Es que nada justifica la tortura, porque rompe los pactos éticos fundamentales de lo humano, aquello que lo desprende de lo instintivo y lo instala en la cultura. Una cultura que, lo dice Freud (2), requiere, para ser humana, la renuncia a las pulsiones violentas e incestuosas, al goce sin límites, a las leyes básicas de la convivencia: “No matarás”, “No robarás”, etc. Esta renuncia implica la resignación de la bestia que nos habita, al costo de la neurosis, pero es la única forma de pertenecer a la dimensión humana.
Venimos asistiendo este año a una feroz degradación de la cultura, que nos recuerda al mismo envilecimiento del menemismo. Aunque en este caso, las transgresiones éticas, que arrasan sujetos y colectivos impunemente, no se ocultan ni se reniegan; al contrario, se exhiben y celebran. Diputados visitan en la cárcel a asesinos de lesa humanidad, senadores venden su voto y traicionan al pueblo por dádivas, la ministra de Seguridad ordena reprimir a palos a los ancianos y gasear a una niña, un presidente establece una política de saqueo y hambre, de miseria planificada y despidos. Y en lugar de ocultarse, llenos de vergüenza, exaltan y festejan, con una crueldad inusitada, su deterioro y corrupción.
Estas circunstancias insoportables suponen la ruptura de los lazos de integridad mínima, para caer en el abismo de la indecencia. Es necesario, urgentemente, escandalizarse y resistir a esta barbarización de los lazos sociales, y recobrar los pactos éticos que nos humanizan, los pactos para vivir.
1) «Escuchando a Mozart», de Mario Benedetti
2) «Malestar en la Cultura», de Sigmund Freud
Leticia
Esta foto es peor, supera ampliamente a la de Olivos (A. Fernández. Fabiola) No se olviden argentinos. Dejen el odio de lado que han elegido a un odiador serial, que se burla de todos nosotros.