Ana María Villarreal, militante del PRT-ERP y esposa de Santucho, fue acribillada por la Armada en la base Almirante Zar, junto con otros 15 militantes de FAR, ERP y Montoneros, el 22 de agosto de 1972. La Masacre de Trelew fue la respuesta de la dictadura de Lanusse a la fuga del penal de Rawson que la ridiculizó ante el mundo. Recién en 2012 un tribunal patagónico condenó a algunos de los homicidas. El fusilador Roberto Bravo, fugado a Estados Unidos, fue condenado en un juicio civil en Miami el año pasado, aunque sigue pendiente su extradición para juzgarlo en el país.
Oscar Asdrúbal Santucho, uno de los once hermanos de “Roby”, murió en una emboscada del Ejército en Monteros, Tucumán, a mediados de 1975, en el marco del “Operativo Independencia” ordenado por el gobierno de Isabel Perón para enfrentar a la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” del ERP. Había sido uno de los fundadores de la organización y antes del Frente de Izquierda Revolucionario Popular (FIRP).
Los chicos como rehenes
El 8 de diciembre de 1975 una patota del Batallón de Inteligencia 601 irrumpió en una casa de Morón donde se celebraba un cumpleaños infantil. Allí secuestraron a Ofelia Ruiz de Santucho (viuda de Asdrúbal) y a nueve niños: cuatro hijos del jefe del PRT-ERP (Ana Cristina, de 14 años; Marcela Eva, de 13; Gabriela Inés, de 12, hijas de Ana María Villarreal; y Mario Antonio, de nueve meses, hijo de Liliana Delfino, segunda compañera de “Roby”), cuatro sobrinos, hijos de Asdrúbal (María Ofelia, de 15 años; María Susana, de 14; María Silvia, de 12, y María Emilia, de 10), y Esteban Abdón, que cumplía cuatro años y era hijo del jefe de logística del ERP, Elías Abdón, secuestrado el día anterior.
Al frente del grupo operativo estaba Carlos Españadero, un oficial retirado en 1970 y reincorporado años después como personal civil de inteligencia del 601, donde se abocaría a armar una red de infiltrados en el ERP, según reconstruyó el periodista Ricardo Ragendorfer.
El primer destino de los flamantes rehenes del Ejército fue el centro clandestino Protobanco/Puente 12, donde el propio Españadero, que se hacía llamar “mayor Peirano”, se encargó de interrogar a niños y niñas para arrancarles información que permitiera dar con Santucho.
El derrotero de las víctimas siguió por el Pozo de Quilmes, pero la noticia del secuestro de nueve niños se difundió por agencias internacionales. Españadero los llevó entonces a un hotel del barrio de Flores, siempre con el objetivo de atrapar el jefe guerrillero, pero su cuñada logró contactarse con familiares y el PRT organizó un rescate que burló a la custodia y permitió trasladar al grupo a la Embajada de Cuba, donde estuvieron más de un año hasta poder exiliarse. En 2021 Españadero fue condenado a 16 años de prisión por los secuestros, tormentos y abusos.
Los Santucho desaparecidos
La etapa siguiente del calvario para la familia comenzó el 13 de julio de 1976 con el secuestro del contador Carlos Híber Santucho en la empresa donde trabajaba y el operativo en la casa de calle Warnes que ocupaba Manuela Santucho (abogada, docente) con su hijo Diego, de un año.
Allí también serían secuestradas Cristina Navajas (compañera de Julio Santucho y madre del hombre que acaba de conocer su identidad) y Alicia D’Ambra. Los familiares de Santucho fueron torturados con especial saña en Automotores Orletti, donde una semana después Manuela sería obligada a leer en voz alta la noticia del asesinato de “Roby”. La patota de la SIDE que operaba en Orletti sumergió una y otra vez a Carlos en un tanque de agua, hasta su muerte, y abandonó el cuerpo en un baldío.
Cristina y Manuela fueron trasladadas al centro clandestino Protobanco hasta fines de diciembre de 1976, y más tarde al Pozo de Banfield. Ambas permanecen desaparecidas. El 19 de julio de 1976 fue el operativo en Villa Martelli en el que acribillaron a Santucho y a Benito Urteaga. Entre quienes fueron secuestrados con vida y trasladados a Campo de Mayo estaba Liliana Delfino, última compañera de Santucho, quien continúa desaparecida.
Fuente: Página 12