Quienes tienen en su haber más de 40 años de edad podrán recordar la experiencia de aprender a escribir en letra cursiva. Esos cuadernos (que los y las nostálgicos, aún suelen conservar) de los primeros años de la escolaridad, reflejan el profundo esfuerzo que significó lograr esa letra pareja, redondeada y unida una a otra que debía apoyarse sobre un reglón que servía de guía.
La posibilidad de elegir en que letra expresarse. La digitalización de la lecto – escritura (acelerada con la pandemia) llevó a que la mayoría de los y las estudiantes de secundaria no la usen y muchos, no solo no la saben hacer, sino que no la pueden leer.
Para estas generaciones la vida es en imprenta. Y en realidad, casi completamente digital. Según datos del INDEC, el 90% de los hogares urbanos de la Argentina tienen acceso a Internet, 88 de cada 100 personas tiene un teléfono celular y casi un 65% de los hogares cuentan con una computadora.[2]
Según Delia Lerner[3] enseñar la letra cursiva no es tan importante porque “el tiempo que los alumnos dedican a aprender a escribir en cursiva, puede emplearse mejor en enseñar contenidos educativos más ricos(…) ¿porqué perder tiempo en enseñar a leer y escribir en un tipo de letra que cada vez se usa menos?”
Lejos quedaron los cuadernos de caligrafía y las largas horas de practicar las curvas y las uniones. Y aunque muchos docentes insistan en la importancia de la utilización del papel, la realidad es que incluso gran parte de los adultos ya no escribe a mano, mucho menos en cursiva.[4]
Sin embargo, no es un debate saldado, hay países, como el caso de Finlandia, donde desde 2016 se dejó oficialmente de enseñar la letra cursiva, para que los y las alumnas aprendieran a escribir directamente en el teclado de la computadora. Pero por otro lado hay un renacer de la cursiva, como se puede ver en TikTok o Instagram donde demuestran que este arte sigue muy vivo: los bullet journals (esas agendas tan de moda donde uno puede exprimir su productividad), videos demostrativos de caligrafía y hashtags que han sido tendencia en los últimos meses en Estados Unidos como #penmanship, #cursive o incluso #penlife, todos inundados de fotos de caligrafía impecable en tinta de alta gama.
Durante siglos, la escritura fue el reino de los más educados y privilegiados: el papel era caro y los escribas especiales desarrollaron estilos de escritura ornamentados para dar lustre a los manuscritos iluminados y los documentos oficiales. Pero en el siglo XVIII y principios del XIX, la escritura se hizo más accesible, lo que propició el florecimiento de la caligrafía y la invención de formas más rápidas de escribir. Una de ellas consistía en juntar las letras de una palabra, y así surgió la letra cursiva (basada en el verbo latino currere, “correr”) tal y como la conocemos ahora.
Con la inmigración a las colonias británicas y a Estados Unidos en el siglo XVIII, los inmigrantes trajeron consigo sus estilos cursivos preferidos, o “manos”. Una de ellas, la Copperplate o caligrafía inglesa, surgió de la mano redonda y se convirtió en la favorita de los maestros de escritura privados que impartían clases a muchos estudiantes de élite. La tecnología también ayudó: cuando la pluma estilográfica empezó a sustituir a las plumas a principios del siglo XIX, la letra cursiva Copperplate se hizo más fácil y accesible a las masas.
Otros sistemas de escritura se sucedieron, hasta que Austin Norman Palmer, creara la cursiva tal y como la conocemos hoy. Palmer observó el ritmo acelerado del trabajo de oficina en Estados Unidos e imaginó una forma de escritura simplificada que permitiera seguir el ritmo a la nueva clase de oficinistas, secretarias y empleados administrativos. Inventado en la década de 1880 y acogido con entusiasmo por los educadores, el método Palmer fue diseñado para automatizar la escritura manual humana.[5]
Pero la pregunta del millón nos interpela: ¿Es necesario recuperar la enseñanza y el uso de la letra cursiva? Lucrecia Ekert[6] dice que “El alumno tiene que estar preparado en su motricidad fina” dijo, agregando que hay que prestar atención a las “características bonitas” que tiene ese tipo de letra. En esa línea, explicó que la cursiva “ayuda a entrenar el cerebro, además de la habilidad motora fina”. Si bien reconoció que la escritura en teclados “está de moda, es más rápido y nos ayuda con la ortografía”, señaló que “los científicos aseguran que aprender la letra cursiva es crucial para el desarrollo cognitivo, porque integra el control del movimiento y el razonamiento”.
Ekert, en ese punto, extendió el pedido de “no dejar de lado la letra cursiva con el paso del tiempo y el avance de la tecnología”. En consecuencia, explicó que el cerebro del niño se está desarrollando y se activan diversas características que imponen relevancia: “Las letras se unen, no hay ninguna suelta. Hay letras altas o bajas, que bajan del renglón, y otras, que son las medianas” describió, poniendo el foco en cuan “terrible” es mezclar las imprentas con la cursiva: “Respeto a quien escribe con imprenta. Este año he tenido la posibilidad de tener un desafío en el secundario y cuando empecé a escribir en el pizarrón en cursiva no entendían” contó, explicando que, como sus alumnos hacía tiempo no la usaban, invitó a entrenarlos: “Les dije que, si no la reconocían por algunos días, iba a escribir en imprenta” agregó, describiendo que los primeros días fueron bastante desafiantes, pese a que los subsiguientes se vivieron con más entendimiento.
Los que abogan por el resurgimiento de la letra cursiva son los Terapeutas Ocupacionales y Psiquiatras quienes afirman que ayuda a desarrollar la coordinación mano-ojo, el desarrollo cognitivo y la motricidad fina, por nombrar solo algunos aspectos. En los casos de niños con dificultades motrices y cognitivas les ayuda a desarrollar funciones cognitivas vitales. También es una de las prácticas habituales en la estimulación cognitiva de adultos, dado que pone en funciones circuitos cerebrales que han dejado de usarse o que están en franco deterioro.
El debate está vigente ¿es necesario escribir y leer en letra cursiva?
Lic Verónica López
Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación
[1] Experto en caligrafía, de origen alemán
[2] Diario La Nación. 15 de Febrero 2022
[3] Delia Lerner asesora de la Dirección Provincial de Educación Primaria de la Provincia de Buenos Aires.
[4] Ob. Cit.
[5] Revista National Geographicla. Erin Blakemore. 15 de septiembre 2023
[6] Lucrecia Ekert. Docente. Rectora de Nivel Secundario de la Provincia de Bs. As.