Sucede que el orden que se estableció en 1944, en Bretton Woods, fue basado en «reglas» que estableció el propio EE. UU., y que los demás debían ajustarse a ese «orden» si pretendían sobrevivir. Y cuando no lo hacían, les llovían las sanciones o la guerra. O sea, se trata de un orden sujeto a una hegemonía, determinado por la correlación de fuerzas, por el poder brutal de los yanquis y sus aliados.
Desde ese entonces, EE. UU. ejerció un poder casi omnímodo. Pero, como dice el viejo adagio, «nada es para siempre». Hoy, la situación del «hegemón» del norte es insostenible, con una deuda eterna en poder de títulos en bancos extranjeros que se mide en billones de dólares, y con gastos militares que no se tocan, desatendiendo a sus poblaciones, provocando una situación social que ha llevado a la pobreza a millones de ciudadanos que nunca imaginaron encontrarse en esa situación.
Es el capital globalizado de las grandes corporaciones y conglomerados financieros, de origen mayoritariamente anglo-sionista, el que mueve esta estrategia belicista como forma de sortear la crisis sistémica capitalista, y para ello necesita la maquinaria militar de su país y de sus aliados, principalmente Israel en el Medio Oriente, que son esenciales para provocar las guerras.
Este reordenamiento no es revolucionario, no trata de alterar el modo de producción capitalista, se trata de una competencia con más inclusión de los países intervinientes. Es decir, un orden en el que se respeten las soberanías de las naciones, independientemente de sus sistemas políticos.
Kazán, una de las más exóticas y bellas ciudades de Rusia, la octava en población, y considerada la capital deportiva del país
Por primera vez, las élites globalizadas están en pánico ante la posibilidad de que Rusia y China alteren el orden mundial. Para evitarlo, están diseñando un conflicto a gran escala en el que todos pierdan, de tal modo que cuando los países que forman los BRICS dispongan de una alternativa al dólar, solo les quede el recurso de la guerra. Por eso, Rusia ya está poniendo en marcha un sistema internacional de pago para las transacciones, que va a ser discutido hoy y mañana.
La opción de la guerra es buscada desesperadamente y provocada por EE. UU., y como agentes del capital globalizado, el Reino Unido y el ente sionista se apuntan con entusiasmo. La guerra tiene por objetivo el acoso a China y Rusia, que han formado una unión de objetivos con una fuerza arrolladora.
Las guerras en curso no van a obstaculizar el desarrollo de los BRICS, porque su fin primero y último es un orden mundial nuevo, en tanto y en cuanto se permita el desarrollo de aquellas naciones que estuvieron condicionadas, por no decir reprimidas, por la hegemonía capitalista global.
A los BRICS no les interesa, en la construcción del nuevo orden, que el mundo se incendie a corto plazo. Necesitan ganar tiempo para la consolidación de su proyecto. En esta cumbre que empieza hoy, se decidirán los plazos para definir la postura política. Rusia calcula que necesitan cinco años; China dice que diez. La pregunta surge sola: ¿Se van a jugar la consolidación de los BRICS por Palestina?
Nuestro país, por la ceguera obtusa de su presidente y de su canciller, no se subió al «tren» del futuro de los próximos 50 años. ¿Es que no nos damos cuenta de que los países desarrollados se formaron en la explotación de los subdesarrollados? ¿Cuándo vamos a dejar de ser colonia y serviles lacayos del imperialismo?