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“Dirán que estamos perturbando la paz, pero es que no hay paz. Estamos perturbando la guerra”

Estudiantes en numerosas universidades de grandes ciudades estadounidenses como Nueva York, Washington y Los Ángeles han establecido acampadas en una serie de protestas pacíficas contra la guerra de Israel en Gaza, alcanzando niveles de movilización no vistos desde las protestas de 1968 durante la guerra de Vietnam. Estas manifestaciones han sido enfrentadas con una respuesta policial desmesurada, y tanto alumnos como profesores e historiadores han sido objeto de estigmatización por parte de medios de comunicación, el ex presidente Donald Trump y el presidente Joe Biden. Este clima se agrava con la inminente aprobación de una ley que redefine el antisemitismo de manera que podría restringir las protestas y recortar derechos fundamentales. Paralelamente, el gobierno estadounidense anticipó que desestimará cualquier sanción del Tribunal Penal Internacional contra el primer ministro israelí, calificando posibles acciones legales como “un crimen de odio antisemita”.

Por: Olga Rodríguez | ElDiario.es

La masacre en Gaza -con nuevas matanzas de civiles estos días, la aparición de más fosas comunes y las imágenes de palestinos con señales de tortura tras su paso por cárceles militares israelíes- es ya una onda expansiva con repercusiones en varios países occidentales. La impunidad israelí se extiende hacia nuevos territorios y condiciona la política nacional en lugares como Alemania o Estados Unidos, donde el apoyo de sus gobiernos a Israel está dañando la libertad de expresión y de protesta.

La ola de protestas estudiantiles en EEUU

Miles de estudiantes participan en acampadas en universidades estadounidenses, en unas movilizaciones que no se habían registrado a ese nivel desde 1968, durante la guerra de Vietnam. Los manifestantes piden el fin de la masacre en Gaza y exigen a sus universidades que renuncien a sus relaciones económicas -inversiones o recepción de donaciones- con empresas vinculadas a la ocupación israelí. Además, condenan el apoyo de Washington a las políticas del Gobierno Netanyahu y el envío de nuevos paquetes de ayuda militar a Israel.

Las protestas estudiantiles son pacíficas y heterogéneas, con la participación de estudiantes judíos y las visitas de académicos, abogados de derechos humanos, historiadores y defensores del derecho internacional. La tergiversación de sus demandas y la estigmatización de sus acciones ha estado presente en la narrativa de una parte importante de los medios de comunicación estadounidenses, del propio Netanyahu, del presidente Biden y del ex mandatario Donald Trump quien además dijo que fue «hermoso de ver» cómo la policía golpeaba y detenía a estudiantes.

A pesar de su carácter pacífico -y de que entre los organizadores hay asociaciones judías- los manifestantes han sido acusados de ser antisemitas, violentos o incluso de pertenecer a Hamás. “Lo que está sucediendo en los campus de EEUU es horrendo. Turbas antisemitas se han apoderado de las principales universidades”, advirtió Netanyahu esta semana. Tan solo horas después, comenzaron las respuestas policiales en varios campus universitarios estadounidenses.

Represión policial desmedida

La acampada en la Universidad de Columbia en Nueva York fue desalojada hace cuatro noches con un desorbitado número de agentes policiales que usaron la fuerza. “He cubierto muchas cosas de este tipo en todo el mundo y nunca había visto a tantos policías moviéndose en un área”, relataba un reportero de la CNN durante la retransmisión en directo del despliegue policial en el Upper West Side de Manhattan que puso fin a las protestas en Columbia y en el City College de Nueva York, con más de un centenar de detenidos.

Más de 2.000 estudiantes han sido arrestados en todo el país por manifestarse contra la matanza de civiles en Gaza. Es la represión más intensa contra alumnado universitario desde los años de la guerra de Vietnam, según han denunciado diversas organizaciones de derechos civiles. También en las universidades de California en Los Angeles (UCLA), Texas, Emory (Atlanta), Darmouth (New Hampshire) o en la Washington University de St Louis, entre otras, se han registrado arrestos y agresiones policiales contra estudiantes y profesores. Los agentes han empleado gas pimienta, pistolas de electrochoques o pelotas de goma, y han enviado francotiradores a los tejados de los campus en Ohio e Indiana.

Esta semana, lo que eran pacíficas acampadas con cánticos, clases de cocina o de antirracismo, talleres de historia, rezos en árabe o en hebreo durante el shabat, se convirtieron en escenarios de represión ante varias actuaciones desmedidas de las autoridades policiales. Así lo denunciaba hace pocos días el profesor Emil’ Keme, arrestado en la Universidad de Emory junto a las profesoras Caroline Fohlin -de la facultad de Economía- y Noëlle McAfee -de Filosofía-, entre otros.

En la Universidad Washington de St. Louis también hubo numerosos detenidos, entre otros la candidata presidencial del Green Party, Jill Stein, o el profesor de Historia Steve Tamari, a quien varios policías golpearon y arrastraron por el césped -hay imágenes en vídeo- provocándole la rotura de nueve costillas y de una mano.

También esta semana, en la Universidad de Darmouth, la policía arrojó al suelo y detuvo a la profesora Annelise Orleck, jefa del departamento de Estudios Judíos de la Universidad de Darmouth (New Hampshire) y autora de varios libros, que enfrenta ahora una amenaza de suspensión de seis meses. Otro de los docentes agredidos y detenidos es el profesor Samer Alatout, de la Universidad Wisconsin-Madison. En todos los casos el profesorado formaba parte de las protestas pacíficas e intentaba proteger a sus alumnos. Diversas organizaciones de derechos civiles han alertado de la envergadura de la contestación policial.

Alerta de organizaciones de derechos humanos ante la represión

La American Association of University Professors ha recalcado que “es inaceptable responder a manifestaciones pacíficas en las universidades con una represión violenta”. La organización de derechos humanos Human Rights Watch ha indicado que “la protesta pacifica es un derecho humano, las universidades deberían respetar el derecho a la protesta” y el Knight First Amendment Institute de Columbia ha condenado “la alarmante decisión de llamar a la policía para desmantelar la acampada estudiantil” de la Universidad de Columbia.

Por su parte, Amnistía Internacional ha denunciado que “a medida que la brutal guerra de Israel en Gaza se vuelve más devastadora cada día, no sorprende que tantos estudiantes se sientan impulsados a protestar. Todos los Estados deben respetar y garantizar el derecho de reunión pacífica, suspender urgentemente las transferencias de armas a Israel y pedir un alto el fuego ahora”.

La defensa de EEUU a Israel está llevando a la Administración Biden y a las autoridades de varios estados del país a adoptar medidas poco acordes con los estándares democráticos. La relatora especial de la ONU sobre la protección a la libertad de expresión, Irene Khan, ha advertido de que “la crisis de Gaza se está convirtiendo realmente en una crisis global de la libertad de expresión [destinada] a tener enormes repercusiones durante mucho tiempo”. Además, ha señalado que “justificar la violencia contra los palestinos y contra aquellos que apoyan los derechos de los palestinos es racismo antipalestino”.

También la relatora especial de la ONU para los defensores de los derechos humanos, Mary Lawlor, señalaba a principios de esta semana que “informes inquietantes indican que los estudiantes enfrentan la suspensión si no ponen fin a sus protestas pacíficas en la Universidad de Columbia. Esta es una clara violación de su derecho de reunión pacífica”. En la misma línea se ha pronunciado el responsable de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk: “Me preocupa que algunas de las actuaciones policiales parecen desproporcionadas”, ha dicho.

El profesor de la Universidad de California Robin Kelly, en una carta publicada en The Boston Review y dirigida a la presidenta de la Universidad de Columbia, lamentaba que “en cuarenta años no había visto semejante crueldad descarada hacia los estudiantes y el profesorado, tal cobardía ante lo que equivale a una caza de brujas de la derecha, y una deshonestidad tan flagrante”. Su carta se ha hecho viral en redes y ha sido difundida por personalidades como la actriz judía estadounidense Cynthia Nixon.

El profesor y autor Rashid Khalidi, referente en el estudio del mundo árabe y director de la cátedra Edward Said en la Universidad de Columbia, ha recordado que durante las protestas contra la guerra de Vietnam también “los estudiantes nos opusimos y esa guerra terminó por esas protestas; la gente que lideró aquello fueron estudiantes de Columbia, Berkeley y otros campus, que hoy son honrados y recordados. Éramos la conciencia de la nación. Un día nuestros estudiantes de hoy serán también conmemorados. Estamos en el lado bueno de la historia”.

Límites a la libertad de expresión y de protesta

A pesar de todo ello, el presidente Biden optó el jueves por sumarse a las voces que estigmatizan las protestas. “La disidencia nunca debe conducir al desorden”, dijo defendiendo la actuación policial. Al ser preguntado si las movilizaciones estudiantiles modificarán sus políticas en Oriente Medio, el presidente de EEUU contestó con un rotundo “no”.

“El presidente optó por amplificar una caricatura de la derecha”, lamentó Matt Duss, exasesor de política exterior del senador Bernie Sanders. Desde los movimientos estudiantiles critican que la criminalización se dirija hacia ellos y no hacia los responsables de la muerte de más de 34.000 palestinos en Gaza, ni hacia grupos proisraelíes no pertenecientes a las universidades que, como en la Universidad de California, irrumpieron en la acampada con violencia y agredieron a varios manifestantes hace unos días.

Cientos de estudiantes han sido suspendidos en sus universidades por participar en las protestas y enfrentan acusaciones policiales. Iris Hsiang, alumna judía en Columbia, es una de tantas. En una entrevista con The Times, ha explicado que fue arrestada por “protestar pacíficamente” y que los cargos que pesan contra ella, sin base, son allanamiento de morada, vandalismo y “comportamiento perturbador”. “¿Cómo voy a estar invadiendo mi propia universidad?”, se lamenta.

Varios estudiantes judíos integrantes de la organización Voces Judías por la Paz -impulsora de las protestas- también enfrentan una suspensión en Columbia. Ante todo ello, el Sindicato por las Libertades Civiles de Nueva York y la organización Palestine Legal han interpuesto una denuncia contra la universidad por “suspensión ilegal” de varias organizaciones “por comprometerse con una protesta pacífica”.

El Premio Nobel estadounidense Joseph Stiglitz, uno de los intelectuales judíos más importantes del mundo, ha sumado su voz a los apoyos a los manifestantes: “Lo que un gran número de jóvenes expresa es una empatía humana normal. No quieren ver morir a la gente innecesariamente. [Lo que está ocurriendo] vuelve a poner de relieve reflexiones sobre el colonialismo y sus consecuencias, que nos recuerdan que la historia no desaparece simplemente”.

La policía intenta desalojar estudiantes que protestan en la Universidad estatal de Georgia, este sábado

Graves amenazas y riesgo de censura a las críticas a Israel

Una de las herramientas de las que más hace uso el Gobierno de Netanyahu para acallar las críticas contra sus violaciones del derecho internacional es la instrumentalización de la acusación de antisemitismo. El ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, indicó hace unos días que las acampadas universitarias “no son solo antisemitas, sino que además incitan al terrorismo”.

En la misma línea se expresó el embajador de Israel en la ONU, Gilad Erden, quien acusó a las universidades de EEUU de permitir un “comportamiento al estilo nazi”. “Siempre supimos que Hamás se escondía en las universidades pero no nos habíamos dado cuenta de que no solo en Gaza, sino también en Harvard, en Columbia y en muchas universidades de elite”, afirmó. Con una impunidad habitual, Erden acusó además a Naciones Unidas de “hipocresía y ceguera”, advirtió de que sus días “están contados” y defendió “el establecimiento de una nueva institución mundial”.

Estas presiones tienen efecto. Esta semana, a propuesta de un diputado republicano, el Congreso de Estados Unidos aprobó -con mayoría de demócratas y republicanos- un proyecto de ley contra el antisemitismo, pendiente ahora de votación en el Senado. Con ello la Cámara Baja de EEUU amplía la definición de antisemitismo para perseguir las protestas contra la masacre en Gaza. Dicha definición -contra la que han advertido varias organizaciones internacionales de derechos humanos- se basa en la propuesta por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, que incluye como antisemitismo expresiones como “afirmar que la existencia de un Estado de Israel es un empeño racista” o “establecer comparaciones de la política israelí contemporánea con la de los nazis”.

La organización más amplia por los derechos civiles de EEUU, la Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU), ha enviado una carta a los congresistas, advirtiendo de que este proyecto de ley “busca coartar la libertad de expresión de los estudiantes en los campus universitarios al equiparar incorrectamente las críticas al Gobierno israelí con el antisemitismo”. “La posibilidad de criticar a gobiernos y sus políticas es un componente básico de nuestra democracia. Si esta ley es aprobada, el discurso político crítico con Israel será probablemente censurado de diversos modos”, alertan desde ACLU.

En relación con esto, el experto israelí sobre el Holocausto, Omer Bartov, ha insistido en que las acusaciones de antisemitismo contra las acampadas estudiantiles en EEUU son falsas: “No hay nada amenazador en oponerse a la ocupación o a la opresión”, ha recalcado a elDiario.es.

Comunicado del Tribunal Penal Internacional advirtiendo de las intimidaciones recibidas

Presiones y un derecho internacional remodelado a medida

El cierre de filas con Israel también lleva a Washington a redefinir los límites del derecho internacional. En los últimos días han surgido informaciones que indican que un grupo de senadores estadounidenses habría expresado su preocupación a funcionarios del Tribunal Penal Internacional ante las sanciones que estaría barajando dicha corte contra el primer ministro israelí. Esta semana el propio Netanyahu advirtió de que cualquier medida judicial en su contra sería “un crimen de odio antisemita”. Algunos medios de comunicación han filtrado que Israel estaría amenazando con llevar a la Autoridad Nacional Palestina al colapso si el Tribunal Penal Internacional adopta medidas contra dirigentes israelíes.

Ya en 2021 el primer ministro Netayahu afirmó que el Tribunal Penal Internacional actuaba con “puro antisemitismo” cuando abrió su investigación sobre crímenes israelíes. Ahora cuenta una vez más con la protección y el apoyo de la Administración Biden, que sigue manteniendo grandes contradicciones entre sus palabras y sus acciones.

Esta semana el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Vendan Patel, preguntado sobre la investigación del Tribunal Penal Internacional, afirmó: “No creemos que tenga jurisdicción sobre esto [sobre Israel]; dicho lo cual, trabajamos estrechamente con el Tribunal Penal Internacional en una serie de áreas clave: Ucrania, Darfur, Sudán, pero en este caso en particular simplemente no tiene competencia”.

Tales declaraciones constituyen una voluntad de redefinir el derecho internacional, debilitándolo e introduciendo en él excepciones no escritas: la ley internacional no se aplica en el caso de Israel. De este modo se pretenden marcar las reglas del orden mundial, defendidas en base a dobles raseros y condicionadas por los intereses de Washington.

En este sentido, la relatora de Naciones Unidas para Palestina, Francesca Albanese, ha señalado que “el Gobierno de EEUU parece dispuesto a socavar todos los principios básicos del derecho internacional para proteger a Israel de la rendición de cuentas, incluso frente a un genocidio en curso. Esto corre el riesgo de arrastrarnos a todos a un mundo cada vez más inseguro y sin ley”.

Este pasado viernes el fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional denunció presiones -sin especificar más- ante las posibles medidas contra dirigentes israelíes por las actuaciones militares en Gaza: “La independencia e imparcialidad se ven socavadas cuando las personas amenazan con tomar represalias contra el tribunal o contra su personal si, en cumplimiento de su mandato, adopta decisiones sobre investigaciones o casos que caen dentro de su jurisdicción”, advirtió a través de un comunicado. “La Oficina insiste en que todos los intentos de impedir, intimidar o influenciar de forma inapropiada a sus funcionarios cesen de inmediato”, añadió.

Para mantener su apoyo y protección a Israel, Estados Unidos -y otros- está barajando y adoptando medidas que erosionan libertades democráticas y el propio derecho internacional, con los enormes riesgos que esto conlleva. Sobre ello, el profesor de relaciones internacionales del King’s College de Londres, Alonso Gurmendi, ha afirmado que “los Estados no pueden realmente apoyar a gobiernos autoritarios que violan los derechos humanos sin volverse autoritarios y violar ellos mismos los derechos humanos. Siempre ha sido así. La diferencia es que esta vez los estudiantes han logrado que el autoritarismo sea visible”.

En las acampadas universitarias estadounidenses ha circulado una frase célebre del historiador Howard Zinn: “Dirán que estamos perturbando la paz, pero es que no hay paz. Estamos perturbando la guerra”. En un 2024 que acumula récord histórico de gasto militar en el mundo, los jóvenes universitarios que claman contra la masacre en Gaza se han interpuesto en el camino.

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