“La crueldad no está en mí; la crueldad está en las cosas que yo pinto; yo no hago más que registrarla. Pero ciertamente, hago señalamientos”
(Antonio Berni)
Literalmente del tacho salió un muchacho que me pidió unos pesos para comer; previamente me advirtió que no tuviera miedo, que no me iba a robar y que lo acompañara a la panchería para corroborar que el dinero iba destinado realmente a la comida y no a los vicios, asumiendo todos los prejuicios de los inversores de migajas.
Detrás suyo, como un fantasma gris, enredado con deshechos, cartones y bolsas con podredumbres, rodeado de un coro de moscas zumbonas, emergió del contenedor un niño de edad incierta, de los deshechos del sistema que los vomita. Ese niño, ese mismo pequeño que Antonio Berni reflejó como símbolo de los miserables de Latinoamérica en el inmortal Juanito Laguna, realizado en collage con materiales que el capitalismo descarta —cartones y latas— de una escena indistinguible de la obra pictórica.
“Un niño pobre, pero no un pobre niño”, aseguraba el genial artista rosarino, dotándolo de la promesa de algún porvenir, ese futuro que ya es difícil esperar de los Juanitos de hoy, cuya mirada está ya, definitivamente, vaciada de esperanza.
El 12 de mayo fue el aniversario 120 del nacimiento de Berni, un artista plástico comprometido y crítico de la realidad social, de las injusticias y desigualdades, expresadas en su maravillosa obra de una tristísima vigencia.
Las pinturas Desocupados y Manifestación, realizadas durante la Década Infame, revelan con realismo la angustia y la congoja de los trabajadores, la misma que hoy, donde el desempleo acecha, la miseria y el ajuste a trabajadores y jubilados los encuentra en manifestaciones y marchas reprimidas con una violencia cruel. Esas mismas escenas denunciadas por Berni, que no concebía el arte por fuera del compromiso social, sobre todo cuando surgía de una realidad en la que el hombre era arrojado como un deshecho al abismo de la mugre y la putrefacción.
“El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos, y en ese momento la dictadura, la desocupación y la miseria, las huelgas, las luchas obreras, el hambre, las ollas populares, eran una tremenda realidad que rompía los ojos”, decía Antonio Berni, en una declaración de principios que bien nos cabe a la oscura noche de nuestros tiempos.
Precisamente hace unos días, caída la noche en Concordia —porque estas cosas se hacen en penumbras—, las fuerzas policiales irrumpieron para desalojar a los trabajadores de la planta de reciclado, cuya organización tiene el bello nombre de Mundo Reciclado, hombres y mujeres que trabajan en la zona sur de Concordia, en un operativo irregular, violento e innecesario, reteniendo sus máquinas y herramientas, impidiéndoles continuar su labor cotidiana para poder llevar el alimento diario a sus hogares, dejando a decenas de familias desamparadas, sin comida, en un acto inútil de abuso de poder.
La organización de trabajadores y vecinos resistió y denunció el atropello con ollas populares y una manifestación a las puertas de la Municipalidad, para que las autoridades —encerradas detrás de una muralla policial— escuchen el reclamo de un problema que no es policial, ni judicial, ni burocrático, ni administrativo, sino que tiene la apariencia de un abuso clasista y discriminatorio hacia los humildes trabajadores que solo desean sobrevivir dignamente con su trabajo, verdaderamente basado en principios humanos y cooperativos. Trabajadores que intentan resistir la exclusión a la que los quiere arrojar un sistema deshumanizado.
Bajo la absurda motivación del vencimiento del comodato del lugar, ejerció el gobierno un abuso de poder. En lugar de agotar las vías del diálogo para favorecer el desarrollo productivo y las fuentes de trabajo, se empeñaron en mostrarse duros y fuertes con los débiles, inspirados en el disciplinamiento por el miedo, a mostrar la fuerza de los que no tienen razón.
Ahora, después de una tensa e innecesaria espera, pudieron dialogar con el poder municipal y parece haber —según refieren los medios— un principio de acuerdo (es por donde deberían haber comenzado) con los trabajadores, que continúan en estado de alerta.
Es necesario apoyar la lucha de los trabajadores de Mundo Reciclado, que transforman los restos que caen del sistema en trabajo y vida digna, cooperativa y solidaria, único modo de pintar a Juanito Laguna cargado de porvenir. Un verdadero Estado social, que se interese por resolver la miseria de los seres humanos que habitamos esta comunidad, debería ayudarlos y no perseguirlos.
1 comentario
Ingrid
Gracias por traer la obra de Berni, siempre vivo. Y todos sabemos que nadie se salva solo.