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La propiedad social de la tierra
"El mejor gobierno no es el más liberal en sus principios, sino aquel que hace la felicidad de los que obedecen, empleando los medios adecuados a este fin."(1)

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El mayor mal que nos invade como sociedad no es la justicia social, sino el llamado “sentido común”, que es construido de boca en boca hasta que se convierte en verdad repetida, sin observación de sus orígenes, ni argumentos, y mucho menos de las intencionalidades. Pensar que el “sentido común” nos hace caminar por la ancha avenida del medio es un error. Lo que nos hace caminar por esa avenida, si fuera posible, es la ética del conocimiento, el análisis discursivo y la escala de valores que la moral personal ha desarrollado.

Recientemente, en un evento religioso, el presidente actual expresó que la “justicia social es una aberración”, intentando asociar el concepto a una línea ideológico-política. El presidente expresó: “Durante las últimas décadas, la izquierda impuso un discurso único acerca de la justicia, entendida únicamente en términos distributivos. Pero este no es el verdadero significado de justicia, porque es intrínsecamente injusto”. El mandatario sostuvo que “uno de los virus que le han metido en la cabeza a la gente es la justicia social, que llena de envidia a cada una de las personas. La justicia social es envidia…”

Ante semejante conceptualización, vale contraargumentar desde pensamientos que hablan igualmente de la distribución con sentido de justicia social y que nada tienen que ver con partidos políticos. Tomar como ejemplo a Juan Pablo II (no sería precisamente zurdo), quien dijo, en su visita a Brasil en 1980: “La tierra es un don de Dios (…) no es lícito, por lo tanto, (…) usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan solo a unos pocos, dejando a los otros, la inmensa mayoría, excluidos”.

En 1987, este Papa, en el documento ¿Qué has hecho de tu hermano sin techo? resalta que “… al grupo social de los marginados, instalados en precarios asentamientos con todas las formas de miseria que esto conlleva, no es solamente un hecho del cual todos somos responsables, sino un escándalo de injusta distribución de los bienes que están originariamente destinados a todos. (…) Agrava aún más esta problemática el hecho de que poblaciones enteras son desplazadas del lugar donde habitan para servir a proyectos económicos-políticos de discutible inspiración ideológica, y en tales casos no se les provee como se debiera de la digna reinstalación a estas familias desplazadas”.

En Argentina, 14,7 millones de hectáreas están en manos de extranjeros que compraron tierras fiscales (mayormente habitadas por pueblos originarios) para emprendimientos mineros, forestales, turísticos y/o ganaderos. Pero la finalidad última es asegurarse agua pura, tierras cultivables y materias primas, porque el daño ambiental que avanza indefectiblemente pronto las hará el negocio más rentable. Invito a mirar con atención el siguiente mapa; allí se verán los países de origen de los propietarios, las provincias donde tienen las propiedades y el tamaño del territorio del que se han apropiado (con la complicidad de coterráneos que son serviles a sus intereses, despreciando profundamente a la población nativa):

https://elaluvion.com/

Ante este panorama cabe reflexionar desde las palabras del general San Martín, líder de nuestra independencia (que paradójicamente no fue recordada y menos festejada este año por la Presidencia de la Nación), quien nos pedía: “Os ruego que aprendáis a distinguir los que trabajan por vuestro bien de los que meditan vuestra ruina: no os expongáis a que los hombres de bien os abandonen al consejo de los ambiciosos”. ¿Tampoco cabe tildar de zurdo a San Martín, o sí?

Se intenta asociar la justicia social al peronismo y, peyorativamente, al kirchnerismo, sumando a la construcción del “sentido común”, con la sola idea de que avalan la justa distribución de los bienes para obtener poder. Les propongo contraponer esta representación con el pensamiento del Papa Francisco, quien en 2017, refiriéndose a la distribución de la tierra, expresó: “… son heridas provocadas por minorías que concentran el poder, la riqueza y derrochan con egoísmo, mientras crecientes mayorías deben refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas, descartadas (…) Esto se agrava cuando vemos la injusta distribución del suelo, que lleva en muchos casos a familias enteras a pagar alquileres abusivos por viviendas en condiciones edilicias nada adecuadas (…) Necesitamos superar la mera proclamación de derechos que en la práctica no se respetan (…) La deuda social (…) se paga haciendo efectivo el derecho sagrado de las tres T: Tierra, Techo y Trabajo. Esto no es filantropía, es una obligación moral”.

Las palabras e ideas que construyen el sentido común suelen tener una única base: el egoísmo narcisista de pensar que es una concepción de las mayorías, y en realidad es un arquetipo implantado a las mayorías de manera intencional e interesada.

Verónica López
Lic. en Cs. de la Educación

[1] (Documentos del Archivo del General San Martín, Buenos Aires, 1910, Grand Bourg, 26 de septiembre de 1846, t. IX, p. 399).

[2] (Documentos del Archivo del General San Martín, Buenos Aires, 1910, Proclama a las Provincias del Río de la Plata, Valparaíso, 22 de julio de 1820, t. X, p. 390)

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