La violencia del lenguaje político hace que el pez por la boca muera

Milei odia al Estado y a la Democracia. Solo tiene una concepción absolutista del poder. Nunca comprendió ni comprenderá que la democracia es el orden que se reinventa a sí mismo, que sabe de sus limitaciones y opacidades, pero que también ha comprendido en profundidad lo que significa construir un espacio compartido por ciudadanos disímiles y muchas veces en disputa. La democracia rechaza en forma total al absolutismo político como construcción de las ideas portadoras de la verdad única, no pasible de ser discutida. Por eso se utilizan retóricas amenazantes en la que se esfuman todos los matices. Milei no entiende y no entenderá nunca, que hay un lugar donde la Democracia y política se entraman allí donde se habilitan la compleja relación entre conflicto y consenso, entre afirmación de las convicciones y aceptación de las diferencias. Y esto es lo que el Presidente y su «séquito» no aceptan. Porque saben que deberán compartir el poder de las decisiones a tomar.

Por eso el lenguaje disruptivo, estigmatizante, para humillar al oponente de turno, se trate del mismo Papa, o cualquier jefe de Estado como Lula, no ahorrándose ningún adjetivo descalificativo, ya sea un gremialista, o a los jerarcas del poder global reunidos en Davos, que provocaron hilaridad humillante con sus descerebradas acusaciones.

Milei no logra entender que la democracia, y esto es central y decisivo, allí donde está vigente el litigio por la igualdad (palabra que odia), que es allí donde los circunstanciales hombres de la historia política de este país siguen habitando la geografía de la injusticia y de la desigualdad, conceptos absolutos para una convivencia social. Pero sucede que Milei pertenece a la «casta» depredadora que para lograr sus objetivos debe gestar una política negadora, falaz, para impedir que la equidad pueda abrirse paso en el interior de una sociedad atravesada por enormes «deudas» impagas anteriores, sobre todo en los sectores mas vulnerables, que hoy es la gran parte del país.

Milei no entiende o no lo quiere en su dogmatismo ciego y absurdo, que la democracia es el territorio que demarca lo infranqueable, el límite que no se puede ni debe pasar a la hora de respetar la pluralidad, la libertad tan declamada, el derecho a tener las mismas oportunidades, la proliferación de subjetividades diversas y complejas, los intereses contrapuestos y el derecho a ser protegido, sea cual sea su condición social, por la Ley común a todos que es la Constitución Nacional. Cuando algo o varias de esta premisas fallan lo que está en juego es la propia democracia. Cuando hay una lógica del linchamiento mediático y dese el mismo gobierno, se impone como forma apabullante del sentido común de época, vulnerando de palabra y de hechos el ejercicio del poder sobre la institucionalidad del país no respetando leyes pre-existentes que solo pueden ser derogadas por otra Ley del Congreso.

Con un catálogo de DNU pretende «desmantelar» el país pasando por encima a las constituciones provinciales, ignorando que este es un país federal, que costó guerras civiles para consagrarse como tal. Sin embargo cuando no se satisfacen sus caprichos de decisión política, y cuando lo pre-jurídico se impone a través de Twitter, o con el despliegue de un periodismo obsceno por la falta de valentía periodística o por otras razones que se cuentan de a miles, y que responden a intereses oscuros de personajes que están enmascarados en las sombras para poder fragmentar al país y legitimar su saqueo.

Nada más hipócrita en este oficialismo que disimula llamar al diálogo, mientras se dedica a dinamitar el suelo democrático utilizando a diestra y siniestra un lenguaje que por su virulencia y bajeza institucional no hace más que encender la llama de la resistencia organizada de eso que degrada llamando la «casta populista». Cuando se carece de argumentos para legitimar sus absurdas decisiones en materia de política económica y se le presenta un «vacío» impresentable, es cuando se proyecta en una descalificación con un discurso cloacal que busca crear un clima de intimidación, desasosiego y desencanto en el interior de la vida colectiva.

Por más que cuente con medios audiovisuales provistos de libretos para anular toda clase de debate democrático multiplicando como centro de su discurso las mas brutal de las descalificaciones. Por eso el cinismo y la hipocresía sobrevuela a un gobierno carente de sustento ideológico para convencer un proyecto de gobierno inexistente salvo que se considere proyecto aplicar algunos artículos de un DNU infame que solo abre las puertas para la entrega sistemática a través de las corporaciones que le determina el rumbo a seguir, incluido el FMI por supuesto. Su plan de gobierno no es más que una regresión democrática y económica constituyéndose en una simple intermediación o polea de transmisión de los intereses de las grandes corporaciones que están al acecho.

Pero el pueblo se está despertando de esta pesadilla, y comprenderá que la resistencia colectiva, tarde o temprano tendrá que florecer. Se lo dice el que suscribe, que pasó por una etapa histórica con el Cordobazo de Mayo del ’69.

El Presidente Milei es una pieza en el tablero global y sus ataques verbales no son más que una proyección en los demás de lo que significa él como persona.

Será justicia.