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Nota escrita por: Sergio Brodsky
domingo 30 de marzo de 2025

domingo 30 de marzo de 2025

La guerra de los cerdos
Por: Sergio Brodsky
“A eso voy —convino el conductor—. Supóngase que realmente sobre el viejo inútil, ¿por qué no se lo llevan a un lugar y lo exterminan por métodos modernos?” (Adolfo Bioy Casares, “Diario de la guerra del cerdo”)
Por: Sergio Brodsky

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«Diario de la guerra del cerdo» es una novela de Bioy Casares publicada en 1959 en la que los jóvenes emprenden una cacería de viejos, a los que maltratan, golpean y asesinan. Confunde un poco el título porque “cerdos” es la calificación que los jóvenes dirigen a los viejos porque, a su criterio, “son egoístas, materialistas, voraces, roñosos, unos verdaderos chanchos”.

“En esta guerra —dice uno de los personajes—, los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser, un odio bastante asustado” (1).

Es angustiante leerla hoy, cuando los viejos y jubilados son “exterminados por métodos más modernos”: privándolos de medicamentos, con jubilaciones miserables, en un contexto de ajuste en el que solo pueden sobrevivir gracias a la ayuda de sus familiares. Es una injusticia y una vergüenza. Es una indignidad que los jubilados sufren cada miércoles al costo de una represión feroz e inaudita.

Es la viva escena de la “encerrona trágica” (2), aquella en la que la víctima necesita de su verdugo para sobrevivir. Una situación dual en la que quien tiene el poder es un perverso que goza del dolor de quien padece un absoluto desamparo, sin apelación a un tercero de la ley. Ese tercero puede representarse por el Poder Judicial. Sin embargo, es cómplice de la barbarie. Ningún fiscal considera ilegal aquello que obviamente es ilegal: el derecho constitucional a la protesta reprimido injustificadamente, con saña, con sadismo, con crueldad.

La encerrona trágica es el dispositivo de la crueldad. El paradigma, dice Ulloa, es la mesa de tortura de los genocidas. Cuando una defensora intervino porque los detenidos ni siquiera tenían causa ni motivos, fue violentamente atacada por el gobierno y amenazada por su actuación ajustada a derecho.

El ataque despiadado a los ancianos, en esta realidad que supera la ficción, no lo realizan los jóvenes como en la novela de Bioy, sino el gobierno fascista a cargo de una ministra que goza con el sufrimiento del otro. Esos son los verdaderos cerdos que han emprendido una batalla contra los débiles, los desamparados.

Los viejos son masacrados los miércoles desde agosto del año pasado. Tras la parálisis y el miedo que genera la crueldad y la violencia, reaccionaron, conmovedoramente, los hinchas de fútbol, apelando a la ética maradoniana. Fueron a defender a los viejos. Luego se sumaron gremios, sindicatos, organizaciones sociales e independientes que pudieron salir de la apatía y el temor.

En Concordia, un grupo nutrido acompaña la protesta de los jubilados todos los miércoles.

Este gobierno efectivamente ataca a los vulnerables. Primero los demoniza. Los difama y así puede celebrar, luego, su desgracia, como cuando festejan los despidos o el veto del aumento a los jubilados y universitarios.

Las organizaciones sociales, los militantes políticos, los jubilados, los discapacitados, los pobres, los militantes por los derechos humanos, los estudiantes universitarios y las universidades, las mujeres, las personas LGBT y las diversidades sexuales, los artistas, los empleados públicos despedidos, entre otros, caen en las redes de la infamia y las descalificaciones mentirosas.

Son, sucesivamente, estigmatizados y mitificados, representados como “piqueteros” ladrones, “corruptos de la casta”, “zurdos hijos de puta”, “jubilados patoteros y violentos que le pegan a los policías y quieren desestabilizar el equilibrio fiscal”, “abusadores de las pensiones”, “haraganes que no quieren trabajar y vivir de los planes”, “los curros de los derechos humanos”, “corruptos que no quieren auditorías”, “feministas que se abusan”, “pedófilos”, “Ladridepósito y María BCRA, cometierra, perversidad sexual”, “ñoquis”.

Así mienten, estigmatizan, odian y construyen enemigos, desvirtuando la imagen de quienes quieren destruir.

Esas mentiras las reproducen los medios hegemónicos y las repiten acríticamente sus víctimas, agobiadas por el eco del relato malintencionado. En el oligopolio mediático, imposible de no escuchar, reiteran, cómplices, estas falacias.

La cooptación de todos los medios de comunicación coloniza la subjetividad, anulando la conciencia crítica, y una enorme cantidad de personas repite lo que “se dice” sin dudar, sin pensar, tan solo porque lo dicen los medios que, por su abrumadora presencia, producen un efecto hipnótico sobre sus oyentes.

Otros aplauden simplemente porque son crueles.

Los incautos traducen, por ejemplo, la evidente masacre a los jubilados como una tentativa de golpe de Estado, la Memoria y el repudio al genocidio como un curro, los artistas como chorros, y así en todos los ejemplos mencionados, cerrando su cabeza a cualquier puesta en cuestión de estas calumnias.

Esta realidad agobiante, inevitablemente, tarde o temprano, va a ceder. Por la resistencia y la lucha del pueblo, se abrirá paso a otra más justa y humana.

Se hará con la reivindicación de la ética de las Madres, que nunca vengaron los crímenes, que apostaron siempre por la Justicia como imperativo innegociable para la construcción de un verdadero pacto democrático.

Se hará con los pedacitos que aún resisten: con los pañuelos, con los libros, con los universitarios, con Dillon, Lali y Milo J, con los jubilados rebeldes, con los nobles hinchas de fútbol, sus banderas y barriletes cósmicos, con los periodistas verdaderos, con los militantes honestos, con los gremialistas honestos y con los miles de argentinos anónimos y solidarios que rechazan la crueldad y la violencia y apuestan día a día a construir la Patria del amor.

Esa va a llegar.

Esa que, como dice mi amigo Marcelo Valko, “lenta, pero viene, lenta, pero viene” (3 y 4).

Fuentes:

  1. Diario de la guerra del cerdo, Adolfo Bioy Casares.

  2. La novela clínica psicoanalítica, Fernando Ulloa.

  3. Lento pero viene, poema de Mario Benedetti.

  4. Marcelo Valko, docente, escritor y psicólogo, autor de Pedagogía de la desmemoria.

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