Luego de evitar dar explicaciones a los trabajadores despedidos de distintas áreas de la Municipalidad de Concordia, el Intendente dio los motivos que debería haber dado a los más de 90 afectados y a los gremios que los defienden, dando la cara. Lo hizo a través de medios de comunicación, justificando los despidos arbitrarios e inhumanos en que “la ciudad tiene un 60% de pobreza, con más del 69,2% de los niños viviendo bajo la línea de la pobreza, que no tiene agua, adultos y niños que viven excluidos y no acceden a nada, y que además esta realidad se da en un contexto en que cayó brutalmente la recaudación”.

Es necesario aclararle al intendente Azcue que está gobernando hace más de un año y siete meses y que es el responsable de resolver esos problemas, no puede comentarlo desde la tribuna. Esa pobreza que nos duele a todos —especialmente a él, como lo dijo en su discurso de asunción— no tiene ninguna política activa para eliminarla, y estos despidos, que son una tragedia para cada familia que los sufre, solo la acrecentarán. Es decir, es una paradoja y un absurdo suponer que sea echando gente como vaya a disminuir la pobreza; más bien, de ese modo profundizará la miseria, el hambre y la desesperación, al multiplicar la cantidad de personas sin trabajo, sin ingresos.

No son los pobres ni los indigentes, los trabajadores ni el pueblo en general los culpables de la brutal caída de la recaudación, sino una política nacional de ajuste —esa sí brutal— a la que el Intendente ha adherido sin fisuras con su alianza con el Gobierno nacional y su motosierra, destruyendo los salarios hasta límites insoportables y reprimiendo inhumanamente toda manifestación de protesta, con un inusitado goce sádico.

Al gobierno nacional y provincial debería pedirle explicaciones por la baja de recaudación, que no es un fenómeno meteorológico, sino el resultado coherente con políticas de destrucción del empleo, la producción y el salario. Es tal vez asumiendo como válida la justicia social —tan denostada por el Intendente— como pueda sacar de la pobreza y de la desesperación a los pobres, los indigentes y miserables, si de verdad le doliera.

Si no le cierran los números, debería usar la imaginación y que la fórmula no sea siempre ajustar a los más débiles, y realizar una política de distribución de los ingresos más equitativa, cobrando más a los que más tienen. Eso es la justicia social. Porque no es cierto que Concordia sea una ciudad pobre: es una ciudad injusta y desigual, donde la riqueza es apropiada en pocas manos.

Es indignante que hable en esos términos cuando debería avergonzarlo el paisaje cotidiano de nuestra ciudad, en el que familias enteras están enterradas —todos los días, todos los días— en contenedores repletos de basura, espantando las moscas para sobrevivir intoxicadas, para sobrellevar el camino seguro hacia una muerte miserable.

Es lamentable que no haya atendido el martes a las personas que solo quieren saber por qué fueron echadas, las razones del modo cruel de dejarles una notificación de despido debajo de la puerta —lo que aterroriza a los empleados activos, angustiados cada vez que golpean las puertas de sus casas—, comunicarles cara a cara por qué no podrán ahora llevar un plato de comida a su mesa. Y en lugar de darles las explicaciones que merecen, llenar de policías la casa del pueblo que es la Municipalidad, si tan razonables son sus explicaciones.

Yo lamento muchísimo esta situación, y le aseguro, señor Intendente, que deseo profundamente otra realidad, que me emocioné y esperancé cuando dijo en su discurso de asunción que le dolía la pobreza y que era su objetivo principal combatirla. Otra decepción. Pero no culpe a los gremios que solo defienden a sus trabajadores, ni a los periodistas que solo informan y dan su opinión sobre una realidad tristísima, de la cual —sin peros— debe hacerse responsable.