Ante los paros que, lógicamente, comenzaron a realizar los docentes, Frigerio les atribuyó la responsabilidad de las clases perdidas, incluso de los comedores. Es tan clara, como básica y antigua, su estrategia de confrontar y dividir a padres y docentes, de apelar con esa mendacidad al individualismo mezquino, la insolidaridad y el sálvese quien pueda.
Sin embargo, una inesperada, inédita y luminosa reacción surgió de los padres de las diferentes comunidades educativas. Por la conciliación obligatoria que obliga a los docentes a suspender el paro, los padres decidieron no enviar a los chicos a clases, en apoyo a los maestros.
Es maravilloso e histórico. Los padres, la sociedad, saltaron el cerco de la pasividad y tomaron posición activamente, apoyando a los maestros, claro. Es una gran lección que dan al gobierno, que se va a marzo, aplazado. Saben que “hay plata” para la SIDE, para los gobernantes y para los poderosos que representan. Para docentes y jubilados hay ajuste, salarios de hambre, literalmente, y palos, literalmente.
Los “versos” se desinflan como titubeos en un examen. Las promesas se desvanecen ante el hambre y la mentira. Los padres dan un mensaje fantástico de unidad, de solidaridad, de consciencia de clase, de una clase maestra. Fue ayer una reacción sorpresiva, impensable, conmovedora, esperanzadora de un futuro que “viene, lento, pero viene”, un futuro que –esta clase lo confirma– “depende de nosotros y del azar, cada vez más de nosotros y menos del azar” (1). Ojalá así sea, una toma de conciencia, de consciencia de clase, de una clase magistral.
(1) Mario Benedetti, «Lento, pero viene».