Sin embargo, pasaron seis años entre el mayo de Buenos Aires y el julio tucumano. En el medio Belgrano había dictado el Reglamento de las Misiones, Artigas había proclamado la Independencia en 1815, en el Congreso de Oriente para los pueblos del litoral y San Martín se había enfrentado al poder centralista y acomodaticio del puerto, entre otras muchas cuestiones que sería largo detallar aquí.
Mientras Artigas formaba la Liga de los Pueblos Libres, en 1815, defendiendo la integración de las comunidades, la distribución de la tierra, la igualdad y seguridad en el gobierno de las provincias; el Triunvirato y luego el Directorio habían enviado misiones a Europa y Brasil, buscando un acuerdo con España para retornar al Virreinato o en su defecto que Inglaterra tomara estas tierras como protectorado. Las gestiones fueron hechas por Rivadavia como emisario y fue expulsado de España, y Alvear (por entonces Director Supremo) escribiéndole a Inglaterra, pidiendo el protectorado:
“…Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a los hombres de juicio y opinión que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que la dirija…[1]”
De uno, se le puso el nombre a la silla del presidente, del otro a una de las avenidas más importantes de Bs As y donde buscan radicarse las personalidades oligárquicas de porteñismo desde entonces. Como se ve ¡nada es casualidad!
En otro lugar del Sur, San Martín escribía:
“¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! (…) ¿Qué nos falta más que decirlo? (…) Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos…Ánimo que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. ..”[2]
Se debatían por esa época dos ideas, la americanista que sostenía la necesidad de integración y autonomía política y económica de las tierras del Sur y la localista, que defendía el ejercicio del poder en la ciudad, especialmente en Bs. As. Ambas ideas observaban los procesos políticos europeos, los primeros pensaban que las ideas liberales europeas podían sembrarse y germinar en América para la autodeterminación y la soberanía; los segundos verán en esa mismas ideas liberales la oportunidad de concentrar el poder y relacionarse con las naciones europeas privilegiadamente.
El Congreso finalmente se reúne en Tucumán hacia marzo de 1816. Comienzan las deliberaciones, presidido por el diputado de San Juan, Francisco Narciso Laprida, y en la secretaria Juan José Paso, quien aquel 9 de julio lee la pregunta “¿Quieren los diputados de las provincias de la Unión sean una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?” Aprobada por aclamación, la moción, se redacta el Acta que debería ser conocida por todo ciudadano argentino y extrañamente rara vez se hace referencia a su contenido
El mismo reza:
“Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama”[3]
Este Acta no solo es un acta independentista, sino es un acta fundacional del ideario soberano, del espíritu de libertad y de la consideración como “violenta” de toda forma de intromisión, de estados extranjeros en la política de las provincias argentinas. La negación de relaciones carnales, de la subordinación a Europa, y de toda otra forma de expresión que no sea la nacida de la representación de los pueblos, son parte fundante del ser nacional argentino. La consideración de que la colonización española fue un acto de despojo de los derechos de los pueblos que aquí habitaban, es una expresión que sintetiza el sentir de los hombres que firmaron aquel acta.
Como podemos ver la Independencia es declarada, en tiempos convulsionados, por hombres dispuestos a dejar “vida, haberes y fama” en ello. Esa sería una buena lección a enseñar en nuestro presente para proyectar un país libre, independiente y fundamentalmente inclusivo.
Lic. Verónica López
Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación
[1] Carta de Alvear a Lord Strangford, Buenos Aires, 25 de enero de 1815
[2] Carta de José de San Martín a Godoy Cruz, Mendoza, 12 de abril de 1816
[3] Acta del Congreso reunido el 9 de julio de 1816, Tucumán