de Perón— hasta 1976, cuando la dictadura alineada con EE.UU. se separa del movimiento. Sin embargo, fue esa corta integración la que provocó el profundo apoyo de esos países en la Guerra de Malvinas, mientras que la alineación con EE.UU. poco sirvió a la hora de enfrentarse a Gran Bretaña. Esta separación no solo trajo consigo ruptura en la política exterior, sino un fuerte endeudamiento ¡nuevamente!, que va a condicionar duramente el gobierno democrático de Raúl Alfonsín.

La dictadura cívico-militar hizo de la “bicicleta financiera”, hoy aggiornada con las palabras en inglés carry trade (decía mi abuela: el mismo excremento con distinto olor), y de la “plata dulce” su leitmotiv: dólar barato y apertura de importaciones. En la actualidad solo se le agrega a este relato TEMU y SHEIN: fácil de comprar barato, fácil de viajar barato. Algo así como vender los muebles de la casa para hacer una gran fiesta, pero cuando llegue el cansancio y sueño de la madrugada no habrá camas ni colchones, y cuando llegue el hambre no habrá cocina para cocinar.

El 26 de marzo de 1991 nace el Mercosur, una alianza con el objetivo de promover el desarrollo económico y la integración de los países de América del Sur. Inicialmente integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; hoy en proceso de adhesión de Bolivia, y con estados asociados como Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Panamá y Venezuela.

Si bien el proceso de idas y vueltas del Mercosur no puede abordarse en este corto recorrido, sí es de destacar dos o tres miradas geopolíticas: primero, desde los intereses del norte, siempre se intentó obstaculizar la integración del Mercosur, teniendo como mano de obra la militancia conservadora de los países miembros y la injerencia (más o menos explícita) de la Cancillería de EE.UU. Segundo, el período en el cual el Mercosur alcanzó amplia interacción fue durante las dos primeras décadas del S. XXI, cuando en la gran mayoría de los países miembros gobernaban progresismos que apuntaban a un desarrollo industrializador competitivo, poniendo en valor las profundas y variadas riquezas de cada país, realizando intercambios comerciales regionales sin intervención de EE.UU. Y tercero, en el caso de Argentina y Brasil, produciendo un fuerte desarrollo económico y un desendeudamiento progresivo.

Lo más reciente es el frustrado intento de ingresar a los BRICS (integración de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), gestionado durante el gobierno de Alberto Fernández y abortado en 2024 por decisión del gobierno de Milei, mostrando una vez más que cada intento de integración por fuera de EE.UU. alinea al conservadurismo argentino y trae aparejado un descomunal endeudamiento, profundizado con la desproporcionada extranjerización de las tierras nacionales, bajo el discurso para el vulgo de que todo es producto del “peronismo de los últimos 70 años” y (aunque un poco pasado de moda) el peligro ruso-chino.

En síntesis, durante estos “70 años” la alternancia en el poder de diversos pensamientos político-ideológicos no solo fue absoluta, sino que también incluyó dictaduras y democracias. En ese período hubo y hay dos posicionamientos sobre cuál es la salida de las problemáticas asociadas al subdesarrollo:

  1. Para los sectores progresistas, el problema era y es el desequilibrio en la distribución de la riqueza, por lo tanto, el problema es económico.

  2. Para los sectores conservadores, el problema era y es político, porque se considera que el mal que aqueja es el pensamiento comunista-marxista, peronista o populista (según los años en que se estén expresando los discursos masivos comunicacionales, mayoritariamente pertenecientes a grandes corporaciones con vínculos extranjeros) y la forma en que repercuten en el “sentido común” que reina en el sistema de enseñanza.

“¿Hace falta una comprensión más acabada de lo que nos pasa? ¿No nos alcanza con la lectura de los diarios o con la propia experiencia? No se trata de llenarnos de información y, menos aún, fragmentada. Se trata, sí, de obtener una información más sistematizada, que nos permita tener un “mapa” de la situación, no solo de nuestra comunidad cercana sino también del país. Esto nos permitirá comprender la complejidad de la realidad, una complejidad que nos obliga a ver no solo lo negativo, lo preocupante, lo problemático, sino también aquello que puede ser considerado un potencial capaz de generar cambios positivos”.


Verónica López
Lic. en Cs. de la Educación

1 comentario

  • 70 años dicen los gorilas, falazmente. La gente del campo popular habla de 50 años, que es un dato veraz, y tiene su razón de ser en el golpe del 76, y las políticas de desindustrialización que le siguieron, el péndulo bobo…por falta de calibre y de intelegencia política

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