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sábado 14 de diciembre de 2024
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Nota escrita por: Ricardo Monetta
domingo 7 de enero de 2024
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Javier Milei y el delirio Irlandés

En su mensaje de fin de año y en una entrevista periodística, el presidente Javier Milei volvió a insistir con el discurso de convertir a la Argentina en una nueva Irlanda, dentro de 45 años, aunque después se arrepintió, y dijo que rebajaba ese tiempo a apenas 15 años. De tal manera que tendremos que sufrir "apenas" 15 años para volver a tener prosperidad, si es que muchos de nosotros habremos desaparecido como pueblo.

En realidad, Milei opina sobre Irlanda y su desarrollo capitalista de una manera tangencial ya que desconoce por su ceguera política dogmática la realidad del pueblo irlandés. Es más que obvio que la Irlanda de hoy no se corresponde con la imaginada por el presidente, ya que hoy tiene servicios públicos gratuitos, desde el transporte hasta la salud y la educación, todo como una comunidad regional.

Pero veamos el antecedente capitalista de Irlanda antes de que entendiera, más recientemente, que ser «colonia» no forma parte de ningún plan de desarrollo. Según el mismo plan ultraliberal de Milei, Argentina necesitaría 150 años antes de tener la oportunidad de cambiar de rumbo.

Antes que nada, debemos conocer que para la Revolución Industrial Inglesa se produjera, las colonias fueron forzadas a exportar o simplemente transferir sus alimentos básicos a Europa, lo que aseguró a su clase proletaria una subsistencia que los campos europeos no podían proveer. Así es como desataron repetidas hambrunas en sus colonias en este período brutal de colonización.

Tan es así que el centenario proceso de desarrollo económico de la India y Bengala se interrumpió y destruyó a fuerza de leyes proteccionistas, de sanciones económicas, y sobre todo, por la poderosa razón del cañón imperial, es decir, lo que el mundo anglosajón más tarde llamó «libertad y libre mercado» (recordar la guerra del Paraguay, financiada por Inglaterra y la Vuelta de Obligado).

También destruyeron otros desarrollos agrícolas, creando colonias de monocultivo («Repúblicas bananeras» modelo replicado por EEUU en América Central), que fue lo que pasó exactamente a Irlanda con la papa, que provocó frecuentes hambrunas que provocaron la muerte de millones de vidas.

Una vez que Irlanda adoptó las nuevas reglas impuestas a la fuerza por sus vecinos en el siglo XVIII, se convirtió en competencia para Inglaterra. Entonces, Londres echó mano al viejo recurso de suspender sus propias leyes, y contradecir su propio «sermón» para imponer restricciones que impidiesen cualquier independencia de su primera colonia, o sea, Irlanda.

Los irlandeses desposeídos por el nuevo régimen, debieron venderse a sí mismos como esclavos «indenture» (que serían los inmigrantes laborales de hoy), en las colonias de Norteamérica. Oh, paradoja del destino. Luego de ser discriminados por pobres y por blancos «imperfectos», con el tiempo y gracias al color de piel blanca (que era el mayor capital de los inmigrantes pobres), sus hijos se convirtieron en «blancos anglosajones».

Inglaterra no solo impuso el «enclosure» (privatización de la tierra y luego los ríos) a Irlanda y Norteamérica, sino también a la India y a Bengala con el mismo resultado al tiempo que las minorías en el poder político y comercial se enriquecían, los pueblos que perdieron sus tierras comunales, su forma de vida, de producción y de consumo, sufrieron hambrunas masivas con millones de muertos.

Desde el punto de vista de la mentalidad extractiva y privatista, tanto «siervo», «esclavo», y «asalariado» serían variaciones de la misma cosa. Esta idea novedosa de la propiedad privada de los campos según el valor de cambio del mercado y su expropiación, tiene antecedentes.

En Norteamérica, el puritano, hijo de terratenientes ingleses y primer gobernador de Massachusetts, John Winthrop lo resumió así: «Dios ha dado a los hombres un doble derecho sobre la tierra; hay un derecho natural y un derecho civil. El primer derecho era natural cuando los hombres poseían la tierra en común. Luego, a medida que aumentaban los hombres y sus ganados, se apropiaron de parcelas por encierro y se les otorgó un derecho civil. Los nativos originarios no cercan ninguna tierra. Si les dejamos suficientes para su uso, podemos legítimamente ‘tomar el resto’ (cualquier similitud con nuestra Patagonia, es simple coincidencia»).

Volviendo a nuestro presidente, no existe ni la propiedad privada ni el libre mercado como órdenes sociales en la Biblia. Según Milei «el Estado es maligno (Satanás) y el Libre mercado es el sistema de Dios en el que todo prospera. Su repetida referencia, Moisés, era el Estado, un indiscutible dictador, y la Tierra prometida era propiedad colectiva, arrebatada a otros pueblos por la fuerza, no por las leyes del mercado.

Las supersticiones de Milei surgieron en la Inglaterra del siglo XVII. Los más ricos comenzaron a cercar las tierras comunales, los parlamentos legalizaron el despojo, y los intelectuales del poder, John Locke y otros liberales lo legitimaron. (Igual que en otra etapa histórica de Argentina).

Los perdedores se hundieron en la miseria o migraron a las ciudades donde más tarde se convertirían en el proletariado propiciando la Revolución Industrial. El mercado (ahora atrapado en las Bolsas) se convirtió en el dictador supremo. El éxito produjo más éxito y el fracaso más fracaso, aumentando las diferencias sociales y la desigualdad entre ellas tanto local como a nivel global.

Irlanda fue la primera colonia del capitalismo inglés, obligada a adoptar las nuevas reglas de la renta fluctuante, atada al mercado y las bolsas de valores. Para 1840 tenía una población de más de ocho millones de habitantes. En 2023, apenas llega a siete millones de habitantes. La mitología moderna atribuye este fenómeno a la Peste de la papa, pero la causa de casi dos millones de irlandeses muertos y otros millones más de emigrados no fue un hongo que afectó la papa, sino el Capitalismo Colonial.

La peste se había originado en México y se extendió desde EEUU a Europa. Ni esos países ni en la Europa continental sufrieron hambrunas, por la simple razón de que tenían agricultura diversificada. Irlanda fue el primer laboratorio imperialista de Inglaterra antes de proyectarse a las colonias ultramarinas, de la misma forma que las repúblicas «bananeras» fueron el laboratorio de EEUU, antes de aventurarse al resto del mundo.

De la misma forma que la privatización de la tierra había liquidado las tierras comunitarias en Inglaterra y convertido a los campesinos en rentistas y despojados, en Irlanda este sistema fue impuesto hasta transferir una gran parte de la tierra cultivable a los terratenientes, igual que aquí.

De la misma forma que los imperios occidentales promoverán el monocultivo en sus colonias (oro, platino, azúcar, tabaco, algodón, bananas, café, cobre, inmigrantes turistas, en sus protectorados y en las repúblicas satélites), Irlanda se había convertido en una colonia europea con la papa peruana como monocultivo y principal fuente de calorías a la población.

Desde antes de la aparición de la plaga, distintos observadores habían denunciado las condiciones de vida paupérrimas de los campesinos irlandeses. Las ganancias de los campesinos eran destinados al pago de rentas, las cuales eran definidas, cuándo no, en Inglaterra por la sagrada Ley de la oferta y la demanda dictada por el mercado. (Igual que Milei ahora) Cuando estalló la hambruna, el gobierno de Londres afirmó que el problema se resolvería por el libre mercado, al tiempo que los terratenientes exportaban otros productos producidos en Irlanda, como carne, leche, para satisfacer las necesidades del mercado de Londres.

En el colmo de la injusticia, William O’Brien de Limerick, en 1846 observó que: «Lo que resulta más indignante es que la gente se muere de hambre en medio de la abundancia. Esa ‘abundancia’ era la que producían los irlandeses, pero se la llevaban los ingleses.

No por casualidad, el encargado de la crisis de Irlanda, Sir. Charles Trevelyan era un retornado de la brutal Administración de la India, y no por casualidad inició el racismo anti-irlandés, el luego cruzaría el Atlántico detrás de sus propias víctimas. Este funcionario inglés era un fervoroso defensor del libre mercado y del laissez-faire, política o superstición conveniente para unos pocos que sobrevive hoy en pleno siglo XXI.

Como casi todos los fanáticos del libre mercado, por algún misterio de la Creación recurren a Dios para explicar cualquier cosa complicada: una vez fracasado su método para resolver la crisis, le echó la culpa a los irlandeses a «quienes el Juicio de Dios envió esta calamidad para darle una lección a los irlandeses».

Si China perdió el 3% de su población en la hambruna de 1958-1962, solamente Irlanda perdió el 12% (75 % en algunas ciudades) un siglo antes y no fue por causa del comunismo, sino del más puro y rapaz Capitalismo. La tragedia de Irlanda fue consecuencia de las políticas en Londres y de la ideología dominante y se tradujo en un impacto positivo en los EEUU con millones de nuevos trabajadores jóvenes, justo allí donde comenzaban a reproducirse las ideas que habían creado la catástrofe en Irlanda y en otras regiones del planeta por el colonialismo inglés.

La pregunta es: ¿Por qué el presidente Milei quiere copiar a Irlanda, que tuvo que luchar una guerra civil, para dejar de ser «colonia», y él nos quiere reducir a una colonia enajenando los activos más preciados, la soberanía territorial, y la supresión de nuestra moneda en busca de la dolarización?

 

 

  • equizofrenico, mamarracho, ridículo, payaso, ignorante. Que daño está haciendo.

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